(Fuente: BBC)
Hay una máxima, tácita eso sí, en el mundo del guión que dice “dámelo igual, pero diferente”, lo que viene a significar en este caso “retomemos la primera temporada de John Luther, de modo que añadámosle su gran talón de Aquiles, sumémosle una nueva compañera, empecemos con un ritmo trepidante, con la mafia pisándole los talones y que se debata entre la moral, el deber y sus emociones”. A priori, sí, parecía cumplir la máxima, pero una vez devorados (siempre fui muy fan de esta serie) los cuatro capítulos de los que se compone, no, no hubo suerte. La quinta temporada del policía que nunca corre, ya disponible en Netflix, no nos aporta nada nuevo.
Si analizamos brevemente la trayectoria de Luther desde su primera temporada, allá por el 2010, hasta ésta última, uno tiene la sensación de que ha ido decreciendo paulatinamente. Los seis capítulos de la primera deslumbraron (los dos últimos son de lo mejor que yo he visto en televisión en años), luego era complicado mantener el nivel y, a pesar de que hay momentos brillantes en la segunda, tercera y cuarta, las historias que nos proponen (siempre escritas por Neil Cross) denotan una ausencia de evolución de los personajes, tanto protagonistas como secundarios. Las historias se mostraban repetitivas, con una palpable falta de ideas (sobre todo en la cuarta, la peor de la antología), donde aparecía cierto cansancio del personaje y sobre el personaje.
Situémonos: Londres, en la actualidad. El DCI John Luther (Idris Elba), a cuestas con su atribulada vida, se enfrenta a dos hechos que suceden prácticamente a la vez. Por un lado, la aparición de un psicópata que asesina brutalmente a sus víctimas con la ayuda de su esposa. Por otro, el secuestro del hijo de uno de los mafiosos más aterradores de Londres, George Cornellius (Patrick Malahude), viejo conocido de Luther. Junto a su nueva compañera, la DS Catherine Halliday (Wunmi Mosaku, quien ganó un BAFTA interpretando a la madre de Damilola Taylor), John se pone a trabajar. La vida de Luther da un vuelco cuando Alice Morgan (Ruth Wilson) resulta ser la autora del secuestro del hijo de Cornellius.
(Fuente: BBC)
Los mimbres de esta temporada son casi calcados a los del resto de la antología: John Luther deambulando siempre entre la legalidad y la moralidad, el secuestro del hijo de un jefe mafioso, un asesino que despliega sadismo a espuertas, una nueva compañera y el retorno de su pecado no confesado, una especie de fantasma de las Navidades pasadas.
Una vuelta al ciclo ya conocido en el día a día de Luther: la atracción fatal por Alice que le genera un conflicto inevitable con su deber como policía. La dinámica entre ambos personajes es el vector que dinamiza la serie (como lo hizo en temporadas pasadas), pero que resulta cansina, quemando en cierto modo una relación que por momentos llegó a ser fascinante.
Como toda producción de la BBC, no hay personajes pequeños por secundarios que sean. Así, repiten el jefe de Luther, el DSU Martin Schenk (Dermot Crowlel) y su mejor amigo, Benny Silver (Michael Smiley). De igual modo, el matrimonio de sádicos, Jeremy y Vivien Lake (Enzo Cilenti y Hermione Norris, respectivamente), así como el propio George Cornellius (Patrick Malahude), resultan atractivos, tanto en sus roles como en sus objetivos, siendo uno de los puntos fuertes de esta temporada.
Con todo lo dicho, Luther merece la pena. Eso sí, no esperen elementos rompedores ni vuelcos significativos. La intención primigenia de recuperar al John Luther original funciona intermitentemente lo que a mí, y esto es muy personal, me decepciona como espectador y seguidor. Pero como fan seguiré atento a sus nuevas andanzas, incluso a la tv movie sobre Luther que ya está gestándose.
La quinta temporada de ‘Luther’ está ya disponible en Netflix.
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