Kaitlyn Dever, en ‘Creedme’. (Fuente: Beth Dubber/Netflix)
Esta crítica se ha escrito tras ver los ocho episodios de ‘Creedme’. No contiene spoilers.
Si pensábais que el cuarto capítulo de Así nos ven era difícil de ver, preparaos para el primero de Creedme (Unbelievable) en Netflix. Es una miniserie basada en hechos reales, contados en un largo y muy recomendable reportaje de ProPublica, ganador de un premio Pulitzer en 2015 (y que es mejor que leáis después de haber visto la serie), y que sigue dos líneas paralelas. Por un lado, en la ciudad de Lynnwood, en el estado de Washington, una joven de 18 años denuncia ante la policía, en 2008, que un hombre ha entrado en su apartamento, la ha atado, le ha vendado los ojos y la ha violado. Por otro, en 2011, dos detectives de ciudades vecinas del estado de Colorado investigan dos casos de violación en los que las víctimas fueron atacadas en sus camas, atadas y sus ojos vendados.
El primer capítulo de Creedme se centra enteramente en Marie, la víctima de Lynnwood, y en cómo la actuación de dos policías que se dedican más a buscar inconsistencias en su relato que a dilucidar si tienen a un violador muy cuidadoso suelto termina por provocar que ella misma dude de lo que le acaba de ocurrir. Ese primer episodio figura entre lo más duro de ver de este año, y no porque sea explícito, sino porque el sufrimiento de Marie no se acaba después de que su atacante se marche de su apartamento.
Traumatizada, con un pasado a cuestas muy complicado y con problemas para ganarse la confianza de la gente, Marie se encuentra ante una situación imposible. Y la miniserie, creada por Susannah Grant, se dedica a explorar las consecuencias que todo esto tiene en ella hasta el final. Se hace de una manera respetuosa y huyendo del sensacionalismo, y ayuda a ello que Kaitlyn Dever, la intérprete de Marie, es una gran actriz que, hasta ahora, pasaba desapercibida para quienes no la vieran en su momento en Justified o en la comedia estival Super empollonas.
(Fuente: Beth Dubber/Netflix)
La historia de Marie se desarrolla en paralelo a la investigación de esas dos detectives de Colorado, Karen Duvall (Merritt Wever) y Grace Rasmussen (Toni Collette), cuyo modo de actuar contrasta enseguida con el de los policías que llevaron el caso de Marie. Es probable que su punto de vista femenino les dé otra perspectiva y también puede ser que, simplemente, lleven más años investigando violaciones y agresiones sexuales de todo tipo. Desde el primer momento, cuando Duvall entrevista a una víctima asaltada en su apartamento, queda patente esa diferente manera de afrontar la investigación y, además, que estamos ante el violador de Marie, actuando tres años después.
El punto de vista, de hecho, es muy importante en Creedme. Está siempre del lado de las víctimas incluso cuando son Duvall y Rasmussen las que centran el relato. La empatía de la primera y el empuje de la segunda se basan en la necesidad de escucharlas y de recordar que es por ellas por las que están haciendo su trabajo. Son tenaces y, en manos de Merritt Wever y Toni Collette, también resultan sumamente entretenidas de ver.
Ese aspecto de la miniserie, el policiaco, cuenta minuciosamente casi todos los detalles de los pasos seguidos para buscar a ese violador en serie, un poco al estilo de como lo hacen algunos policiacos británicos tipo Principal sospechoso o hasta Line of duty. Jamás es tedioso porque a Wever y Collette las veríamos hasta leer simplemente una lista de matrículas de furgonetas Mazda de color blanco, y la química entre ellas se traslada a su relación con el resto del equipo. Si Netflix quisiera convertir Creedme en una serie de antología con Duvall y Rasmussen trabajando juntas, no encontraría oposición.
El modo que ambas tienen de afrontar la investigación es el de la miniserie a la hora de contar la historia de Marie. No convierte a nadie en villano; como mucho, un sistema de creencias que, como dice un abogado en un capítulo, lleva a que se desconfíe del relato de una víctima si lo es de una agresión sexual, algo que no ocurre si lo es de un robo, por ejemplo. Pero enseña las consecuencias que ese sistema de creencias tiene en mujeres que van a vivir con el trauma de esa violación todas sus vidas.
En un año en el que las miniseries han rayado a un gran nivel, con ejemplos recientes como Chernobyl o Así nos ven, Creedme se sitúa entre lo mejor que la ficción televisiva va a dejarnos en 2019. Con un par de excepciones en el tramo final, su esfuerzo por no dejarse llevar por el sentimentalismo y por contar las cosas como ocurrieron hace que cale más lo que acabamos de ver.
No tendremos suficiente de las detectives Duvall y Rasmussen y comprenderemos perfectamente que lo que le ocurre a Marie no puede dejarse atrás. El respeto por las víctimas es el estándar que sigue la serie (con algunos capítulos dirigidos por Lisa Cholodenko, incluido el primero) y es lo que consigue que sea un visionado, aunque no lo parezca, adictivo. Y la cuidadosa construcción de su clímax hace que éste llegue en una escena que resultaría anodina y rutinaria de otra manera, pero que aquí llega cargada de simbolismo y emoción.
Esto va mucho más allá del true crime y es mucho mejor.
‘Creedme’ se estrena mañana, viernes 13, en Netflix.