Linda Cardellini y Christina Applegate en ‘Dead to Me’. (Fuente: Netflix)
Esta crítica se ha escrito después de ver la primera temporada de ‘Dead to Me’ y no contiene spoilers.
Cuando vemos a Christina Applegate y Linda Cardellini en el primer episodio de Dead to Me, parece que las actrices se conocen de toda la vida. Desde la primera escena tienen una química que ni siquiera consiguen algunas series con sus parejas románticas. Tanto, que cuando revelan que no se conocían, y que la primera vez que coincidieron fue en la semana previa al inicio de las lecturas de guion, parece una anécdota falsa que han inventado para adornar las entrevistas promocionales.
Esa química y el talento de ambas es lo que nos atrapa en la serie de Liz Feldman que nos trae Netflix. Cardellini y Applegate consiguen que cuando sus personajes empiezan a relacionarse en el primer episodio nos creamos que la suya es una amistad que nos va a importar, porque ya sabemos lo difícil que es hacer nuevas amistades en la edad adulta y la suya parece muy real.
(Fuente: Netflix)
Ese primer episodio es un ejemplo de buen piloto, en todos los sentidos, y después de su doble giro es difícil que no queráis continuar con el siguiente. Pero su principal mérito es su efectividad al transmitirnos la evolución de la amistad entre las protagonistas. Lo hace con momentos como largas conversaciones telefónicas en las que comen, ven la misma serie juntas y se ayudan a dormir. Llegan a un punto de intimidad que requiere mucho tiempo y nosotros solo habremos visto un episodio de 30 minutos.
Con Jen y Judy disfrutamos simplemente viéndolas hablar de la vida. Son el centro de la serie y están presente en el 90% de las escenas, y cuando no están en pantalla, se está hablando de ellas. Y no nos cansamos nunca. Además de unas protagonistas en estado de gracia y de un sentido del humor bien dosificado, Dead to Me también tiene un punto de thriller que nos mantiene expectantes.
Esa expectación no proviene de la necesidad de llegar al último episodio para obtener una resolución. Lo que sería el misterio principal que se arrastraría durante toda una temporada en cualquier otra serie, en Dead to Me lo resolvemos en el primer episodio. Lo mejor, es que en ese momento resignificamos lo que hemos visto, las dinámicas entre los personajes adquieren otra dimensión y van surgiendo nuevas complicaciones que nos mantienen interesados.
A mitad de temporada tenemos la mejor media hora de la serie. En I’ve gotta Get Away, Jen y Judy viajan a un retiro organizado por su grupo de ayuda y tenemos la oportunidad de verlas fuera de sus círculos habituales. Allí os encontraréis con rostros conocidos como Gloria Calderón, la showrunner de Día a día, o Steve Howey, Kevin en Shameless. Y en otros episodios, a secundarios como James Marsden, en un papel opuesto al de Westworld, a Brandon Scott de Channel Zero, y a la gran Valerie Mahaffey.
(Fuente: Netflix)
Como una Grace and Frankie con protagonistas en sus 40, y con el tono de la película Un pequeño favor, esta serie plantea una relación complicada entre dos mujeres muy complejas con una combinación de drama, comedia y giros que alimentan el impulso de ver un episodio tras otro. Desde el principio descubrimos que a esta fiesta venimos a quemar trama rápidamente, pero no por puro efectismo; lo más importante son siempre los personajes, su duelo, su rabia, su sentimiento de culpa y su necesidad de reconciliarse consigo mismos.
Dead to Me tiene todos los ingredientes para que nos apetezca dedicarnos a ella un fin de semana. Y si lo hacéis, os sentiréis recompensados, porque es difícil que ahora mismo encontréis otro título en Netflix que os mantenga tan entretenidos. Y ver la serie entera solo os robará cinco horas.
¡Alabadas sean las series de 30 minutos!
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