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Así es ver hoy ‘Fortunata y Jacinta’, el culebrón prémium de Mario Camus

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Ana Belén insufló vida a Fortunata en la serie de Camus. (Fuente: TVE)

¿Qué pueden tener en común una baby boomer consumidora habitual de la tele en abierto, un periodista milenial acérrimo de Ryan Murphy y un Generación Z que ama y odia las series de animación y cree que la mejor película de la historia es El sol del membrillo? La intersección ha resultado ser Fortunata y Jacinta, la adaptación de la obra de Benito Pérez Galdós dirigida por Mario Camus que TVE volvió a emitir hace unos días.

Más allá de su tremendo reparto, enunciado en unos créditos humildes que citan a Manuel Alexandre, Charo López, María Luisa Ponte, Fernando Fernán Gómez, el inmortal Paco Rabal y una divísima Ana Belén, me resultó intrigante qué podía haber en esta serie antigua, sobre material aún más antiguo, que reuniera a los tres sujetos de estudio como feligreses en su templo. ¿Por qué fascinan tanto los dimes y diretes de esta gente?

La ‘pochade’ ochocentista

Del trabajo del semiólogo Umberto Eco se desprende que este interés compartido podría ser una aberración inherente a la cultura de masas. “A poco que reflexionemos”, señala en la agotadora introducción de Apocalípticos e integrados, “deberá parecernos monstruosa la situación de una sociedad cuyas clases populares obtienen sus oportunidades de evasión, de identificación y de proyecciones, a partir de la transmisión televisada de una pochade ochocentista en la que se representan costumbres de la alta burguesía de fin de siglo”.

Siendo claro que ninguno de los sujetos, que somos don Álvaro Onieva, mi santa madre y un servidor, descuella especialmente de las mencionadas clases populares, nuestro embelesamiento con Fortunata y Jacinta debe responder más o menos a la búsqueda de los placeres enunciados por Eco. Y digo más o menos porque la historia de Galdós, según la trasladó TVE, antes que la cotidianidad de la burguesía observa los intentos de una mujer de insertarse en ella y sus comodidades.

La serie está repleta de grandes intérpretes. (Fuente: TVE)

Quizás nos fascine de la serie su distancia. Nos reímos cuando Jacinta espeta que “me han dicho que entretienes a una mujer”, o cuando hablan de que fulanito le ha puesto una casa a menganita; pero el reciente asunto Merlos nos ha demostrado que pueden intercambiarse los pisos del Madrid decimonónico por programas en la televisión regional y la cosa resulta bien cercana. Esa señora mayor que cree que todo el mundo está esperando a que llegue ella para morirse también dista poco de las viejas de mi pueblo. Y no hablemos de que Garci hizo en 2012 una película sobre ese mismo Madrid de Galdós que, con mucho esfuerzo, conseguía parecer bastante más vieja que la serie de Camus, de 1980.

Beata del tal o hija de cual

También puede que amáramos de ella su estilo, que, según Álvaro, traduce a lenguaje audiovisual los mecanismos realistas del escritor canario, aunque morfemas como la narradora reverberante en off resulten especialmente envejecidos. O que nos sumáramos al fortunitismo por las oportunidades catárticas que nos ofrecía ese catálogo de personajes abyectos que, en el fondo, representan lo peor de nosotros. De algunas de nuestras bocas brotaron barbaridades, siempre impulsadas por la identificación con la protagonista y el deseo de que la dejaran en paz de una vez. Que si esta es una beata del tal, o aquella una pedazo de hija de cual.

No todo fueron arrebatos de furia, también nos quedamos dormidos. Y se queda uno dormido porque la serie, en fin, es un rollo. Su crónica de una capital que camina sobre el espantoso filo de lo moderno, a punto de llenarse de cinematógrafos y tranvías, es demasiado importante para ser frenética, así que se ve como ve uno una película de Víctor Erice: aspira su elegancia portentosa y lucha por no cerrar los párpados. Pero también es un culebrón, con una trama que se comenta en términos de miradas furtivas y ataques de cuernos. Un culebrón prémium.

Fortunata y Jacinta es tele de una escuela clásica, que mece al espectador en lugar de llamar su atención a gritos. Y enarbola con orgullo una naturaleza que está en el corazón del medio televisivo, la función más honesta y humana del entretenimiento: la de acompañar. Es una serie con la que reír y llorar, en preciadas ocasiones incluso ambas cosas a la vez; para compartir, preferiblemente, ya sea hundidos en un mismo sofá o vía WhatsApp. Una serie que, por ser eso mismo, seriada, habitual, conocida, es además un amigo.

‘Fortunata y Jacinta’ está disponible completa en RTVE a la carta.

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antonio

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