La elección de la historia que abre American Horror Stories es cuestionable. Y no porque no sea entretenida o interesante, que lo es, o porque no dé miedo. Pero el reto al que se enfrentaban Ryan Murphy y Brad Falchuk con este spin-off de American Horror Story era complicado: por un lado debe tener el sabor de la serie original, pero por otro hay que probar que tiene sentido abrir su universo de terror a historias independientes, más allá de por puro negocio.
Por eso sorprende que la apuesta inicial de American Horror Stories sea un episodio doble en el que volvemos a la Casa del Crimen de la primera temporada. Primero, es curioso que vendan una antología de episodios independientes para empezar haciendo una historia de dos partes (que se percibe casi como una segunda parte de Murder House muy comprimida, lo cual no es en absoluto algo negativo); segundo, quizás era demasiado jugar sobre seguro. No en vano, esta es la tercera vez que volvemos a la mansión angelina tras Hotel y Apocalypse.
Sin embargo, ha pasado suficiente tiempo desde la primera temporada de American Horror Story como para que nos apetezca volver. Parece como si, siguiendo la imperante moda de los reboots, Murphy y Falchuk hubiesen decidido reciclar su propio producto con una nueva versión. Misma casa, nuevos incautos propietarios, casi idénticos mecanismos de terror. Aquí tenemos a un matrimonio, Michael y Troy, que se mudan a la casa junto a su hija adolescente, Scarlett, con intención de remodelarla y convertirla en un alojamiento que atraiga a los fanáticos del terror. La idea de la pareja es inteligente a nivel comercial, desde luego, si no fuese porque ya venimos con la lección aprendida de que los fantasmas aquí son de verdad.
Desde ahí, los giros y requiebros de la historia no se salen de los cánones de American Horror Story, pero tampoco van siempre a lo más predecible y mantienen la tensión. Lo hace gracias a una dirección notable y a que resulta muy sencillo entrar en ambiente nada más pisar el edificio. No olvida tampoco los toques de humor, marca de la casa, que retratan a las miserias de la clase privilegiada. Sí se echan de menos, en cambio, apariciones de antiguos huéspedes de la mansión ya conocidos (vemos muy brevemente a Thaddeus, los gemelos y una de las enfermeras). Que no iba a aparecer Jessica Lange estaba claro (demasiado esfuerzo fue traerla de vuelta a Apocalypse), pero algún otro cameo se hubiera agradecido.
Con todo esto, podemos volver a la pregunta de si era necesario hacer un spin-off de American Horror Story. ¿Es innovador o imprescindible? No realmente. ¿Resulta suficientemente entretenido y bien hecho como para que no sintamos que perdemos el tiempo? Desde luego. No es mal comienzo para la propuesta aunque vaya sobre seguro. El resto de episodios determinarán si la obra es simplemente un acompañamiento o si verdaderamente logra destacar.
‘American Horror Stories’ se emite los miércoles en Disney+.