Esta crítica se ha escrito tras ver los tres primeros capítulos de ‘La asistenta’ y no contiene spoilers.
Alex (Margaret Qualley) es una joven relativamente normal: es lista, simpática y acaba de conocer a un chico majísimo que lee a escritores de renombre en el bar en el que ella trabaja. Pronto tendrán una hija, empezarán a vivir con un solo sueldo (el de el hombre, claro) y ella se centrará en cuidar a la pequeña Maddy. Pero poco a poco Alex irá viéndose aislada de su entorno y quedando dependiente de un novio que ya no la trata como antes. Lo que le hace se llama maltrato psicológico y, cuando se da cuenta de lo cerca que está de que salte a lo físico, huye como puede y a donde puede. Y ahí será cuando descubrirá lo mal montado que está el sistema cuando dependes de él.
La asistenta, nueva apuesta de Netflix, es terroríficamente realista. No hay un exceso de gritos y solo lleva la situación un poco más allá de algo demasiado habitual en Estados Unidos. Alex se ha criado en una casa con una madre irresponsable (interpretada en la pantalla por Andie MacDowell, madre de Margaret Qualley en la vida real) que no está allí para ella. Ese es el primer impedimento. La familia es la red de seguridad que nos aleja de la calle cuando la situación se pone cruda y sin esa red una chavala de poco más de veinte años se ve abocada a trabajos precarios que existen porque la gente que los acepta no tiene alternativas y a suplicar por un techo cuestionable. El plan de ayudas establecido apenas funciona y lo poco que lo hace es gracias a gente vocacional que está en su puesto más allá de lo estrictamente pagado. Minuto a minuto, la serie deja un nudo en el estómago y ganas infinitas de llorar.
Ante nosotros, la plataforma sirve una miniserie centrada en el drama puro, sin chascarrillos de fondo que nos sirvan para respirar, ni tramas secundarias que aligeren. Una madre, una niña y la desesperación por intentar salir a flote. La asistenta muestra un sistema infradotado, que no contempla que las cosas se ponen muy difíciles cuando estás sola y que se convierte en algo imposible de entender sin ayuda. Los trámites son enrevesados, con plazos cortos y hay multitud de recovecos que escapan al entendimiento de alguien que no esté acostumbrado a las gestiones administrativas. Pero Alex no decae, quizás ese sea el toque de esperanza, ella aguanta, lo vuelve a intentar y pelea para poder vivir de una forma independiente, honrada y junto a su pequeña.
Vistos los tres primeros episodios la duda es clara, ¿optará la serie por una mirada optimista en la que consiga salvarse o se la comerá un estado de bienestar inexistente que deja al ciudadano a la intemperie? Más allá de los finales, lo que esta serie hace es hablar de un problema y una dejadez de un país con su población. Alex no ha obrado mal, no ha caído en la droga, no es violenta, no hay nada que se le pueda achacar como culpable (en el supuesto que fuera razonable hacerlo), simplemente tiene problemas y necesita que la comunidad le eche un cable para solucionarlos. Entre tanta serie ligera, se agradece que Netflix (y su gran altavoz), apuesten por una historia como esta, mucho más cercana a la realidad de la imagen que muestran otras series con jóvenes.
Si te va el drama realista, crudo y con fuerte componente social, sin duda La asistenta es una serie para ti. Está bien interpretada, huye de los fuegos artificiales y tiene una afición por no endulzar los golpes que nos hace pensar que en ocasiones es más documental que ficción.
‘La asistenta’ está disponible en Netflix.