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Crítica: ‘Instinto’, cuando el drama corta la libido

Mario Casas en ‘Instinto’. (Fuente: Movistar+)

Esta crítica se ha escrito tras ver los dos primeros capítulos de ‘Instinto’. No contiene spoilers.

En prácticamente todas las críticas de Instinto que han salido, y en las que saldrán, así como en las entradillas de entrevistas y piezas informativas, se mencionan tres referentes: Cincuenta sombras de Grey, Shame y Eyes wide shut. Tal vez los periodistas seamos muy poco originales o tal vez sean inspiraciones muy evidentes para la nueva serie de Movistar+ y Bambú, que no termina de servir lo que promete.

“Un thriller erótico” es como la vendían. Pero lo erótico se antoja demasiado soft porn para señoras que van a misa y el thriller no aparece por ningún lado. La combinación es, cuando menos, ortopédica: en la espera entre polvo y polvo de un Mario Casas a lo Elon Musk, nos cuelan dos dramas -el hermano con TEA, la madre que los dejó tirados- de los que se entiende rápido el planteamiento pero no se ve hacia dónde quieren ir.

Y puede que solo sea eso, un problema de expectativas, pero viendo las promos a mí me pedía el cuerpo algo más desmelenado, más loco y más de alto voltaje. Y eso que puedo entender y justificar cómo han enfocado la construcción del club privado: un ricachón iría a un antro más sórdido, más mugriento y más morboso (y sin señoritas tocando el contrabajo en combinación), pero aquí lo importante es crear una fantasía, verdadera o irreal, para el espectador (o espectadora). Un espectador que crea posible que si alguien va a un club de sexo, porque quiere ir más allá de la postura del misionero que encuentra en Tinder o porque tiene muchas “sombras” encima, se encontrará un neón que reza “Sex is art”. Del mismo modo podemos pasar por alto que todos los clientes del lugar tengan cuerpazos y no veamos señores en pellejos recién salidos del comité de empresa.

¿Tiene nombre la filia por los instrumentos de cuerda frotada? (Fuente: Movistar+)

Pero creo que incluso ese espectador también espera de Instinto más sorpresas de las que la serie ofrece. Busca escandalizarse. Busca decir “¿en serio la gente hace eso?” (ahí entran Cincuenta sombras de Grey y Eyes Wide Shut). Y el primer episodio no lo ofrece. El segundo, con la escena de la cruz, empieza a hacerlo, así que habrá que esperar a ver si en ese universo de máscaras venecianas y lámparas Luis XV se abre paso el verdadero morbo. Quizás le falta más de Bigas Luna y Vicente Aranda y le sobra pijismo afrancesado.

El problema que surge con el personaje de Mario Casas es que no entendemos cuál es el problema. Está bueno, tiene pasta y folla mogollón (en un sitio un poco hortera, pero folla). Fantástico. Su madre le abandonó de pequeño, pero eso ya lo sabemos y mira, no es para tanto. Le vemos llorar, pero no empatizamos. ¿Hay algo más detrás de todo? Puede ser, pero la serie no nos da pistas para intuir que así fuera. Al menos en los dos primeros episodios la situación parece estancada. Muy estética, eso sí.

Entonces entra Shame. El drama, la profundidad, las cicatrices de los personajes. Eso en lo que Instinto quiere incidir para reivindicarse como más que la serie chorra donde Mario Casas enseña la chorra. Legítimo, pero no acaba de cuajar. Son dramas de cartón (exitoso en los negocios, torturado en lo personal) que en vez de aportar y darle dimensión al relato nos desconectan de la propuesta adictiva y juguetona que podría haber sido. Dicho más soez: los dramas te cortan el rollo para la paja.

La primera temporada de ‘Instinto’ está disponible completa en Movistar+ desde hoy, 10 de mayo.

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