Pablo Molinero y Fede Aguado, en la temporada 2 de ‘La peste’. (Fuente: Julio Vergne/Movistar+)
Esta crítica se ha escrito tras ver los tres primeros episodios de la segunda temporada de ‘La Peste’ y no contiene spoilers.
La mano de La Garduña. Ese subtítulo para la segunda temporada de La Peste ya nos está indicando que entramos en otro capítulo de la historia de esta Sevilla del siglo XVI opuenta y poderosa, pero podrida por dentro en su corrupción y sus flagrantes desigualdades sociales. La primera entrega nos sumergía en aquel mundo a través de sus imágenes, de sus juegos con la luz y al situar una parte importante del foco en las prostitutas y en los pobres que se ganaban la vida en la calle. La doble moral de la Iglesia y de los prohombres de la ciudad era una parte tan importante como el misterio de quién estaba asesinando a aquellos nobles.
La primera temporada, sin embargo, se ganó también críticas de que era demasiado oscura, demasiado lenta, y de que no se veía ni se entendía nada de lo que se mostraba y se decía en pantalla. Esta segunda tanda de capítulos sigue con sus contrastes barrocos de luz (consiguiendo algunos de los planos más bonitos de la televisión española este año), pero añade un componente un poco más aventurero y trepidante que emana directamente del enemigo al que se enfrentan Mateo, Teresa y los demás, una sociedad de tintes mafiosos llamada La Garduña.
Que, por supuesto, existió en realidad y cuyo alcance va desvelándose en la serie poco a poco. La iniciativa de Teresa y Valero de rescatar a las prostitutas ilegales que trabajan en el río, donde a nadie le importan, los sitúa directamente en su punto de mira, pero sus tentáculos llegan más lejos y pintan una amenaza lo suficientemente inabarcable como para que se construya una tensión que aporta un vigor muy bienvenido.
Teresa encuentra un nuevo propósito. (Fuente: Julio Vergne/Movistar+)
Los esfuerzos del nuevo asistente de la ciudad por “limpiarla” se topan con la resistencia de los prohombres que se benefician de las actividades de La Garduña y con una ciudad que se ha acostumbrado a que su verdadero motor sea clandestino. Pontecorvo, ese nuevo personaje, recuerda en ocasiones a Los intocables de Eliot Ness y a otras películas en las que hay un policía que lucha contra todos los elementos para acabar con una organización corrupta tan enraizada, que lo más probable es que acabe ella con él. La diferencia es que este asistente quiere utilizar Sevilla como trampolín para sus ambiciones políticas.
Para lo que sí sirve Pontecorvo es para sacudir un poco los cimientos de La Peste, que no es que se vuelva más luminosa, como se ha repetido durante toda la promoción, sino que deja que sus dos protagonistas principales ya no estén tan abrumados por el peso de sus pasados. Cinco años después de los eventos de la primera temporada, Mateo y Teresa son más personas de acción, sobre todo ella. Él ya no ve el mundo con el mismo pesimismo y cinismo y ella ha pasado de sólo reaccionar a lo que le ocurre a tomar la iniciativa y luchar por lo que cree que debe hacer.
Esa toma de conciencia de la pintora explota mejor el potencial que tenía como personaje en la primera temporada, y también la sitúa en una mayor igualdad con Mateo que sienta bien a la relación entre ambos, aún muy tentativa en los primeros compases de la temporada.
Baeza gana protagonismo en esta temporada. (Fuente: Julio Vergne/Movistar+)
Lo que más va a llamar la atención de La mano de La Garduña es, probablemente, esos detalles de película de gángsters que se cuelan por aquí y por allí, desde el miembro muy ambicioso de la organización que ayuda a los investigadores porque espera así librarse de su sombra al líder (o la líder) que no admite contratiempos y quiere dejar siempre claro que nadie le lleva la contraria, a intentos de asesinato que figuran entre lo más espectacular, y visualmente más vistoso, que ha hecho La Peste nunca.
La sigue continúa siendo una inmersión en las sensaciones del siglo XVI y en la manera en la que vivía la gente corriente, pero ha añadido esa pelea contra un enemigo poderosisísmo y que opera en las sombras para dar más tensión. Es entretenida y, al mismo tiempo, continúa siendo una de las series con más cuidado por lo visual y en su ambientación. Pero La Peste no es sólo técnica.
‘La Peste. La mano de La Garduña’ está disponible desde hoy en Movistar+.
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