(Fuente: HBO)
Esta crítica se ha escrito tras ver los dos primeros episodios de ‘Los Espookys’ y no contiene spoilers.
En un panorama de grandes estrenos y regresos, entre tanta “mejor serie de la historia” de este mes, HBO se atreve también con las cosas pequeñitas. Entre su catálogo, agazapado, se esconde algo muy tímido, pero con mucho carácter: Los Espookys. Si partimos de su planteamiento tan diluido que casi ni existe y su equipo llegado de Saturday Night Live, la comedia es exactamente lo que uno podría esperar: algo muy, muy raro.
Aunque se estrenó el mes pasado, la serie llevaba dando vueltas por HBO desde 2017 como piloto, con el nombre de Mexico City: Only Good Things Happen. Ya como Los Espookys, la producción debe de venderse fuera de nuestras fronteras más por los nombres y las caras que por su contenido, con los cómicos Julio Torres y Ana Fabrega en el reparto, que producen junto a Fred Armisen y Lorne Michaels. Aquí, sin embargo, la serie encontrará muchos espectadores que entren en ella a ciegas (es mi caso) y que busquen el gran reclamo donde, en realidad, nunca lo hubo.
El argumento, sobre un grupo de jóvenes amantes del terror desesperados por sacar rentabilidad a su pasión, tampoco es para tirar cohetes. Básicamente, la serie va de ganarse la vida. El tema es universal; punto a favor. No obstante, o el enfoque es peculiar y nos pilla poco acostumbrados o directamente no cuaja. Los cimientos para esa historia de supervivencia reposan sobre una distinción entre triunfadores y pringados que destila un tufillo al peor The Big Bang Theory. Y, sin embargo, hay pequeños giros que descuadran nuestros esquemas y la forma en que hemos entendido tradicionalmente esos conflictos.
Mientras que el personaje pseudogótico y friki es simpaticón, el de la visión de negocios está como un queso y es un imbécil; pero luego resulta que son novios. En esa misma línea, Los Espookys es también un bombardeo descarado de mensajes del tipo “si algo te gusta, hazlo por pasta”, pero luego de esa mercantilización humana brutal no hay ni rastro y solo son cuatro colegas pasando un buen rato. La ideologización de la serie llega al punto de que la vida es, literalmente, lo que pasa entre trabajo y trabajo.
Pero esa carga discursiva no anula su atmósfera excéntrica, que arranca más muecas de estupefacción que verdaderas carcajadas. Pequeñas joyas como una monja participando en una casa del terror para heredar una millonada o una estadounidense para la que el español es casi jeroglífico son las que dan valor a Los Espookys como producto apto solo para gente con estómago (y ganas de dedicarle la media hora que dura cada episodio).
Al fin y al cabo, la serie no está vacía, pero su extraño (y, por ende, interesante) sentido del humor no termina de llenarla. Hay algo ahí, en esas pequeñas historias, pero ese algo se escurre entre las enormes grietas que quedan a la vista. Tiene muy buenos detalles, que quizá sí compensan su falta de solidez, pero siguen sin sumar lo suficiente para poder recomendarla. Aunque esa gelatinosidad de su trama es, a la vez, un buen detalle. O quizá no. Lo dicho, esto no hay quien lo entienda.
‘Los Espookys’ está disponible bajo demanda en HBO España, con nuevos episodios los sábados.
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