Esta crítica se ha escrito tras ver la primera temporada de ‘Blood & Water’ y no contiene spoilers.
Las historias con adolescentes en el colegio siempre han funcionado. El recuerdo más reciente posiblemente sea la tórrida Élite, pero hay múltiples títulos que repiten el entorno. Drama, amores, peleas y uniformes es lo que podremos encontrar en Blood & Water, la última serie de Netflix, grabada en Sudáfrica y que viene para traernos una nueva saga de problemas juveniles.
La vida de Puleng ha estado marcada por la desaparición de su hermana, un bebé que fue robado del hospital hace 17 años y que se ha convertido en el centro de las atenciones familiares. Harta de estar condicionada por su pasado y por lo que este salpica en su presente, decide cambiar de colegio a un centro de élite de esos donde tu futuro queda marcado desde el momento en el que atraviesas su puerta; en él perseguirá la solución a la duda sobre el destino de su hermana.
El misterio se supone que es el motor de una historia que desaprovecha bastante sus virtudes pero que, pese a todo, entretiene y se convierte en una serie ligera y corta para ver sin demasiada concentración. A su favor podría contar rodarse en Sudáfrica y poder enseñar cosas desconocidas para el europeo medio, pero decide optar por mostrar, en su mayoría, un entorno que pertenece más a Las Encinas o Chilton que a nada que lo relacione con su territorio. De la localización extraemos un par de imágenes aéreas del barrio menos adinerado y algún detalle del mobiliario interior; una lástima, la verdad.
Pese a desaprovechar el componente de misterio y la posibilidad de una personalidad propia, queda una ficción en la que los elementos conocidos tejen una estructura suficientemente completa como para que aguante. No muchísimo, tampoco es para echar cohetes, pero consigue ser una propuesta de entretenimiento ligero. El mayor de sus problemas es la falta de lógica de su premisa.
Todos aceptamos que el punto de partida en algo así no tiene por qué ser razonable. Nadie quiere ver una serie de chavales que dedican la tarde a jugar a un videojuego o a dar un paseo por el barrio. Hace falta más, un punto de locura que los meta en situaciones límite. Bien, pero la premisa de Blood & Water pretende convencernos de que una chica ve a una joven a lo lejos y decide, porque sí, que tiene que ser su hermana perdida. Incluso aceptando este sinsentido, la forma de desarrollarse es igualmente inverosímil.
Y pensaremos que eso mismo pasa en otras series, pero otras tienen la suficiente inteligencia para poner el resto de la ficción a un nivel en el que simplemente tienes que hacer un acto de fe general. El argumento chirría cuando esos milagros ocurren en entornos corrientes o cuando su forma de crecer es demasiado ilógica. Blood & Water experimenta una mezcla entre ambas. Tras una premisa alocada, le falta ambición o atrevimiento para lanzarse con todo y le sobra algo de intensidad dramática.
La primera temporada de ‘Blood & Water’ está disponible en Netflix.
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