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Crítica: ‘Black Summer’ ahonda en el peso de las gargantas rotas en su segunda temporada

(Fuente: Netflix)

Esta crítica se ha escrito tras ver los cuatro primeros episodios de la segunda temporada de ‘Black Summer’ y no contiene spoilers.

Atraviesa el tráiler de la segunda temporada de Black Summer, la serie de zombis de Netflix, un diálogo de uno de sus personajes, Rose. La sufrida madre que conocimos en la entrega anterior es, supuestamente, la protagonista de la historia; sin embargo, el dispositivo de la serie es tan cruel y animal que hablar de principales y secundarios pierde todo sentido. Por ello, más que vaticinar un cambio en el rumbo dramático de la ficción, las palabras del tráiler parecen en realidad un gazapo de márquetin: si se ha visto la serie con atención, no se puede pensar que sus personajes importan.

La apuesta de su primera temporada era cristalina: en el tránsito de la comicidad de Z Nation, la producción original de SyFy ambientada en un mundo ya zombificado, a la mucho más circunspecta Black Summer, la narración debía volverse brusca y áspera. En aquellos inolvidables ocho episodios, la mencionada premisa se tradujo en afasia: fuera por lo apremiante de la situación —el «verano negro» en el que estalló el apocalipsis—, las fronteras lingüísticas o el borrado drástico de las líneas de la ética y la humanidad, al comienzo de Black Summer apenas se hablaba. Ese rasgo trágico se mantiene en esta segunda temporada.

La insistencia en el silencio de una serie tan parca en palabras como en la construcción de motivaciones responde a su discurso último. Lo que perecería primero en una crisis como la que se retrata aquí sería la convivencia, el contacto, el recurso comunal más valioso que poseemos: el lenguaje. Esa batida sigue encabezándola en la nueva temporada Sun, uno de los personajes más interesantes precisamente por el vacío sobre el que se erige, pues habla un solitario coreano sin subtitular frente al inglés predominante. La superviviente carga por sí sola con el peso de millones de gargantas rotas por la catástrofe.

Esa misma inercia genera, no obstante, la sensación de que la temporada 2 de Black Summer existe a la sombra de su abrumadora primera entrega. La arquitectura de los ocho nuevos episodios avanza en la fragmentación de que hacían gala los anteriores, cambiando las visiones estereoscópicas (un mismo hecho, varios puntos de vista) por collages temporales todavía más desordenados. Todo ello, dando continuidad al refinado gusto por el plano secuencia que ya es marca de la casa. Entretanto, el devenir del grupo de figuras protagonistas interesa cada vez menos.

La razón no es la desidia de unos creadores igual de implicados que la primera vez —no puede decirse lo mismo de la plataforma, que tardó más de medio año en renovar una de sus series más interesantes y apenas la promociona—. Se trata más bien del entumecimiento de la propia trama, inevitablemente previsible a medida que se aleja en el tiempo del caótico y fascinante momento del brote zombi. Suerte que lo que se cuenta nunca fuera el fruto más jugoso de Black Summer; la ficción de Netflix sigue contándolo, sea lo que sea, de formas de lo más atrevidas y valientes.

‘Black Summer’ puede verse en Netflix.

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