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Crítica: ‘La materia oscura’ encuentra su camino justo al final de la temporada

James McAvoy y Dafne Keen, en ‘La materia oscura’. (Fuente: BBC/HBO)

Esta crítica se ha escrito después ver la primera temporada completa de ‘La materia oscura’.

Un monólogo sobre el pecado original no parecía ser lo más adecuado para un gran blockbuster de Hollywood cuando se adaptó al cine Luces del Norte, el primer libro de la trilogía de La materia oscura (con el título de La brújula dorada). Sí, hasta esa conversación entre Asriel y Lyra, hemos visto a un Magisterio, que claramente es una institución religiosa, imponer sus puntos de vista y sus principios en todo el mundo y perseguir a quienes se muestren contrarios a ellos, pero aún se nos podía escapar de lo que Philip Pullman realmente quiere hablar. A Hollywood, en su momento, le dio un poquito de miedo.

En el momento en el que Lyra le pregunta a su padre qué es el Polvo y por qué le obsesiona tanto, la cortina se aparta y vemos lo que hay en el centro de los libros y, por ende, de la serie, y es una cuestión filosófica. ¿Qué quiere decir que todos nacemos pecadores? ¿Qué tipo de ataduras y constricciones implica? ¿Da eso carta blanca a una institución como el Magisterio para controlar nuestras vidas? Si sigues mis preceptos, podrás expiar ese pecado original con el que naciste. Llevad esa afirmación hasta sus últimas consecuencias y comprenderéis por qué La materia oscura es tan controvertida en determinados círculos.

Hasta llegar ahí, a ese final que destruye el mundo de Lyra tal y como lo conocía mientras, al mismo tiempo, abre uno totalmente nuevo para ella, la serie ha tenido que superar sus propios dolores de crecimiento, como dicen los anglosajones, con una ingente labor inicial de construcción de su universo y algunos problemas para conseguir que los clímax emocionales tuvieran la importancia necesaria.

Lo poco que se ha visto a los daemonios ha sido uno de sus grandes puntos débiles. Esos animales que correteaban alrededor de todos los personajes (o que deberían haberlo hecho) son la representación externa de sus almas, la conexión entre ambos es intrínseca y fundamental. Si se daña a un daemonio, su humano sufre lo mismo que él. Por eso resulta tan horrible para todos los protagonistas que la señora Coulter investigue la posibilidad de seccionar ese vínculo, de separar a los niños de sus daemonios, de sus almas. Pero La materia oscura no ha conseguido transmitirlo, al menos, no hasta que la acción se traslada hasta el malvado laboratorio de Bolvangar.

Mrs. Coulter y su daemonio. (Fuente: BBC/HBO)

Allí es donde empezamos a comprender mejor esa parte importante de este mundo, aunque hay que señalar que la relación entre persona y daemonio que mejor se ha mostrado en esta primera temporada es la de Mrs. Coulter con su mono dorado. Todos los complicados sentimientos que ella tiene hacia sí misma, sus frustraciones, su rabia, su odio por ser como es (o por no conseguir ser quien quiere), estaban perfectamente expresados a través de la relación con el mono, y es uno de los personajes más interesantes de estos primeros ocho episodios.

Realmente, la temporada empezó a tomar forma con la introducción de Will, el joven adolescente de nuestro mundo que acabará arrastrado a esta pelea entre el Magisterio y Lyra. Will no se presenta en los libros hasta el segundo, La daga, y aporta otro aspecto de estas historias coming of age, de madurez. Si Lyra tiene que dejar atrás la infancia y darse cuenta de que el mundo a su alrededor es mucho más complicado, y descubrir su propia fuerza interior, Will ya ha sufrido muchos sinsabores y su camino es otro. La serie nos deja con la promesa de su encuentro en un futuro próximo (spoiler, lo harán, no os preocupéis), algo que promete mucho ahora que Lyra ha dado un paso al frente en la historia.

Es también digno de comentar cómo las figuras que, a priori, parecían los referentes o los héroes acaban desvelándose como gigantes con pies de barro. Asriel anhela el conocimiento, quiere acabar con el yugo del Magisterio, pero se deja llevar por sus propios delirios de grandeza. Con esos delirios justifica matar a Roger para abrir al portal y es interesante que, en la última escena que comparte con Coulter, casi se giren las tornas con respecto a cómo los veíamos al principio de la temporada. Ella duda; por mucho que esté convencida de que su trabajo será beneficioso para la humanidad porque la librará de la mancha del pecado original, sus sentimientos hacia Lyra y hacia sí misma la convierten en alguien más humano que Asriel, que ha decidido que sólo su punto de vista y su modo de hacer las cosas es el válido. No vacila; en ese sentido, no se diferencia tanto del Magisterio.

Ven hacia la luz, Lyra. (Fuente: HBO/BBC)

La materia oscura ha acertado al retratar a su personaje principal (con una Dafne Keen más que acertada) y ha conseguido también crear un villano realmente inquietante en ese padre Boreal que se mueve libremente entre los universos (da la sensación que sin que el Magisterio sepa exactamente qué está haciendo). La determinación con la que persigue a Will, buscando lo que su padre descubriera en la expedición en la que desapareció, pinta a un hombre que va a resultar un enemigo mucho más formidable que Coulter o el padre MacPhail.

Todo lo relacionado con Oxford ha sido lo más flojo de la temporada, pero la dinámica y la historia construida entre Lyra, Coulter, Asriel y ese Will en paralelo ha funcionado bastante bien y permite ser optimista de cara a la segunda temporada.

La primera temporada de ‘La materia oscura’ está disponible en HBO España.

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