Esta crítica se ha escrito después de ver cinco episodios de ‘Generación 56k’ y no contiene spoilers.
Cuando a Daniel (Angelo Spagnoletti) se le tuerce una cita, siempre puede recurrir a Sandro (Fabio Balsamo) y Luca (Giancluca Fru) para sacarle de esa situación incómoda que no sabe cómo terminar. Suena el teléfono y resulta que uno de ellos «ha muerto». Excepto cuando la chica se adelanta y ya no hace falta ese apoyo. Los tres llevan juntos desde la infancia y ahora se dedican a desarrollar aplicaciones en Nápoles. Quién se lo iba a decir a ellos, cuando se conectaban al ruidoso módem del padre de Daniel para saciar su curiosidad adolescente.
A pesar de los fracasos, Daniel no se da por vencido y sigue recurriendo a una app de citas para conocer a la mujer de su vida. La sorpresa llega cuando descubre que la joven con la que ha pasado una increíble velada no es la chica con la que había hecho «match». Pero no está dispuesto a rendirse y la busca por todos los medios posibles. Cuando la encuentra descubre, sorprendentemente, que su último flechazo es alguien conocido, aunque entonces la llamaban «Satanás».
Así arranca Generación 56k, la comedia italiana de Netflix que ya podemos disfrutar en la plataforma. Compuesta por ocho episodios de media hora de duración, esta producción de dirigida por Francesco Capaldo se mueve entre el inquieto presente de Daniel, convencido de su flechazo, la incertidumbre de Matilda (Cristina Cappelli), que no puede dejar de pensar en esa inesperada cita, y los años adolescentes de ambos, durante los años 90 en la idílica isla de Prócida.
En Generación 56k el espectador se encuentra con una narración ágil, que se sirve de los paralelismos del presente y el pasado para relatar la historia de dos jóvenes que tratan de asumir el último giro del destino con tranquilidad. Aunque no lo consiguen. Daniel está como loco por volver a ver a la chica que no era quién decía ser mientras Matilda se refugia en Inés, la niña que enamoraba a sus compañeros en el colegio, para entender y olvidar el encuentro fortuito.
Junto a esta comedia romántica en la que no faltan padres que dan consejos y amigos expertos en momentos incómodos, la producción nos devuelve a nuestra adolescencia, entre walkmans, recreativos con el «Street Fighter» y cintas VHS. Los móviles desaparecen y las conversaciones más importantes del día se mantienen colgada al teléfono y tirada en el sofá. Los padres se preocupan por cómo afrontar en tema del sexo con sus hijos mientras las niñas juegan a la botella, decidiendo si se atreven con su primer beso o se arriesgan a una pregunta incómoda. El resultado es un entrañable viaje temporal que resultará familiar a la audiencia.
La combinación de ambas líneas temporales y la duración de los episodios hace de Generación 56k esa típica serie que empiezas porque no sabes que ver y acabas viendo en una tarde porque no puedes parar. Y porque te gusta lo que te cuenta, quién y cómo te lo cuenta. Daniel, sus amigos y sus masculinas particularidades, Matilda, Inés y ese momento vital en el que tienes que tomar decisiones importantes. Los personajes son reconocibles, lo que les pasa también, y aunque no deja de lado la magia propia del género romántico no es ñoña ni idílica.
Así que si lo tuyo es el romanticismo con el nivel de azúcar equilibrado y las producciones que no te roben más tiempo del que deben, Generación 56k tiene que ser esa serie que te acompañe en tu próxima tarde de sofá. También si te gustaría viajar este verano a Italia, y no vas a hacerlo, si sientes nostalgia de los años 90 o si, por casualidad, esa película de la que siempre hablas en tus citas es Terminator 2. Hay gente para todo.
La primera temporada de ‘Generación 56k’ está disponible al completo en Netflix.