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Crítica: ‘Falcon y el Soldado de Invierno’ trae de vuelta una Marvel que ya nunca será la misma

(Fuente: Disney+)

Esta crítica se ha escrito tras ver el primer episodio de ‘Falcon y el Soldado de Invierno’ y no contiene spoilers.

En el primer episodio de Falcon y el Soldado de Invierno, la nueva serie de Marvel que se estrena hoy en Disney+, es el primero de los dos personajes —interpretado, como en las películas, por Anthony Mackie— quien lleva la voz cantante. Su mitad de la trama, que discurre paralelamente entre los Estados Unidos y la frontera entre Túnez y Libia, es donde se anticipa el hilo argumental que nos guiará durante seis semanas. Sin embargo, el poder, el drama, la relevancia y el arte caen del lado del mercenario que encarna Sebastian Stan. Su tiempo en pantalla es menor que el de Falcon, pero mucho más valioso.

Lo es porque en esos momentos tímidos y graves que vivimos junto al Soldado, apodado Bucky Barnes, antiguo esclavo de Hydra, se atisba más evidentemente lo que la directora de la serie, Kari Skogland, tiene pensado hacer con estos juguetes que le han prestado, dos de los muñecos de acción más caros de Hollywood. Ni Mackie ni Stan: la estrella de Falcon y el Soldado de Invierno parece que será su realizadora, una canadiense de deslumbrante historial en la teleficción que hace suyo cada minuto que rueda. Los delanteros de la alineación, ambos nacidos entre las páginas de los tebeos, no se lucen si a la estrategia visual bicéfala de Skogland no le conviene.

Como los buenos primeros episodios, la estocada inicial de Falcon y el Soldado de Invierno sugiere pero no azora. El capítulo que puede verse desde hoy en la plataforma roza la marca de los 50 minutos dibujando un nuevo eje de coordenadas para personajes conocidos que se asoman al barranco del pasado, de siete años de belicismo y agresiones dentro y fuera de la pantalla, como los aficionados de Marvel se enfrentaron en su momento a la vaguada que quedara entre Vengadores: Endgame, final entre finales, y estrenos prometidos como este. Cuando los reencontramos, Sam está colaborando con el ejército norteamericano en el norte de África y a punto de regresar a un hogar del que nunca antes habíamos sabido nada. Bucky, por su parte, guerrea con sus demonios casi tanto como con su vecindario.

La brecha espacial entre los dos héroes acabará cerrándose, como han subrayado ya mil y un avances de la serie, pero el nuevo proyecto de Marvel no errará mientras siga arrellanándose en ese asiento incómodo que reparte el metraje del primer episodio entre Wilson y Barnes. El primero en un tono más natural, orientado hacia las raíces, y el segundo siendo presa de un remordimiento que lo aliena —y justo así los desarrolla Malcolm Spellman, jefe de guionistas y cuarta cara visible de la producción, y los filma Skogland—; pero ambos reconstruidos con el mimo y la introspección que exige el camino que los ha traído aquí.

Tanto Falcon como Bucky se esfumaron con el chasquido de Thanos, y cuando volvieron no hubo tiempo para ellos de dar abrazos de bienvenida ni despedida. Cinco años de oscuridades mutuas y propias para unos personajes que apenas se arrancaban a encarnar la dinámica de buddy movie que Spellman asegura que ya estaba condensada en aquel sketch del asiento del coche de Capitán América: Civil War. Con ese badén en cuenta, el primer episodio de Falcon y el Soldado de Invierno resiste la tentación de devolvernos a los justicieros in medias res, formando dúo porque sí e inmersos en alguna set piece fastuosa. La propuesta es la contraria: las lentes de Skogland nos convidan a echar un vistazo quedo a dos vidas truncadas que combaten la solitaria inercia del héroe de acción y buscan, en cambio, amarrarse a los otros.

Sería atrevido pensar que, salvado el alto en el camino de la fantasía vigoréxica made in Marvel que ha supuesto la rareza de Bruja Escarlata y Visión, la marca y sus historias volverían a ser las mismas de siempre. El duelo, no como una parada improrrogable de un viaje sino como una carretera que se recorre en familia, está llamado a convertirse en el leitmotiv transmedia de una constelación narrativa que viene de verse agitada como nunca antes. De hecho, según el calendario original, la serie de la hechicera y el androide debía haberse estrenado después de esta, quizá a modo de coleo experimental del tratado mainstream que Falcon y el Soldado de Invierno tiene las tablas suficientes para declamar, no haciendo sino confirmar la voluntad de la Casa de las Ideas de explorar el dolor y la vergüenza de unos titanes que creímos inquebrantables.

‘Falcon y el Soldado de Invierno’ se emite los viernes en Disney+.

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