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Crítica: ‘Jóvenes altezas’ resulta mucho menos mamarracha y más tierna de lo esperable

(Fuente: Netflix)

Esta crítica se ha escrito tras ver los tres primeros episodios de ‘Jóvenes altezas’ y no contiene spoilers.

La vida de un Príncipe no es sencilla, o algo así nos cuentan en Jóvenes altezas, el último estreno adolescente de Netflix que tira de monarquía e internados juveniles. A primera vista, por su premisa y su tráiler, cualquiera podría pensar que esta propuesta es un derivado nórdico de Gossip Girl o de tantos títulos donde se asocia la juventud al glamour, pero nada más lejos de la realidad. Pese a que en el arranque nos muestran cómo el segundo en el orden de sucesoria de una casa europea es perseguido por la prensa en medio de luces e imágenes discotequeras, la serie no se queda en ese tipo de escenas que tanto hemos visto.

Nuestro protagonista, Wilhelm (Edvin Ryding), es trasladado a la academia por la que toda su familia ha pasado, tras un intento de ir a un instituto normal que ha acabado en drama mediático, el internado es una mezcla entre el castigo y la protección. Sus compañeros serán una mezcla de lo más pijo de la aristocracia, los niños ricos de empresarios y una serie de chavales de la zona becados; una premisa con brecha que nos permita ver que unos se sienten intocables mientras que los otros parece que deben dar las gracias. Sin embargo, esta premisa que previsiblemente nos lleva a la última corriente de series con fiestas locas, sexo y descontrol tira hacia otro lado.

Para empezar Wilhelm no es el niñato que esperábamos, sino que se siente desubicado, lo rodean de un entorno amigable y tiene todos los números para ser insoportable. En cambio, desde el primer momento vemos a un chaval con cierto pudor, educado y que observa más que juzga. Es alguien que cae bien. El dilema que se le pondrá delante es de corte romántico: se enamora perdidamente de alguien que no le va a estar permitido, al menos de entrada. Una mezcla de prohibición, crítica social y amor a escondidas. Pero es que, además, la pareja en cuestión es bonita, se te deshace el corazón cada vez que se miran y deseas apretar los puñitos y que vaya todo bien.

Jóvenes altezas es una serie más en la línea de Con amor, Víctor que de un drama adolescente que tira de adrenalina. Pese a la presencia de ricos, los caballos y el ver una masturbación cuando apenas ha comenzado el primer episodio, no es una serie de cuerpos viviendo la vida loca, son chavales peleando con ellos mismos y su adolescencia. Y todo ello lo hace de una forma bastante dulce, huyendo del recurso habitual donde se justifica la mezquindad en la adolescencia como forma de expresar frustración por los problemas que se tengan. Aquí, aunque hay alumnos castigables al cuarto de los ratones, no es la baza principal; la serie cumple con una función arropadora más que de chillido. Netflix ya tiene Élite, así que está bien que la plataforma salga del registro y ofrezca cosas nuevas.

Con todo, Jóvenes altezas no es un título deslumbrante. Son solo seis episodios y las tramas tienen una sencillez que hacen pensar que no tiene especiales pretensiones, aunque en parte por eso funciona. Cuenta pocas cosas, pero con las que se atreve no lo hace mal. En un mundo donde parece que los adolescentes llevan la vida de Jack Bauer es bonito ver que algunos siguen viviendo el primer amor y los problemas paternos como si eso fuera el mayor de los problemas.

‘Jóvenes altezas’ está disponible en Netflix.

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