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Crítica: ‘Dom’, una tragedia griega a los pies de las favelas

Esta crítica se ha escrito tras ver la primera temporada de ‘Dom’ completa.

Dos caras de la misma moneda. Un padre policía que lucha contra el narcotráfico y un hijo adicto que se convierte en la pesadilla de la policía de Río de Janeiro. Eso, muy resumidamente, es Dom. La ficción de ocho capítulos está inspirada en la vida de Pedro Machado Lomba Neto, alias Dom, un criminal que vivió desbocado, murió joven y dejó un bonito cadáver, mientras su padre Víctor, expolicía de los Escuadrones de la Muerte, luchó contra el tráfico de cocaína e intentó, a la vez, reconducir a su hijo. Una suerte de biopic con aroma a Ciudad de Dios y Tropa de élite, en dos mundos tan diferentes como complementarios como son las favelas de los montes cercanos en Río de Janeiro y las playas de Copacabana.

Breno Silveira (creador, director y coguionista) preparó durante diez años la producción de la serie. El realizador brasileño se entrevistó durante ese tiempo muchas con el padre de Dom para conocer en profundidad no solo la figura de su hijo, sino la situación política de los setenta, la llegada de la cocaína a la sociedad brasileña y el mundo, tan fascinante como descorazonador, de las favelas. Silveira apostó, como suele hacer en sus producciones, por rostros poco conocidos del audiovisual carioca. Así, Víctor, el padre de Dom, está interpretado por Flávio Tolezani en la edad adulta y Filipe Bragança de joven, y a Pedro (Dom) le da vida Gabriel Leone. El resto del elenco lo forman Raquel Villar como Jasmin, Isabella Santoni como Viviane, Mariana Cerrone como Laura o Ramón Francisco como Lico, entre otros.

La historia, contada en dos arcos temporales, nos traslada a Río de Janeiro en los 70, por un lado, y a finales de los 90 y principios de los 2000, por otro. En la fase setentera, la narración se centra en Víctor, un joven acomodado cuya pasión es el buceo. Durante una de sus inmersiones, encuentra por casualidad el cadáver de un militar que saca a la superficie y lleva a comisaría. Los militares que atienden el caso desconfían del buceador que es sospechoso de activista contra el régimen militar que vive Brasil; un encuentro con un oficial de inteligencia, Arcayo, le supone el reclutamiento para el Gobierno y comienza trabajar en contra del incipiente tráfico de cocaína que llega al país a través de las playas brasileñas. El otro arco se centra en el ascenso y caída de Dom, su hijo, un adolescente de clase media atraído por las drogas, las fiestas desbocadas de las favelas y la posibilidad de vivir deprisa sin mirar hacia ningún lado que no sea él mismo.

Con esas dos líneas temporales, más alguna menor centrada en la infancia de Pedro y Lico, su mejor amigo, Silveiro pretende, y consigue, mostrar una realidad compleja, dolorosa y real de la sociedad brasileña. Valiéndose de la tragedia real que viven Victor y Dom, donde los encuentros y desencuentros son constantes a lo largo de la serie, el realizador pone el foco sobre una sociedad marcada por las diferencias raciales, la problemática de la pobreza como catalizador del tráfico de drogas, la corrupción política y policial o el distanciamiento entre clases sociales. El fracaso como individuo que redunda en la sociedad o el fracaso como sociedad que redunda en el individuo.

La vida de Víctor está marcada por el fracaso. De joven, por su incapacidad para triunfar en la lucha contra las drogas; sobrepasado por la corrupción e inoperancia del Gobierno, el ideal se torna pragmatismo. El Víctor adulto fracasa en su matrimonio y en la educación de Dom. El amor que se profesan ambos es incombustible, pero el mundo que seduce a Pedro es infinitamente más despampanante. Desde sus primeras incursiones en las favelas, el joven de 18 años tiene claro qué busca y qué quiere. Las facilidades que brindan las favelas son totales. Drogas, sexo, fiesta, despreocupación y adrenalina se unen para conformar la personalidad de Dom. La llegada a su vida de Jasmin, exnovia de uno de los capos de la favela, supondrá el último aliciente que necesita para comenzar una carrera criminal sin retorno.

Durante los ocho capítulos de Dom, asistimos a una sucesión de idas y venidas entre padre e hijo: desde un intento de desintoxicación (el auténtico Pedro lo intentó en catorce ocasiones) hasta un secuestro perpetrado por policías corruptos, pasando por un amago de reinserción, asesinatos, robos en casas lujosas y sacrificios de toda índole. Dom es un drama teñido de thriller, pero también es el retrato descarnado de una sociedad desestructurada desde la base. El fracaso, como reflexiona Víctor, en mayúsculas.

‘Dom’ está disponible en Amazon Prime Video.

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