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Crítica: ‘Cuéntame cómo pasó’, Mercedes y la búsqueda de su identidad

Mercedes ha decidido replantearse su vida en ‘Cuéntame cómo pasó’. (Fuente: TVE)

El matrimonio de los Alcántara pertenece ya al imaginario común. Hasta hace pocas semanas, nadie pensaba que la vida pudiera seguir sin Mercedes y Antonio juntos, pero no nos ha quedado otro remedio que hacernos a la idea. La familia lleva muchas décadas cambiando permanentemente y los años 90 no pintan nada tranquilos. Con la emisión del episodio 358, nos vamos al descanso de mitad de temporada con las ideas un poco más claras y los nervios igual de atrapados.

Mercedes necesita reivindicarse

Nuestra Merche necesita aire. Por no ser, no quiere ser de nadie, ni nuestra. Son décadas de comparsa de alguien que usa a la familia como excusa, pero que en el fondo lo hace todo por él mismo, por su ego, por lo que pueda llegar a suponer huir del hambre y triunfar en la gran ciudad. No es una cuestión de vengarse de Antonio, ni de que él la cuide o la deje de cuidar, o no sea suficiente. Es cuestión de que, por una vez se trate solo de ella. De sus necesidades, de sus deseos.

Tras la huida que vimos en los pasados capítulos (donde hubo de todo, ataques de ansiedad, vestimenta popera y señores atractivos de voz profunda a los que conocer), sigue perdida, pero por lo menos poco a poco va viendo la luz. Mercedes ya lo ha hecho todo en esta vida. Ha crecido, ha criado, ha cuidado. Ahora le toca recoger las ganancias de esos tiempos, disfrutar de su dinero y encontrarle sentido a la vida como individuo independiente. No es un copo de nieve.

Lo mismo que sufre ella lo llevan sufriendo muchas mujeres desde los años 80 y 90. La sociedad de consumo, la modernidad, nos ha dicho que debemos invertir recursos no solo en lo imprescindible sino también en cosas que se hacen por placer. Se estudia por placer, se trabaja en lo que se escoge (o se intenta), se compra ropa por gusto, más allá de la necesidad y, en definitiva, se decide cómo ser. Salvo mujeres como Mercedes, a las que siempre les han dejado tener hobbies y por eso no se pueden quejar. A su lado, el marido se considera moderno porque no es como otros. Y no se entera de que su actitud dejó de ser moderna hace lustros.

Tras más de 42 años, Mercedes necesita ser ella. Como lo son Débora o Inés, como un montón de mujeres a las que puede ver cada día y que deciden qué ser sin necesidad de una muleta -un marido- que les dé sentido. Que prefieren estar solas a estar con alguien sólo por que las quieran. Si con quererse bastara.

(Fuente: TVE)

Y Antonio… Su compañera de vida se ahoga y él sólo piensa en si se ha acostado con otro. Reduce todo el cariño que se puede sentir por alguien a una noche que ni siquiera ha existido. Así que se marcha al pueblo, aislado de todo, sin querer dar noticias a su familia. No sabemos cómo, pero el problema ha dejado de tratarse de Mercedes. Ahora es de Antonio, preocupado. Repasa los campos de cultivo y hace planes de volver a cuidarlos. Pinta la cocina, de rojo, porque así es cómo está él, según nos cuenta luego. Se pone cabezón y no vuelve a Madrid.

Y lo peor es que hace el esfuerzo. Se sienta en silencio y piensa mucho. Y decide que vale, que baja del burro, que la perdona. No entiende nada. Porque no hay nada que tenga que perdonarle. No se trata de él, de lo que haga, de cuánto se haya enfadado, de cuán humillado se encuentre. Esto va de una mujer que tras 42 años obedeciendo se ha dado cuenta de que nadie le ha preguntado a ella. Y ya no puede más.

Pero sigue encabezonado en obsesionarse por ese otro hombre. En saber si el haberles visto en un coche significa que entre ellos hay algo. Si se la han robado. Porque en el fondo la idea de Antonio va de eso, de poseer, de decidir por otro. De tenerla. Y Mercedes está en otra partida, en una donde el respeto por tu pareja se decide en el día a día y más allá de en la cama.

Por increíble que parezca, al final es ella quien tiene que acercarse al pueblo y hablar. Poner papeles sobre la mesa, literalmente, y proponer una solución. Ella piensa en un descanso, en darse un tiempo, en ver a dónde les lleva todo eso. Pero si algo nos enseña esa última escena de ellos dos ante la incubadora es que Antonio quiere echar un pulso, a ver quién se retira. ¿Quieres un descanso? Pues te ofrezco el divorcio. Y ella acepta. Sin saber cómo, llegamos hasta aquí, con los Alcántara habiendo alcanzado un acuerdo: romper el matrimonio. Aunque no estoy segura de que sea lo que realmente quieran ninguno de los dos.

Y más problemas para los Alcántara…

A Toni y a Deborah les toca correr al hospital para un parto sorpresa. (Fuente: TVE)

El final de esta primera parte de la temporada 20 de Cuéntame cómo pasó no nos ha traído solo crisis matrimoniales. María está jugando con fuego, en clase y fuera. Y por injusto que sea, las primeras acusaciones ya le están cayendo a ella, y no al profesor maduro que está saliendo con su alumna. Por su parte Inés se ve en medio de todo; ejerciendo de hermana mayor, de madre, de nieta ejemplar y ahogada cada día un poco más. Mike ha vuelto y le ha colocado a su hija (que ya veremos cómo acaba, porque mucho me temo que quienes están cuidando de la niña no la van a querer soltar así como así), y le habla de amor, de estar juntos, de volver a tener una relación. Después de todo este tiempo.

Y Herminia mira e intenta estar al lado de su hija, adaptarse a una forma de pensar y a una época que también es suya, aunque le cueste entenderla a veces.

Por su parte, Toni acaba de tener un baño de realidad. El problema de los niños robados no fue algo que se solucionara. Simplemente dejaron de desaparecer bebés, pero las personas implicadas continuaron ejerciendo sus labores durante mucho tiempo. Como si no hubiera pasado nada. Algunos se reciclaron dejando de cometer esos delitos, pero permanecieron en los quirófanos, y en el resto de puestos, como si tal cosa. Los críos robados crecieron en sus nuevas familias sin conocer lo que sucedía. Al menos hasta que gente como Toni se jugó el cuello por esclarecer algo que no debería haber ocurrido ni en la peor de las pesadillas.

Así que con este panorama llega Sol al mundo, tras un parto de urgencia y fuera de toda previsión. Con Toni y Deborah muertos de miedo ante el parto prematuro y con todo patas arriba. Un poco como siempre, pero algo peor. Esperemos que al final sea para bien. Aunque eso implique aprender que ni siquiera Mercedes y Antonio son inseparables.

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