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Crítica: ‘Fosse/Verdon’ es un fascinante estudio del precio del arte

Sam Rockwell y Michelle Williams, en el final de ‘Fosse/Verdon’. (Fuente: FX)

Esta crítica se ha escrito después de ver la miniserie ‘Fosse/Verdon’ completa.

“Necesito trabajar”. Es la frase que, probablemente, más repite Gwen Verdon a lo largo de los ocho capítulos de Fosse/Verdon, y es también la que le lleva a tomar muchas de las decisiones que vemos en el último episodio, Providence. Verdon encarna lo cruel que es el mundo del espectáculo con las mujeres de una manera muy clara. Cuando conoce a Bob Fosse, ella es la famosa, la gran bailarina y actriz ganadora de cuatro premios Tony y cuyo nombre justifica el estreno de grandes musicales. Según pasan los años, la industria la olvida y considera que es demasiado mayor para los protagonistas, que tiene que interpretar secundarios que sean madres o abuelas. Y mientras tanto, la estrella de Fosse no deja de crecer.

La miniserie enfatiza la importancia de la colaboración profesional entre los dos y cómo, al final, siempre se llevaba él los laureles con ese plano de la marquesina del teatro de Washington con las palabras “dirigido y coregrafiado por Bob Fosse”, mientras él muere en la acera, casi en brazos de su ex mujer. Esto ocurrió de verdad, pero no deja de ser una imagen muy potente: el teatro que tanto dio y quitó a Fosse, al que se lo entregó todo, es el sitio que lo ve morir.

Porque ni uno ni otro son nadie sin sus trabajos, sin su entrega al arte. El precio que pagan es altísimo (ver a Debbie Allen con chistera y bastón, preparándose para el revival de Sweet Charity, recuerda inevitablemente a su famosa frase de la serie Fama), pero forma parte de quienes son. Verdon es incapaz de marcharse de Nueva York y mudarse al campo porque ese “necesito trabajar” la define mucho más de lo que cree. El tirón del escenario, del público, del baile siempre va a estar ahí.

Del mismo modo, Fosse no concibe la vida si no es a través del espectáculo. La manera de encontrarle algún sentido a su existencia es contarla en una película, esa All that jazz (Empieza el espectáculo) en la que no tiene ningún reparo en recrear, casi literalmente, peleas que ha tenido con Anne Reinking (interpretadas por ella misma) o pequeños momentos con su hija Nicole. Lo vampiriza todo.

Bob Fosse y Paddy Chayefsky. (Fuente: FX)

El último episodio nos deja ver cómo el ambiente creado entre Bob y Gwen cala en su hija. Se marcha con su padre porque cree que su madre es muy controladora (y muy de pasar por encima de los problemas), pero su padre no tiene inconveniente en explotar su relación con ella para crear arte. Porque eso es lo único que de verdad le importa. A los dos, en realidad. En medio, Nicole reproduce en su vida la peor parte de la relación con Bob (el abuso de sustancias, por ejemplo) mientras cristaliza la sensación que ya daba cuando la vemos pasearse por la fiesta de estreno de Noches en la ciudad en el primer episodio: casi nadie le presta atención, así que se mueve entre tentaciones.

Toda Fosse/Verdon ha girado en torno a esa idea, que si sus protagonistas no tienen el arte, sus vidas están vacías. Por eso orbitan constantemente alrededor uno del otro; por eso montan Chicago aunque todo les advierte de que no va a salir bien (y casi no sale. Ese capítulo, contado en gran parte a través de Verdon, es de los mejores de la miniserie), y por eso colaboran una última vez en el revival de Sweet Charity. Personalmente, no se convienen; profesionalmente, es juntos cuando consiguen magia.

La serie ha ido de menos a más, arrancando con unos episodios un poco más convencionales y culminando en dos últimos en los que funciona a la perfección su mezcla de recuerdos, fantasías teatrales y realidad. Ha estado apoyada en unos fantásticos Sam Rockwell y Michelle Williams (que se postula ya para los próximos Emmy) y en toda una pléyade de actores de Broadway que ha dado vida a las estrellas que pasan por la serie, siendo el último Lin-Manuel Miranda, uno de sus productores ejecutivos, como Roy Scheider en Empieza el espectáculo.

La deconstrucción de todas las capas de sus protagonistas hasta exponer lo que los impulsaba de verdad ha resultado fascinante. La crueldad amable de Fosse con Reinking durante su prueba para la película es el mejor ejemplo: él no levanta la voz, simplemente la obliga a repetir una y otra vez un diálogo hasta que consigue la reacción que busca, una reacción que es más vivida que interpretada (porque ella ha vivido esos diálogos). Puede ser bueno para la película, pero no para el estado emocional de la actriz. Y ahí descansa el dilema sobre el que se construye Fosse/Verdon.

Notas al margen

  • Como decíamos, hay un montón de actores de Broadway interpretando a las estrellas de las obras y películas de Fosse y Verdon. Por ejemplo, tenemos a Kelli Barrett como Liza Minnelli y Ethan Slater como Joel Grey en Cabaret; Bianca Marroquín como Chita Rivera en Chicago o Kelcy Griffin como Debbie Allen en el revival de Sweet Charity.
  • Michelle Williams ya había interpretado con anterioridad a una actriz real que cantaba. Fue Marilyn Monroe en la película Mi semana con Marilyn.

‘Fosse/Verdon’ está disponible completa en HBO España.

‘Fosse/Verdon’ es más que el retrato de un genio atormentado
El cuarto episodio, centrado en el mejor año de la vida de Fosse, da la medida de la miniseriefueradeseries.com

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