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Abajo con la nostalgia

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Una imagen de ‘Cobra Kai’. (Fuente: YouTube)

La obsesión de los grandes operadores de Hollywood por tirar de títulos muy conocidos para intentar atraer al público a sus nuevas series y sus nuevas plataformas de streaming es lo que ha llevado a esta ola desproporcionada de nostalgia por los 80 y los 90 que llevamos ya bastante tiempo viviendo. Quienes crecieron en aquellas décadas tienen ahora la edad y la posición para crear esas series que homenajeen a las que veían de niños, o que las traigan de vuelta, y se crea un bucle en el que parece que nunca escapamos de 1985, o de 1998.

La tentación de alargar todo lo posible tus sensaciones de cuando tenías diez años acarrea también que toda una legión de cuarentones se entregue a Cobra Kai con la esperanza de recuperar los niños que eran cuando se estrenó Karate Kid, pero eso es imposible. El tiempo no da marcha atrás. Y que YouTube, o Netflix, o Amazon o las cadenas en abierto recalienten la fórmula de lo que funcionó hace treinta años no va a hacer cambiar el hecho de que ya no estamos en Kansas.

Quizás por eso nos aferramos con esa vehemencia a Stranger Things. Es una serie que, en el fondo, es un juguete hueco. Sus creadores ni siquiera habían nacido cuando se estrenaron muchas de las películas de las que tiran para construir sus temporadas, pero las vieron en casa cuando eran pequeños y les vale para ponerse nostálgicos. Y, como concepto, es realmente curioso: hagamos una serie de terror y fantasía en el molde de las películas de género de los 80, y la vamos a hacer a base de referencias, homenajes y plagios descarados. Va a ser como si hubiéramos viajado en el tiempo a 1983 y estuviéramos viendo la última película de Steven Spielberg que adapta un libro de Stephen King. O como si John Hughes le hubiera escrito un guión a John Carpenter.

El concepto es divertido; la ejecución tiene fecha de caducidad. Hasta Cobra Kai, que busca más explorar cómo ha afectado el paso del tiempo a sus dos protagonistas, sufre de lo mismo: confía en que sólo el nombre de Karate Kid será suficiente.

La nostalgia, el mirar atrás para sentenciar que las mejores eran las series de nuestra infancia, no conduce a ningún lado. Si se me permite traer a colación a Woody Allen, Midnight in Paris era una crítica exactamente de eso, de la idealización del pasado, de la nostalgia de épocas y momentos que, en realidad, no eran tan maravillosos. Pero nosotros éramos más jóvenes. Ahí está la trampa.

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marina

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