Esta crítica se ha escrito tras ver la temporada completa de ‘Ciudad invisible’ y no contiene spoilers.
El peligro de mezclar demasiados géneros en una historia es que, por lo general, acaban difuminándose en la narración; más aún cuando, como es este caso, se trata de una serie de siete capítulos de escasa media hora donde apenas tenemos oportunidad de saborear el resultado. Ciudad invisible fue presentado como un thriller fantástico donde un policía del Departamento de Medio Ambiente brasileño, después de vivir la muerte de su mujer, descubre que hay un grupo de criaturas sobrenaturales del folclore brasileño que adoptan forma humana y que conviven con los propios humanos. Conservacionismo, fantasía, investigación, drama, terror…
La historia comienza con la muerte de Gabriela en un bosque de cedros, mientras busca a hija extraviada. Su esposo, Eric, cree que el fallecimiento no ha sido un accidente sino un asesinato y empezará por su cuenta una investigación paralela. Al poco, un extraño suceso detona la historia: la aparición de un delfín rosado de agua dulce varado en las costas de Río de Janeiro. La imposibilidad de llevarlo a tiempo al depósito, le obliga a cubrir su cuerpo con hielo para su conservación. Este hecho, en absoluto casual, le cita con un cadáver cuyos ojos están en blanco y con un hombre cojo que le llama poderosamente la atención. Entretanto, la hija de Eric, Luna, que vive con la abuela, empieza a tener un comportamiento extraño y la aparición de Inés (la Cuca) y Camila (la sirena) en las vidas de Eric y Luna invita a Eric a desoír sus casos oficiales para centrarse en la muerte de su mujer y, sobre todo, de su pasado.
El inicio es prometedor, pero el inmediato desarrollo hace aguas enseguida. La historia nos propone varias tramas, como la controversia por la urbanización del bosque de los cedros entre el propietario de los terrenos y las familias que viven allí, la presentación del folclore brasileño, poco o nada conocido por estos lares (desde el Sací, un joven de una sola pierna que aparece o desaparece a voluntad gracias a su gorro rojo a la Cuca, una anciana bruja de aspecto aterrador que se lleva a los niños si no se duermen por la noche), el críptico pasado de Eric y la muerte de Gabriela y, por último, los problemas entre Eric, Luna y su abuela. Sin embargo, la mayoría de las líneas argumentales se quedan en meras proposiciones.
La sensación que deja capítulo tras capítulo hasta el final es la de querer abarcar demasiado en muy poco metraje. Salvo la trama de Eric y su pasado, el resto o bien quedan inconclusas o bien se pierden sin que sepamos qué ocurre. Y lo mismo pasa con algunos de los personajes secundarios: sus historias se extravían sin que sepamos a qué se debe. O aparecen cuando no viene a cuento, y sin explicación mediante, o desaparecen con la misma fórmula. Otra sensación que deja la serie es la de premura, pues los hechos se suceden abruptos, cortantes, donde apenas hay nexos que nos permitan hilvanar con solidez lo que sucede. Sin embargo, en los diálogos hay cierta pose telenovelesca sin sustancia, que alarga innecesariamente ciertas secuencias y que restan verosimilitud.
Así pues, Ciudad Invisible tiene una buena premisa, sin duda, pero naufraga en su desarrollo y conclusión.
‘Ciudad invisible’ está disponible en Netflix.