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British TV: ‘Broadchurch’

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Un pueblecito alojado frente a una bahía artificial. Unas playas de arena fina, ora marrón oscuro, ora amarilla, según suba o baje la marea. Campos verdes al norte, el Canal de la Mancha al sur. Casas de pescadores desafiando al viento. Senderos sinuosos transitando por las cimas de los albiones (cierre los ojos y entone el clásico de Jimmy Cliff, Many Rivers To Cross). Té para desayunar y merendar, y coches circulando por la izquierda.

Sí, este marco corresponde a una estampa típica inglesa, concretamente a West Bay, una pequeña localidad del sur de Inglaterra, a mitad de camino entre Plymouth y Portsmouth, donde lo más trepidante que sucede son las fiestas veraniegas alrededor de los restaurantes frente a las playas, y las apuestas por los hándicaps en el Bridport and West Dorset Golf Club . Dicho de otro modo, un sitio donde nunca ocurre nada.

West Bay fue el lugar escogido para rodar Broadchurch. Bueno, los exteriores, porque Clevedon, un pueblo cercano a Bristol, fue el elegido para rodar como tal el pueblo. Y como West Bay, en Clevedon (como curiosidad “alocada” baste decir que la ciudad tiene su propio superhéroe: Captain Clevedon), nunca ocurre nada. Sin embargo, y en el caso que nos atañe, cuando ambas se funden en la ficción, nace Broadchurch. Y la cosa cambia.

Chris Chibnall es el creador de la serie (ojo a este nombre: será el próximo showrunner de Doctor Who), y presentó el guión del primer capítulo en 2011 a ITV; gustó tanto que, a los pocos meses, entró en preproducción. Se acabó de rodar a finales del 2012 y se estrenó en marzo del 2013. En un principio, la serie estaba destinada a ser una miniserie de ocho capítulos autoconclusiva, pero el éxito que cosecha insta a la productora a planificar una segunda y una tercera temporada, ésta recién estrenada. ¿Dónde reside el inesperado éxito de este producto?

Cuando atisbé la posibilidad de ver esta serie, decidí investigar sobre ella porque no tenía referencia alguna. Curiosamente, algunos críticos de televisión coincidían en que Broadchurch guardaba muchos paralelismos con Forbrydelsen (The Killing), especulando con un acercamiento británico al nordic-noir (género, o subgénero, no sabría definir, del thriller nórdico o escandinavo) tan en boga los últimos años (reflexión que comparto).

Si, además, le añadimos un guión compacto, dos actores principales de gran calado (David Tennant y Olivia Colman) y que saben llevar el peso de los ocho capítulos, y una argucia por parte de la producción que realza el tránsito narrativo desde el comienzo hasta la conclusión (durante el rodaje, sólo cuatro miembros del reparto conocían la identidad del asesino), entendemos el porqué de su éxito.

La primera temporada nos presenta un suceso tan macabro como atractivo en la ficción: el asesinato de un niño de once años. La policía local se hace cargo de la investigación de la mano de Olivia Colman, aunque será David Tennant, destinado a Broadchurch para asumir el mando, quien se hará cargo del caso. Esta dupla, y sus conflictos, forma el eje conductor de toda la trama: una laberíntica sucesión de hechos, a modo de ovillo enredado, que ambos desgranan con bastante poca ayuda de los habitantes del pueblo.

Y es que la bucólica Broadchurch esconde mucho más de lo que aparenta. El asesinato del niño funciona como un resorte donde todo el mundo, cuando comienzan las pesquisas, se revuelve en su cómodo y seguro sofá; las suspicacias que levantan a su paso Tennant y Colman desembocan en la fractura de las sólidas relaciones de los vecinos relacionados con el niño asesinado y su familia. Y, como en la realidad, nadie quiere desvelar sus secretos, por muy inocentes e inocuos que sean. El tono es claustrofóbico y lúgubre (incluso cuando la escena se desarrolla en exteriores y de día) e imprime al juego narrativo un toque de desesperación que sacude constantemente al espectador.

Esta narración, por otro lado, cae constantemente en una ambigüedad calculada donde cualquiera es sospechoso e inocente y donde, ex profeso, has de ver el último capítulo para conocer la identidad del asesino (dejaremos un interrogante en este apartado). Ambos actores protagonistas están rodeados de un elenco de secundarios que resuelven con brillantez sus papeles (a mi juicio Jodie Whittaker está fantástica) y que resultan imprescindibles para dotar de veracidad a la historia.

Lo mejor: Si ves el primer capítulo, querrás ver todos del tirón.

Lo peor: Que no dure más.

El éxito de la primera temporada, donde se cierra su trama principal, insta a ITV a producir una segunda, donde el elenco actoral es el mismo (con tres incorporaciones muy reseñables, Marianne Jean-Baptiste, Charlotte Rampling y James D´Arcy). ¿Pero cuál será la historia que atrape, o al menos lo pretenda, una vez que conocemos la identidad del asesino? ¿Por qué vericuetos, y atractivos, discurrirá la historia? El proceso judicial.

David Tennant y Olivia Colman asisten al juicio donde se juzgará al asesino del niño. Mientras Tennant sufre el regreso de un fantasma del pasado (motivo por el que regresó a Broadchurch), Colman vivirá un infierno por las implicaciones personales y directas del caso con su vida. La temporada comienza con la exculpación del asesino, lo que lleva a dividir a los habitantes del pueblo en dos bandos encabezados por dos abogadas que se conocen muy bien: los personajes de Marianne Jean-Baptiste y Charlotte Rampling, siendo la primera discípula de la segunda tiempo atrás.

Paralelamente, un crimen no resuelto por David Tennant en el pasado (dos niñas desaparecidas en la localidad cercana de Sandbrook) se convierte en la otra gran trama de la temporada. La confluencia de las dos tramas será el vehículo durante toda la historia, no estando acertados, bajo mi punto de vista, los nexos de unión entre ambas.

Chris Chibnall realiza una vuelta de tuerca en el guión y pasa de un thriller en toda regla a una simbiosis entre una clásica película sobre juicios (de ocho capítulos) y la catarsis que todo policía sufre cuando el pasado llama a su puerta. Por un lado, y sin ningún escrúpulo, critica el sistema judicial, sus intrincados engranajes, sus resortes amparados en la ambigüedad, la manipulación y mediatización del jurado, las dudas razonables o racionales, las zonas negras donde asirse en pos de un cliente y no de la verdad.

Por otro, cómo afecta en la moral y rectitud de Tennant ese crimen insoluble del pasado (personalizado en James D´Arcy). Esa pugna entre las reglas y su importancia, y la importancia de saltarse las reglas, todo con objeto de liberarse de sus demonios particulares y de llegar al final de su objetivo, donde es capaz de arrastrar a una maravillosa Olivia Colman en tal devenir.

El final, que no desvelaré por motivos obvios, es un tanto edulcorado para mi gusto. Hay un punto de amargura, sí, pero dulcificado innecesariamente por un marchamo de moralina que, lejos de cerrar con coherencia la historia, decepciona un tanto.

Lo mejor: Tennant y Colman, y el proceso judicial.

Lo peor: La interconexión en las tramas y la pérdida de profundidad de algunos personajes.

¿Y la tercera temporada? Recién estrenada, aún no he tenido oportunidad de ver el primer capítulo. A tenor del teaser, críptico donde los haya, tengo la sensación (ojo, es una sensación) de que la serie volverá por los derroteros de la primera. Por lo menos, así lo espero. De todas maneras, tengo ganas de volver a ver esos jurásicos (como lo oyen) acantilados de West Bay. Perdón, de Broadchurch…

juan

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