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Crítica: ‘The OA’ estropea en su final el factor sorpresa de la temporada 2

(Fuente: Nicola Goode/Netflix)

Esta crítica se ha escrito tras ver la temporada 2 completa de ‘The OA’.

The OA luce con honor su cartel de “rareza”. La creación de Brit Marling y Zal Batmanglij causó estupor cuando se estrenó, a finales de 2016, con su historia de gente encerrada en una especie de terrario, una joven ciega desaparecida que ha recuperado la vista cuando vuelve a casa y un hombre que se cree científico y mata y resucita a sus secuestrados para estudiar experiencias cercanas a la muerte. Está convencido que son la puerta a dimensiones alternativas.

La temporada arrancaba como un drama indie de chicos desubicados que encontraban un terreno común con las historias que les contaba Prairie, y acababa como algo más inclasificable, algo que generó tanto adhesiones incondicionales como burlas de todo tipo. Y críticas que se cuestionaban la decisión de utilizar un tiroteo en un instituto como clímax.

Hubo que esperar más de dos años para ver la continuación de la historia y para comprobar si Marling y Batmanglij continuaban sorprendiendo y confundiendo a los espectadores o si optaban por una narración un poco más convencional, y el resultado ha terminado siendo una mezcla de todo. O, mejor dicho, comienza como algo muy The OA y termina como una serie de superhéroes que saltan de dimensión en dimensión persiguiéndose mutuamente. Como si Nina Azarova fuera una versión indie de Rondador Nocturno.

La parte 2, como se denomina oficialmente la temporada, utiliza a un nuevo personaje, el detective privado Karim Washington, para reintroducirnos en el mundo de la serie y, sobre todo, presentarnos esa nueva dimensión, esa Tierra 2 en la que Prairie llegó a convertirse en la heredera rusa que era de niña y donde un extraño juego de móvil atrae a los adolescentes a una casa-puzzle que parece guardar secretos que tampoco son tan importantes. Al menos, hasta el final.

(Fuente: Nicola Goode/Netflix)

La casa, no obstante, sí es bien utilizada para crear tensión. Las secuencias en su interior juegan con los códigos del terror, subgénero de casas encantadas, y se logran algunas imágenes desconcertantes y potentes. Con Karim también se utilizan unas reglas determinadas, las del detective obstinado en un caso que le queda grande. Hasta investiga el mayor cliché en este tipo de historias como es la adolescente desaparecida. Sirve también para mantener algunos aspectos de la serie anclados a tierra. No se cree nada de lo que cuenta Nina/OA, demasiado empeñado en dar importancia sólo a lo que ven sus ojos, pero resulta ser el único preparado para asumir lo que le enseña el rosetón.

Hasta que llegamos ahí, no obstante, The OA ha estado saltando entre esta dimensión en San Francisco y la original en Michigan, donde los chicos intentan recuperarse del tiroteo y de la muerte de Prairie. Para algunos, como Steve, la única manera de hacerlo es aferrarse a lo que ella les contó, creer ciegamente en que les dijo la verdad. Otros, como Jesse, lo pasan bastante peor, y la huida hacia adelante que todos emprenden para comprobar si, de verdad, OA era quien decía ser tampoco le ayuda.

Su suicidio es otra tragedia que les convence más de que deben continuar por ese camino, y conforme avanza la temporada descubrimos que ambas dimensiones están mucho más conectadas. La lista de jóvenes desaparecidos que maneja el doctor Percy incluye a Steve, y cuando Rachel es asesinada por él visita a Buck en su espejo (uno de los momentos, por cierto, más inquietantes, aunque no lo sea realmente).

La historia de todos ellos (dirigida con mucha delicadeza por Andrew Haigh) se pierde un poco, sin embargo, en medio de todo lo que se construye en la segunda mitad de la parte 2. La recuperación de Prairie de la identidad de Nina, el hallazgo de Hap sobre cómo orientarse en los saltos interdimensionales (con una imagen en una piscina que parecía sacada de Hannibal) y la carrera por desentrañar los secretos de la casa van creando un clima de anticipación que el último episodio sí que aprovecha al máximo.

(Fuente: Scott Patrick Green/Netflix)

La narración entrelazada del enfrentamiento entre Nina y Hap, de Karim llegando al rosetón y de los chicos haciendo los Movimientos para enviar a BBA a Tierra 2 (más el doctor Roberts recordando por fin a Homer) consigue elevar con mucha eficacia la tensión, y la revelación final de que el rosetón da una dimensión totalmente meta, en la que se está rodando una serie (o película) sobre la casa y la investigación de Karim es un giro al mismo tiempo inesperado y convencional.

¿Por qué? Porque, en realidad, The OA cuenta la lucha entre OA y Hap por controlar los saltos interdimensionales. Teóricamente, ella quiere hacerlo por las razones correctas, mientras él no acaba de comprenderlos y no se detiene ante nada para saber más. Hay más matices que si fuera una pelea entre el Bien y el Mal, pero ésa es la idea. OA cuenta con aliados que saltan para ayudarla y Hap siempre busca utilizarla para sus propósitos.

El esquema básico de la serie es ése. Lo salpimenta con pulpos gigantes telépatas (que, esto sí, es lo más bizarro y extraño que veremos en televisión este año), francesas misteriosas que saben más sobre viajar de lo que parece y angustia existencial adolescente, pero viene a ser como si las persecuciones entre Flash y Reverse Flash por diferentes épocas y Tierras estuvieran escritas por universitarios con ínfulas.

Esto no quiere decir que The OA no haya optado por ideas alocadas y que no haya habido tramas bien llevadas (y que el giro final no sea sorprendente), pero lo que implica su última escena quita gran parte de la magia a todo lo que hemos visto anteriormente.

‘The OA’ está disponible en Netflix.

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