Javier Gutiérrez y Anna Castillo, protagonistas de ‘Estoy vivo’. (Fuente: RTVE)
Las historias de personas a las que el Cielo envía de vuelta a la Tierra porque no era su hora de morir, o tienen todavía un asunto que cerrar, no son nada original. De El cielo puede esperar, por ejemplo, ha habido tres versiones de la obra de teatro original. Lo que ocurre con el protagonista de Estoy vivo, el inspector de policía Andrés Vargas (Roberto Álamo), es algo parecido; muere durante la persecución de un asesino en serie pero regresa, en el cuerpo de otro policía, porque todavía tiene una misión que cumplir.
La premisa, en ese aspecto, es sencilla, pero para la ficción española es algo ligeramente diferente. Y eso que ya ha habido este año otro thriller con toques sobrenaturales (Pulsaciones, en Antena 3) y va a emitirse al mismo tiempo que el misterio, también con aire inexplicable, de El incidente en la cadena de San Sebastián de los Reyes.
También hemos visto ya muchas series de policías, más cómicas y más serias, pero donde Estoy vivo puede diferenciarse es, precisamente, en el tratamiento de su lado sobrenatural. El primer episodio parece meterse sin complejos en la Pasarela, en el rol del Enlace al que interpreta un Alejo Sauras bastante divertido, y en las complicaciones que le crea a Manuel Márquez (Javier Gutiérrez) encontrarse rodeado de los restos de la antigua vida de Vargas, su antigua vida.
No tener miedo de explorar esa faceta, aunque lo haga apostando por un tono más humorístico, puede ser una de las bazas de la serie, que consigue que la integración de ese aspecto con su otra mitad, la de drama de policías con sus rolletes entre compañeros y sus rencillas personales (y su inevitable bar), no chirríe. El tono del primer capítulo es más ligero de lo que podría parecer tras su arranque; esto puede ser una decepción para quien busque un thriller más serio, pero es lo que consigue que mejor funcionen juntos esos dos lados.
También es cierto que este primer episodio es todo presentación. Los espectadores tienen que conocer a Vargas ya a su familia primero y, después, han de familiarizarse con la nueva situación a la que regresa, cinco años más tarde. Sobre todo, Estoy vivo tiene que construir la relación entre Márquez y Susana (Anna Castillo), la hija de Vargas, ahora policía. Él no puede actuar como si fuera su padre pero, al mismo tiempo, es incapaz de evitarlo, y a ella tenemos que verla como una mujer adulta perfectamente eficaz en su trabajo.
De hecho, la dinámica entre Javier Gutiérrez y Anna Castillo puede ser lo mejor del episodio, junto con ese Alejo Sauras perfectamente elegido para ser ese ser ¿celestial? que está por encima de todas las constricciones terrestres, y que se pega como una lapa a Márquez. Podemos sospechar por qué al final del capítulo (y desde el desenlace inicial de Vargas), pero se agradece que la serie se reserve esa información hasta la semana que viene.
La promesa que hay en ese triángulo es lo que da su interés al arranque de Estoy vivo. Hay algunos personajes trazados con brocha gorda y habrá que ver si, conforme Márquez se meta en harina con su misión (y los flecos de su vida pasada acaban entrando en la nueva), el tono va abandonando la ligereza, pero es un primer capítulo con cierto potencial. Y, por otro lado, los juegos con los colores sí son bastante destacables.
De momento, la historia puede funcionar. Será necesario ver algún episodio más para comprobar si TVE ha acertado con la serie, si la audiencia no huye al encontrarse con toques sobrenaturales, y si el thriller gana consistencia.