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Crítica: HBO España rescata la brillante ‘Muerte en León’

El 12 de mayo de 2014, las radios y las televisiones se llenaban con detalles de la última noticia nacional. Con un estilo de lo más peliculero, alguien se había acercado a la presidenta de la Diputación Provincial de León y le había descerrajado dos tiros. En frío. En un tiempo récord, la policía solucionó el caso. Montserrat González y Triana Martínez, madre e hija del inspector jefe de la Policía de Astorga, habían disparado a la víctima por una cuestión personal.

Contado tal cual, resulta un crimen anodino, salvo porque la asesinada sea alguien muy importante en la provincia de León. Y no se entendería por qué Justin Webster decidió hacer un documental de cuatro episodios para Movistar+ ni por qué lo recuperaría HBO España en enero de 2019. Hasta que escuchas un poco más.

El mismo día del delito, en los medios de comunicación comenzó a hacerse una radiografía de Isabel Carrasco. Era llamativo que, en un caso en el que lo razonable sería posicionarse sin ningún tipo de discusión en contra de lo sucedido y no alimentarlo con más detalles, los retratos que describían a la Presidenta tenían muchos grises. No ayudó la aparición de una pintada en el mismo lugar del suceso que rezaba “aquí murió un bicho”. Empezaron a recuperarse detalles berlanguianos que pintaban un funcionamiento gestor caciquista, conducido por una mujer fuerte que hizo muchos enemigos a lo largo de su carrera.

Pintada que apareció en el puente donde asesinaron a Isabel Carrasco.

En paralelo, madre e hija acusadas del crimen se dibujaban como una pareja dependiente, del partido y que, enfadadas por la falta de promoción de Triana dentro del organigrama de la provincia, habían decidido quitársela de encima. Visto así, el crimen empieza a ser más complejo para hablar de él. Detrás de una historia aparentemente simple, comienza a entretejerse una cuestión de cómo se han llevado algunas provincias (al menos, ésta), de cómo la relación cuasi enfermiza entre madre e hija las hizo tomar una decisión criminal y de cómo una ciudad guardó silencio alrededor de un acto de tal calibre.

Los retratos que se dibujan en Muerte en León son terribles, extremos, alocados y rozando el sinsentido permanentemente. Y lo hacen de una manera muy inteligente, con testimonios cercanos a ambas partes y con retazos del juicio que se llevó a cabo para condenar tanto a ambas acusadas como una tercera, amiga de la hija, que descubrió el arma. Lo que envuelve a la historia es tan loco, que no son necesario más artificios. Únicamente con eso pasas permanentemente del escándalo al asombro.

Lo cierto es que el documental arroja luz sobre una serie de detalles que podrían hacer variar la versión de la sentencia, acerca del momento del crimen, de la posibilidad de colaboración necesaria de Raquel Gago, la tercera acusada que entró en comisaría como testigo y salió como encausada; sin embargo, van pasando por alto, superados por el seguido de situaciones que narra y que resultan surrealistas. Pero van haciendo poso en la memoria y mostrando cómo ese suceso elemental podría tener flecos que han decidido obviarse en la narración oficial.

La serie se estrenó en Movistar+ con éxito entre la crítica y siendo recordada durante todo 2016. Su historia es potente, la narrativa es ágil y consigue no caer en la repetición a lo largo de los cuatro capítulos (un error recurrente en ciertas series de true crime). Pero, ¿por qué rescatarla dos años después?

Por sus últimos tres minutos. Durante cuatro episodios seguimos lo sucedido en mayo de 2014, el juicio posterior y la sentencia. Aparentemente, está todo atado y bien atado. Lo brillante es que Justin Webster no se limitó a contar lo que habíamos podido ir leyendo y sobreentendiendo en periódicos. Recordemos que Montserrat reconoció el crimen desde el primer minuto. Quién se cuestionaría nada más. Pues un buen narrador.

Esos tres minutos reflotan todos los flecos que hemos ido escuchando a lo largo del documental. De golpe olvidas que estás hablando de una suma de situaciones casi caricaturescas y recuerdas un montón de detallitos que igual no encajaban tan idealmente. En un crimen de apariencia cristalina, Justin Webster consigue que el espectador cuestione su propia postura y deje de verlo todo tan claro. Ni en el sumario, ni en el juicio, ni en las entrevistas se menciona a nadie más. Y, sin embargo, lo hubo. Y por eso habrá una segunda parte del documental que veremos este año. Tiempo después, habiendo podido investigar, hablando de esta sombra que de golpe se te arroja encima.

Cuál fue su papel (si es que lo hubo). Quién era. En qué círculos se movía. La incorporación de un nuevo nombre que ha sido obviado sistemáticamente por todas las partes (desconocemos completamente si por error o voluntariamente) convierte un retrato costumbrista de una España que debería ser de otros tiempos en una serie de intriga que deja irremediablemente con ganas de saber mucho más.

‘Muerte en León’ puede verse en HBO España.

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