(Fuente: Netflix)
Esta crítica se ha escrito después de ver ‘Detrás de sus ojos’ completa y no contiene spoilers.
A Netflix no le fue mal su última miniserie estrenada de tapadillo. Fue Gambito de dama, una producción en la que la plataforma no parecía confiar (ni siquiera estaba clara la traducción del título al español a pocos días del estreno), pero que acabó en boca de todos, y probablemente también entre los puestos más altos de esas estadísticas internas que nunca llegaremos a ver. Con Detrás de sus ojos pasa algo parecido: antes de que se lanzase hoy la serie no había siquiera un tráiler en el canal de YouTube de Netflix España; sin embargo, su extraña fórmula tiene los astros a favor para monopolizar la conversación de este fin de semana.
Eso sí, hablarán de ella solo quienes lleguen hasta el último de sus seis episodios. En el arranque, y más o menos durante dos terceras partes del total de la miniserie, es muy difícil dar con los nutrientes que motiven a continuar un visionado que se hace bola entre un formulismo conservador y una estructura deslavazada. Cuando Detrás de sus ojos opta por recorrer los surcos del thriller de receta se vuelve previsible e inane, pues se presenta sujeta a un misterio invisible o irrelevante, y genera unas expectativas de progreso que frustra cuando opta por explorar los caminos de la erótica y el humor.
Más que vistos están el conflicto que atenaza a Louise, la protagonista, una joven secretaria divorciada y madre de un niño que se agarra a la poca aventura que encuentra en los resquicios de una rutina férrea, así como las emociones que despiertan en ella David y Adele, un matrimonio recién llegado al barrio que atrae a Louise al último vértice de un turbio triángulo amoroso. En el juego de suspense y control que propone Detrás de sus ojos no hay sorpresas: el quién sabe qué, cómo y hasta dónde es la anodina columna vertebral de un drama de cuerpos perfectos y mentes gélidas.
No se puede entender qué tiene de especial la serie creada por Steve Lightfoot, veterano de Hannibal, The Punisher y Narcos, y dirigida por Erik Richter Strand, un noruego de ojo poco imaginativo, hasta que se acaba. Lo que esconde Detrás de sus ojos, lo que podría hacer de ella el próximo hit de Netflix, no se comparte hasta casi el último episodio, cuando aparece el ingrediente más sabroso de la mezcla (podéis seguir leyendo, que no lo desvelamos). Así, su narración queda suspendida en el aire durante casi cuatro horas, como intentando decir algo con la boca cerrada.
El amor heterosexual de la miniserie es corrientucho: después de un primer encuentro fortuito en un bar, David y Louise descubren también que acaban de empezar a ser jefe y empleada en la consulta psiquiátrica donde trabaja ella. En cambio, el pegamento verdaderamente interesante es el que une a las dos mujeres, pues la incómoda amistad entre la protagonista y Adele se enraíza en la experiencia compartida de sus terrores nocturnos, unas pesadillas vívidas y recurrentes que la esposa del doctor enseña a Louise a dominar. Solo ahí, en las secuencias que confrontan a la joven madre con los demonios de sus veladas, hace amago de permanecer en las retinas –sin rozar jamás la excepción– una puesta en escena tímida y olvidable.
Si triunfa como lo hizo Gambito de dama hace unos meses, será porque Detrás de sus ojos se las arregle para embaucar a televidentes dispuestos a acumular minutos y minutos de ficción angosta e imágenes afónicas canjeables por el apetecible caramelo de la revelación final. Para otros espectadores, más roñosos con su tiempo y poco amigos del toreo, ni siquiera el perverso giro final justificará el esfuerzo.
‘Detrás de sus ojos’ está disponible en Netflix.