Blanca Suárez y Yon González, en la tercera temporada de ‘Las chicas del cable’. (Fuente: Manuel Fernández-Valdés/Netflix)
Hay series que, llegadas a cierto punto, son resistentes a cualquier crítica. Han encontrado su público y su tono, y ya no necesitan que nadie les diga qué hacen bien o qué hacen mal. En la tercera temporada, Las chicas del cable está en esa situación. Podemos compararla, ya sea favorable o desfavorablemente, con otras producciones del mismo corte de Bambú o con el resto de ficciones que se han hecho en España en los últimos dos años y medio. No importa. Las chicas del cable ha adoptado una velocidad de crucero que le funciona.
Y eso que la tercera temporada promete marejada en las vidas de sus cuatro protagonistas. Su primer episodio cierra unas cuantas de las tramas que venían manejándose desde el arranque de la serie y abre otras que van a llevar a las chicas por caminos que pueden volverse bastante oscuros. Lidia (Blanca Suárez) continúa siendo el centro alrededor del que gira todo (también continúa aportando una voz en off que sigue siendo innecesaria), y se va a encontrar ante un trago personal mucho más difícil de lo que ella imaginaba.
Es una trama que resuelve directamente el cliffhanger de la temporada pasada, pero que da un giro inquietante casi enseguida, un giro que sitúa a Lidia en colisión frontal con la familia de Carlos y que sólo se presenta en los dos primeros capítulos. Afianza, eso sí, a Concha Velasco como la villana oficial de la serie.
Ernesto Alterio y Concha Velasco. (Fuente: Manuel Fernández-Valdés/Netflix)
Que Lidia esté, de nuevo, tras un secreto de los propietarios de la compañía de teléfonos indica que todas las protagonistas se mueven en unas temáticas que han navegado desde el principio. Carlota está cada vez más involucrada con el grupo de activistas feministas de Sara, y la relación entre ellas es ya estable; Marga sigue con sus enredos amorosos y familiares, aquí con la aparición de un hermano de su marido que trastoca su vida, y Ángeles vuelve a verse involucrada con la policía en una trama que toca también al cabaret White Lady.
Las cuatro apoyan a Lidia, pero es más habitual que cada una esté en su línea argumental.
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Los fans de Las chicas del cable saben bien lo que van a ver cuando se enfrenten a su tercera temporada. A estas alturas, ya no sorprende, lo que puede ser frustrante para quien espere algo más de la serie y, por otro lado, reconfortante para quien la siga con fruición. Es de esperar que la temporada se adentre por terrenos oscuros conforme avance (la prensa sólo ha podido ver con antelación dos capítulos), en especial en la historia de Lidia y en la de Carlota, cuyo lado reivindicativo se potencia, y lo sentimental es el hilo conductor de los episodios.
Las cuatro chicas del cable. (Fuente: Manuel Fernández-Valdés)
Pero lo es en el sentido de que explora relaciones ya consolidadas, excepto en el caso de Ángeles. Sara y Carlota, Lidia y Carlos y Marga y Pablo tienen que afrontar los baches que atraviesa toda pareja que ya empieza a acumular cierto tiempo a sus espaldas, sólo que, aquí, los baches se acrecientan por tramas criminales o nuevos personajes que parecen amenazar su felicidad.
Las chicas del cable ha mejorado en los aspectos técnicos, pero si alguien vio su primera temporada y sintió que no era para él/ella, su opinión no va a cambiar ahora. Sobre todo porque esta tercera temporada es un continuo con la segunda. Que pueda evolucionar hacia un drama más acentuado no quiere decir que vaya a convertirse en una serie diferente. Sería contraproducente.
La tercera temporada de ‘Las chicas del cable’ está disponible en Netflix.