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Crítica: ‘Jane the Virgin’ se regala el bonito final que se merece

Gina Rodríguez, como Jane Gloriana Villanueva. (Fuente: Movistar+)

Esta crítica se ha escrito tras ver el último episodio de ‘Jane the Virgin’.

He de hacer una confesión antes de que entremos en materia: hacía bastante tiempo que no veía Jane the Virgin. Mi cariño por la familia Villanueva y la diversión que me proporcionaba Rogelio de la Vega no consiguieron que me mantuviera al día con la serie, así que, cuando se anunció que la quinta iba a ser su última temporada, me había quedado bastante atrás. Sin embargo, tampoco quería perder mi oportunidad de despedirme como era debido de ese oasis de humor, empatía y referencias autoconscientes a todos los clichés habidos y por haber de los culebrones. Un crítico estadounidense decía por Twitter que la vida es muy corta para ser un completista estricto, así que aquí estamos.

Y al igual que ese crítico, me alegro de haberme reencontrado con Jane the Virgin justo en su final. Durante cinco temporadas ha recogido el testigo de lo que Ugly Betty inició hace más de una década con su adaptación de una telenovela colombiana (en este caso, la muy divertida Yo soy Betty, la fea) y lo ha hecho evolucionar hacia una serie que iba más allá de ser una mera “americanización” de Juana la Virgen, su original venezolano. Se ha convertido en una de las caras más visibles, junto a Orange is the new black y Vida, del esfuerzo por lograr una mayor y mejor representación de la comunidad latina en la ficción estadounidense.

Su último capítulo, por ejemplo, incluye un largo parlamento en español de la abuela de Jane durante la celebración de la boda, más las conversaciones habituales mezclando inglés y español de las tres mujeres Villanueva, un detalle tradicional mexicano en ese mismo enlace matrimonial y, por supuesto, nada de esto es lo principal. La identidad latina de sus protagonistas es sólo una parte de sus personalidades; es importante, pero no la única que los define.

Ah, sí, la boda. Jane the Virgin no podía dejar de lado su juego con las convenciones de las telenovelas y no acabar con la boda de Jane y Rafael.

Justin Baldoni y Gina Rodríguez. (Fuente: The CW)

Todo el último episodio es una carrera para llegar a la ceremonia superando pequeños obstáculos en la forma de ese nuevo final para el libro de Jane que quiere hacerle llegar a su editora. Eso no es más que la excusa para dar una trama al capítulo, el armazón sobre el que situar las despedidas de todos los personajes. Es también el cierre habitual de los culebrones y, al mismo tiempo, un buen ejemplo de cómo Jane the Virgin ha ido manejando la evolución de sus protagonistas.

Los que parecían villanos al principio, como el propio Rafael o Petra, adquirieron otros matices y, sobre todo, se fueron aprovechando las cualidades de sus intérpretes (como la vis cómica de Yael Grobglas). Ninguno ha sido una mera parodia de sus contrapartidas noveleras ni arquetipos unidimensionales. Hasta Rogelio de la Vega tiene su corazoncito por debajo de esa vanidad tan divertida. Jennie Snyder Urman, la showrunner y creadora de la serie, se ha preocupado de que, aunque Jane the Virgin partiera de un culebrón, nunca cayera en las trampas que ese formato suele tener, y cuando lo ha hecho, se buscaba un modo de sacar un chiste o un desarrollo de algún personaje.

Hasta en su último episodio, en el que todos éramos muy conscientes de que la emoción iba a fluir cual catarata, se ha intentado que hubiera momentos un poco más ligeros. Evidentemente, la serie no podía despedirse sin regalar a las Villanueva una última noche juntas y sin recordar algunos momentos de su pasado, un clásico de los finales de serie que Jane the Virgin solventa con mucha rapidez y clase. Que sus personajes vayan a abrir nuevas etapas en sus vidas es otro clásico, porque los responsables de la ficción son muy conscientes de las convenciones con las que están jugando, pero los momentos más memorables acaban siendo los más inesperados.

Por ejemplo, escuchar al narrador hablar con su propio acento y su propia voz, sin impostarla, al desvelar que es Mateo de adulto quizás sea el instante que más lágrimas provocó en los espectadores, bastantes más que la posibilidad de que Xiomara se mude a Nueva York.

(Fuente: Movistar+)

Que Rogelio por fin vaya a tener éxito en una serie estadounidense, que Petra se reúna con Jane Ramos, que Jane logre publicar su libro, hasta la aparición de Luisa disculpándose, a su extraña manera, por haber inseminado accidentalmente a Jane… Todos los personajes tienen su final y la oportunidad de que la audiencia se despida de ellos, que es para lo que sirven estos últimos capítulos. Por eso, no hay grandes dramas, y aunque se juegue con la posibilidad de que se desvele un secreto importante, al final no es para tanto.

Los comentarios sarcásticos del narrador y los chistes autoconscientes (como la sobreimpresión de hashtags en pantalla para generar un chiste) equilibran la parte que, al final, ha sido más crucial en Jane the Virgin, que es su gran corazón. Y no decimos que sea sentimental en exceso, sino que ha sabido tratar a sus personajes como seres humanos y ha construido una protagonista central de la que los espectadores latinos pueden estar orgullosos.

Y, de regalo, la propia Jennie Snyder Urman hace un pequeño cameo como la voluntaria del maratón que le da una esponja con agua a Jane.

La quinta temporada de ‘Jane the Virgin’ está disponible completa en Movistar+.

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