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Los acentos de ‘La Peste’ también cuentan una historia

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(Fuente: Julio Vergne/Movistar+)

En las series españolas se han superado muchos prejuicios e inercias que, durante años, les impedían evolucionar y dar el salto cualitativo y de repercusión que habían protagonizado ficciones de otros mercados europeos más pequeños. Fotografías más realistas y más contrastadas, uso extensivo de localizaciones naturales, la búsqueda de rostros nuevos en los repartos, duraciones de episodios y temporadas más flexibles (y más cortas)… Sin que los temas hayan cambiado excesivamente, la producción televisiva en España ha ido creciendo y adaptándose a los nuevos tiempos. Sin embargo, persisten algunos aspectos en los que cuesta dar ese paso adelante: los acentos.

Cuando se estrenó la primera temporada de La Peste, Twitter repitió dos quejas que Movistar+ terminó haciendo suyas para la promoción de la segunda: que no se veía nada y que no se entendía nada. El primer caso entraba en cuestiones de calidad y de experiencia de visionado que ya se discutieron ad infinitum con el episodio de la batalla de Invernalia de Juego de tronos: las iluminaciones así de dramáticas, tenebristas, como escapadas de cuadros de Caravaggio, encajan peor en el hábito de ver nuestras series en el móvil, mientras vamos al trabajo por la mañana.

El segundo caso apunta a otros asuntos que, probablemente, son más complejos de lo que se puede comentar aquí, pero que nos llevan a menudo a darnos cuenta de que los diferentes acentos regionales de España se representan muy poco en televisión, y cuando se hace, el público se sorprende. Volviendo a La Peste, el cerrado deje de sus sevillanos pobres construía tanto su mundo como la mugre y sordidez de sus mancebías o la opulencia de sus mansiones nobles. Lo mismo ha ocurrido este otoño con Malaka; el uso de jerga, que personajes que, en apariencia, podríamos considerar extranjeros hablasen con acento malagueño, que otros que regresan a su ciudad sólo conserven parte de él… Cuando la doctora Neela Rasgotra entraba nueva a las urgencias del hospital County General, lo que más la describía no era que no fuera blanca y rubia, sino que tenía acento del oeste de Londres.

Las expresiones gallegas de los personajes de Fariña, que en Merlí: Sapere Aude se vaya a alternar entre el catalán y el castellano o que el acento peninsular de Candela Peña en Hierro la distinga aún más entre la población isleña (o ese muy canario “mi niño” del personaje de Antonia San Juan) construyen tanto a los personajes y el mundo de las series como el vestuario, la ambientación, la música o la fotografía. Boyd Crowder reunía en Justified no sólo el musical acento del sur de Estados Unidos (Kentucky, en este caso), sino una manera de hablar sumamente correcta y educada que contrastaba con sus actividades delictivas.

Que en La Peste haya personajes con un habla sevillana muy marcada y otros que no la tengan establece diferencias no sólo de origen, sino también de extracción social. Y que en la ciudad se escuchen todo tipo de acentos describe mucho mejor lo cosmopolita que era en su época de gran esplendor en el siglo XVI que cualquier línea de diálogo.

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marina

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