Esta crítica se ha escrito después de ver los dos primeros episodios de la segunda temporada de ‘Castle Rock’. No contiene spoilers.
Empezaré revelando mis cartas. No vi la primera temporada de Castle Rock, no he leído el libro de relatos Las cuatro después de la medianoche, El misterio de Salem’s Lot ni la novela Misery. Y tampoco he visto la adaptación al cine que protagonizó Kathy Bates. Quería decirlo abiertamente porque, en caso de que notéis alguna ausencia obvia por mi parte en cuanto a referencias, no será porque se me ha olvidado sino, simplemente, porque no he sido capaz de verlas.
Aunque supongo que en algún momento de esta temporada se establecerá alguna conexión con la primera, por lo que he comprobado en las críticas de Estados Unidos, parece que no hay ninguna en los primeros dos episodios. Lo que puedo deciros después de haberlos visto es que, si como yo, tenéis curiosidad por entrar directamente a esta segunda parte de la antología, podéis hacerlo sin miedo a que os estéis perdiendo algo: no es requisito haber visto la primera; es una historia nueva.
El personaje que nos introduce en la temporada 2 de Castle Rock es Annie Wilkes (Misery), a quien conocemos por primera vez como una adolescente que está huyendo con la ropa cubierta de sangre. Lo que viene después de esa corta escena, con Annie ya en su edad adulta (Lizzy Caplan), es el mejor inicio de un episodio que he visto en mucho tiempo.
Con un despliegue de elocuencia narrativa y mucha economía de recursos, la serie solo necesita el tiempo que dura la canción Let The River Run para mostrarnos cuál es el estado mental de Annie, por qué recorre Estados Unidos de hospital en hospital, cuál es la dinámica de la relación con su hija Joy (Elsie Fisher, Eighth Grade) y cómo -y por qué- esta cambia a través de los años. Hasta que (y ese guiño sí lo pillé, creo) se ven obligadas a hacer una pausa en su camino para quedarse en Castle Rock.
(Fuente: Dana Starbard/Hulu)
Fisher tiene una naturalidad y una madurez interpretativa excepcionales, pero el trabajo de Caplan funciona como un imán del que no podemos escapar. Los problemas de salud mental de Annie están en una lucha constante con su necesidad de mantener el control de las situaciones, y eso hace que sus interacciones sociales siempre parezcan las notas de un instrumento desafinado tocado por alguien que cree que no lo está.
Cuando habla con Joy (su nombre sería lo opuesto a misery) escuchamos a una persona perturbada por su pasado, por los desajustes químicos de su cerebro y por las ideas del sistema rígido con el que creció. En sus ojos vemos trauma y miedo, pero sus acciones son las de una persona de gran agilidad mental, que ha aprendido a leer a sus interlocutores para manipularlos y que es capaz de cualquier cosa cuando siente que ella o su hija corren peligro.
(Fuente: Dana Starbard/Hulu)
No todo gira alrededor de ellas, hay otra trama con la de la gente del pueblo, en el que hay una comunidad de refugiados somalíes y una familia corrupta que lo controla todo, los Merril, cuyo patriarca está interpretado por Tim Robbins. De ellos nos ofrecen más información en el segundo episodio, en el que se nos habla de su pasado y se intuyen unas relaciones mucho más complejas de lo que parecen en un principio. De todos esos personajes, mi preferido es la doctora Nadia.
Además de un inicio extraordinario, el primer episodio también tiene una escena hacia el final que sorprende. Hará que instintivamente queráis apartar la vista (pero sin que podáis siquiera parpadear) y lo más probable es que os produzca risa nerviosa, por su violencia gráfica. El segundo no está al alto nivel del inicio, al menos para mí, pero Castle Rock me ha cautivado lo suficiente para querer acompañar a Annie Wilkes en su viaje de esta temporada. Ya soy su fan número uno.
Los nuevos episodios de ‘Castle Rock’ están disponibles los jueves en Movistar+.
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