Esta crítica se ha escrito tras ver el primer episodio de ‘Fantasmas’ y no contiene spoilers.
Hace tan solo unos meses no me imaginaba que pudiera existir un género televisivo tan específico como el que estoy a punto de describir: la comedia sobre compañeros de pisos sobrenaturales. Y tengo que decir que el descubrimiento está siendo grato con esta inesperada categoría de ficción que, por el momento (tal vez desconozco otras obras que debería ir directamente a devorar), se salda con un corpus de dos obras: la magnífica Lo que hacemos en las sombras y la hilarante Fantasmas, que llega este viernes a Movistar+ y cuya segunda temporada podremos disfrutar también a partir de marzo.
Fantasmas cuenta la historia de una pareja de jóvenes en busca de vivienda que se ven sorprendido por la noticia de que son los legatarios de una maravillosa mansión campestre, fruto de la herencia de una lejana y desconocida pariente. ¿El único problema? Que la villa es actualmente la morada de un atípico y adorable grupo de espíritus errantes de todas las épocas que tratan de llevar, lo mejor que pueden, su imperfecta convivencia. Tras la decisión de los dueños (vivos) de convertir la mansión en un lujoso hotel, las ánimas que habitan el lugar se confabularán para evitar ante todo tener que compartir (gran parte de) el resto de la eternidad con una gran cantidad de desconocidos yendo y viniendo que perturben su descanso de ultratumba.
Lejos de conformarse con ser un ingenioso concepto, la narrativa se mira en el espejo de la vida real y las peripecias surgidas de la inesperada cohabitación entre humanos y espíritus desarrolla profundas raíces en la vida contemporánea. Plantea así sugerentes referencias a una realidad muy común hoy en día: la afectación de los residentes autóctonos de un lugar como consecuencia de las dinámicas socioeconómicas derivadas de la acción turística. Esto no significa que deban esperar un sesudo ensayo sobre la gentrificación (rural, en este caso), sino que simplemente es una muestra más de la elocuencia con la que sus responsables (curtidos en otros proyectos humorísticos eclécticos aún inéditos en España como Yonderland) convierten a la serie, con una visión contemporánea, en una propuesta cercana al espectador moderno.
Si bien Fantasmas no renueva ningún género, tampoco le hace falta a la serie original de BBC para convertirse en una propuesta fresca y ligera, poseedora de un humor accesible por todos los tipos públicos y que hará especialmente las delicias de los fans del género de terror al ver todas sus convenciones pervertidas en aras de la comedia. La serie consigue que crees lazos con los dos grupos protagonistas, cuyos objetivos son tan radicalmente antagónicos que sabes que solo uno puede triunfar, pero no sabes de que lado ponerte. Eso sí, si algún día tengo que pasar la eternidad con alguien, que sea con unos espíritus tan afables como estos.
‘Fantasmas’ se emite los viernes en Movistar+.