Aunque Derry Girls fue todo un éxito de audiencias en el Reino Unido en enero de este año, y Channel 4 la renovó por una segunda temporada después de haber emitido solo un episodio, la teníamos fuera del radar. Ni siquiera Netflix, que la estrenó el 21 de diciembre como serie original en el resto de territorios, apostó por ella porque no aparecía destacada entre sus novedades del último mes del año.
No le hizo falta la promoción para hacerse un hueco. Derry Girls ha conquistado al público internacional por méritos propios porque todos los que la hemos visto la hemos recomendado en redes sociales. De lo que sí se ha beneficiado es de la funcionalidad de Netflix que permite ver rápidamente los trailers de sus títulos mientras navegamos, porque después de ver un par de gags es imposible resistirse al primer episodio, cosa que solo con la sinopsis, “con los problemas de Irlanda del Norte como telón de fondo, esta comedia sigue a un grupo de amigos en su adolescencia en los años 90”, no habría sido tan fácil.
(Fuente: Channel 4)
Esta comedia, creada por Lisa Mc Gee, sigue a un grupo de cinco adolescentes que viven en la ciudad de Derry durante el conflicto de Irlanda del Norte a mediados de los años 90. Erin, Orla, Clare, Michelle y su primo, James, son estudiantes de un colegio femenino de monjas. Sí, James también, y lo primero en lo que la serie se fija no es que sea un chico en un colegio de chicas, la broma es que es londinense y habla raro: sin acento irlandés, con pronunciación de inglés británico de academia.
Seis episodios de media hora repletos de humor constante protagonizado por estos cinco jóvenes, la familia de Erin, compañeros de clase y la Hermana Michael, una monja que rompe moldes y que habría entrado en mi lista de personajes del año (y la serie también) si no la hubiese hecho hace semanas. The Guardian la incluyó en su lista de mejores diez series del año.
Nos encontramos en esta producción irlandesa con nostalgia noventera en la música (vais a cantar todas las canciones de la banda sonora), el vestuario, los peinados, los posters de las habitaciones y las películas de las que se habla. Disfrutamos con aventuras en el cole, castigos, monjas que fallecen, profanación de iglesias, perros que resucitan e incendios en situaciones de humor físico, diálogos en estado de gracia con frases para estampar en camisetas.
Un humor mucho menos blanco que el americano, pero con la pizca de inocencia propia de la época, ya sabéis, eran otros tiempos. Y de fondo, una ciudad militarizada, amenazas de bombas y los peligros del momento histórico; hechos que forman parte del paisaje, de su cotidianidad.
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