‘I am a killer’ entrevista tras el cristal a asesinos condenados a cadena de muerte. (Fuente: Netflix)
I am a Killer es la última propuesta que nos trae Netflix en el género de los documentales seriados de true crime. A estas alturas ya los habíamos visto de todos los colores, pero quedaba un fleco por cubrir, y de eso se ha encargado esta co-producción entre Netflix, A+E Networks U.K. y Sky Vision Productions. En los 10 episodios que conforman la primera temporada de la serie, recorreremos los casos de diferentes asesinos confesos condenados a muerte mediante entrevistas a sus protagonistas.
Los distintos capítulos narran ejemplos bastante dispares que les llevaron al corredor. A diferencia de otras producciones semejantes, en ésta no nos planteamos la posibilidad de la inocencia; fueron responsables de un crimen y éste los ha colocado donde están, sin embargo sí vemos los diferentes grises por los que uno puede acabar condenado: edades tempranas, “simple” colaboración que facilitó el crimen, argumentación de defensa personal, etc. Todo cabe en esta serie para mostrarnos el abanico de posibilidades que pueden implicarle a uno en un proceso semejante. El punto común que comparten casi todos ellos es el fácil acceso a una arma de fuego y la peligrosa mezcla que crea esa posibilidad junto con las altas dosis de drogas y alcohol.
Justin Dickens, uno de los protagonistas de ‘I am a killer’. (Fuente: Netflix)
Quizás uno de los problemas que tiene I am a killer es precisamente la falta de puntos comunes de unos relatos con otros, no tanto literalmente como en la concepción de un todo. Cuesta ver exactamente qué quieren explicarnos, fuera de la acumulación de casos, y esa falta de hilo conductor hace que no acabes de entender a dónde lleva la serie. Son 10 capítulos, pero podrían ser una docena, u ocho. No hay un argumento que se exponga claramente, ni siquiera se cuestiona el sentido de la pena de muerte. Es evidente que el espectador va a consultar de alguna forma qué piensa sobre el tema, pero más bien porque es algo irremediable cuando nos presentan uno tras otro casos de pena capital. Esta reflexión no es tanto mérito de la producción como algo inherente al tema que se trata.
El ritmo no es tampoco uno de sus puntos fuertes. La dinámica de exposición del caso es siempre muy parecida, de modo que acaba siendo una píldora repetida una y otra vez en donde sólo los detalles de cada caso diferencian un capítulo de otro. Pero vayamos con las cosas buenas: I am a killer nos habla de crímenes. Es una obviedad, pero ahí reside su mejor baza. Al final narra una serie de casos que, aunque podrían haber sido presentados con más mano izquierda, están ahí, son espectaculares y todos salen del ejemplo genérico que uno podría describir cuando habla de un asesinato.
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No todo el que acaba en el corredor de la muerte es igual, no todos siguen orgullosos de lo que hicieron y no todos podrían haber protagonizado un capítulo de Mentes criminales. Algunos “simplemente” (y de nuevo uso las comillas, consciente de que al final hablamos de asesinos que no pertenecen a la ficción) estaban en el lugar equivocado y acabaron implicados de una forma que no supieron esperar. Algunos crecieron en un entorno en donde el porcentaje de fracaso escolar y criminalidad es mucho mayor que la media y la persona que tenemos en frente simboliza el extremo al que se puede llegar. Otros son fríos, calculadores y eriza la piel ver que décadas después de haber sido internados continúan justificando sus crímenes.
Posiblemente, I am a killer no sea el primer ejemplo de true crime que nos vendrá a la memoria cuando recordemos el género. Sin embargo, a aquellos que nos gustan las series alrededor de crímenes, nos podrá llegar a satisfacer, habiendo sabido trasladar las producciones autoconclusivas al mundo del documental.
La primera temporada de ‘I am a killer’ está ya disponible en Netflix.