(Fuente: Michele K. Short/HBO)
Esta crítica se ha escrito tras ver los tres primeros episodios de ‘La conjura contra América’ y no contiene spoilers.
En Cabaret hay una escena en la que un joven con aspecto angelical rompe a cantar una idílica canción en medio de un biergarten en el Berlín de 1931. Todo el mundo escucha embelesado ese “el mañana me pertenece”, una tonada pacífica y bonita, hasta que la cámara baja del rostro del cantante al uniforme de las Juventudes Hitlerianas que viste y toda esa escena de un día normal en Berlín adquiere, de repente, unas connotaciones muy inquietantes.
La conjura contra América está construida sobre esa dictomía, la de una cotidianidad que parece tranquila pero que, bajo su superficie, esconde ideas y actitudes peligrosas y crueles. David Simon y Ed Burns adaptan para HBO el libro homónimo de Philip Roth (uno de sus más populares) que imagina unos Estados Unidos alternativos en los que Franklin D. Roosevelt perdió las elecciones presidenciales de 1940 ante Charles Lindbergh, héroe americano por sus proezas en la aviación que, además, era un reconocido simpatizante nazi. Lo que eso representa para el país (y para el mundo entero) se cuenta a través de la experiencia diaria de la familia Levin y del pequeño Philip, un trasunto del autor de la novela.
El enfoque a pie de calle de la miniserie la distingue de otras ucronías como The man in the High Castle, por ejemplo. Aquí no hay misterios que apuntan a otro mundo ni vemos a los cabecillas de todo; los protagonistas son personas corrientes que buscan ganarse la vida de la misma manera que sus vecinos. Su “crimen” para esa sociedad que elige a un presidente xenófobo y aislacionista es que son judíos.
Quienes vieran The Terror: Infamy seguramente recordarán que sus personajes acaban internados en campos de concentración porque son de origen japonés. No importa que hayan nacido en Estados Unidos y que estén integrados y contribuyendo a su sociedad; se recela de ellos por ser de una etnia diferente. Herman, el cabeza de familia Levin, protesta que él es tan estadounidense como Lindbergh cuando su mujer le sugiere que, quizás, deberían plantearse salir de un país que sólo los ve como judíos y, por tanto, como enemigos.
(Fuente: HBO)
Los dilemas que la situación genera dentro de la familia protagonista sirven a Simon y Burns para exponer todas las razones por las que el ascenso de Lindbergh al poder se presenta como inevitable y los comportamientos que facilitan que así sea. Sandy, el hijo mayor, está completamente obnubilado por las hazañas como piloto del futuro presidente; Herman cree que el sistema político estadounidense y sus votantes jamás serán engañados en creer que un tipo así puede gobernar a todo el país; Alvin, el sobrino, está cada vez más enfadado por el hecho de que Estados Unidos decida abandonar a Europa en manos de Hitler y las dos hermanas en el centro de todo, Bess y Evelyn, se dividen entre el colaboracionismo y el miedo.
Bess (a la que interpreta una muy contenida Winona Ryder) ve de primera mano cómo un rabino bienintencionado, y bastante miope a la realidad a su alrededor, contribuye a “kosherizar” a Lindbergh, mientras Evelyn (Zoe Kazan) se da cuenta mucho antes que su orgulloso y tozudo marido que las cosas se van a poner muy complicadas para ellos.
Los tres primeros capítulos muestran cómo Lindbergh va ganando el apoyo que necesita para ser presidente entre una sociedad que, por un lado, considera que no hay razones para que Estados Unidos entre en la Segunda Guerra Mundial y, por otro, que odia profundamente a quienes no son como la mayoría de sus integrantes. La coartada de quienes lo votan porque no quieren otra guerra es la gran tragedia; se ciegan a lo que realmente propone Lindbergh con su populismo xenófobo porque les promete tiempos de paz.
La conjura contra América no es sutil ni lo pretende. Sus personajes discuten sobre las noticias que escuchan en la radio acerca de la política estadounidense o de la marcha de la guerra en Europa. Es contundente en su discurso, pero no es obvia en el retrato de sus personajes. Entendemos perfectamente a Herman, a Bess, a Sandy y al pequeño Philip, que no comprende qué pasa a su alrededor pero sabe que las cosas están cambiando, y no para bien.
Es tentador establecer comparaciones entre Lindbergh y Donald Trump, unas comparaciones contra las que el propio Philip Roth alerta porque el primero era un héroe nacional y el segundo, simplemente un millonario que salía por la tele. Pero es cierto que esos Estados Unidos alternativos nos están hablando tan directamente a nosotros como el Reino Unido del futuro de Years and Years.
‘La conjura contra América’ está disponible todos los martes en HBO España.
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