Esta crítica se ha escrito tras ver los cuatro primeros capítulos de ‘La revolución’ y no contiene spoilers.
En Netflix aparecía la semana pasada La revolución, una serie de corte histórico en el que se exponen los días anteriores a la Revolución Francesa. Con esta premisa, alguien podría pedir rigor histórico, visión de conjunto, capacidad para exponer hechos relevantes y, en definitiva, un trabajo para reconstruir los momentos previos y causas de los alzamientos de 1789. Nada más lejos de la realidad, aunque en su defensa diremos que tampoco es algo negativo.
Y es que la actitud del espectador ante La revolución debe ser mucho menos exigente, al menos si no queremos llevarnos un mal rato. Porque lo que su showrunner Aurélien Molas (Red Creek) nos trae es algo mucho más desenfadado y con menos pretensiones académicas que debe ser visto con el chip de quien se pone a ver una mamarrachada entretenida. Se tiene que disfrutar de los ropajes, los peinados, el estilo fotográfico y hasta de los zombis. Sí, es una serie que tiene muertos vivientes. Y vudú. Y complots. Y magia. Y efectos paranormales varios.
Comprenderéis que todo eso es incompatible con un contenido educativo y que, por lo tanto, hay que disfrutarla sin reclamarle sustancia por ningún lado. Para descubrirlo solo tenemos que fijarnos en la primera de las escenas que ya expone que la historia es una y es escrita por los vencedores pero, además, los sucesivos narradores van reescribiendo los hecho según convenga. Y es que si algo no se cuenta en los libros de texto es el extraño veneno que devuelve a quien lo tome de las tinieblas y lo convierte en un ser inmortal a caballo de entre ambos mundos.
Visto con el desapego de una propuesta poco seria logra ser un título ameno, con una buena ambientación y suficiente emoción. Según la tesis de La revolución, fue el asesinato de una chica llamada Rebecca lo que desencadenó lo que tendría que venir, sucediendo justo en el momento en que el pueblo comenzaba a organizarse ante un sistema de jerarquías según el origen de la sangre de cada uno. Pero no sucederá sin una oposición y un plan enfrente que haga todo lo posible por salvaguardar sus privilegios.
(Fuente: Netflix)
Nos encontramos ante una serie de tópicos, de enamorados injustamente separados, donde los malos son muy retorcidos y los buenos luchan por lo que creen. Tiene ritmo y compagina escenas de completa suciedad con planos bastante espectaculares que saben a qué juegan. Pero es lo que es y en su liga hay que juzgarla. No aparecerá entre las mejores series de este año, pero tiene puntos para ser suficientemente vista como para que Netflix le dé más temporadas, pues logra tener el equilibrio suficiente entre lo fantástico y lo verosímil y bebe de mucho de lo que ya se ha hecho.
La revolución no viene a innovar, es evidente la influencia de otros títulos sobre ella y no creo que se esconda. Es previsible y abusa de la sangre y la imagen explícita para alterar al espectador, pero eso es algo que le pido a una ficción de este corte. Romances con carne, peleas con espadas, finales con lluvia de sangre y todo en un embalaje muy visual. En ese sentido La revolución es una propuesta más que recomendable ideal para desconectar y para no cuestionar demasiado la lógica de lo que se muestra.
‘La revolución’ está disponible en Netflix.
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