(Fuente: Netflix)
Esta crítica se ha escrito tras ver los tres primeros episodios de ‘Outer Banks’ y no contiene spoilers.
La última de las series juveniles de Netflix se llama Outer Banks, una historia veraniega de un grupo de amigos viviendo aventuras. Pero lo cierto es que flojea incluso mirándola con benevolencia.
La población de una isla paradisíaca en plena temporada estival está dividida por un lado, entre los ricos, aquellos que vienen a disfrutar de su segunda residencia, y por el otro, por los trabajadores, gente que ve en la temporada de verano posibilidad de generar ahorros para todo el año. En la segunda situación están la mayoría de los miembros de un grupo de amigos que aprovecha las vacaciones escolares para alternar el trabajo con el surf y la playa.
Como pasa en muchas otras historias estarán enfrentados con los niños pijos y, además, se verán inmersos en una aventura que unirá la desaparición del padre de uno de ellos con un navío hundido con un tesoro y unos mafiosos armados que quieren ir a por ellos.
Pero no funciona. Las decisiones de los chavales no responden a nada, le falta desarrollo a sus personajes y a las situaciones que narra, y la habitual locura juvenil, llegan a ser inverosímiles y sin gracia. Lo más sugerente de Outer Banks son las localizaciones donde se graba, pero muy maravillosas tendrían que ser para compensar el resto.
Encontramos actores forzados, situaciones poco naturales y falta de trabajo en la profundidad de sus personajes que no se compensa con una historia adrenalínica, porque tampoco lo es. La falta de sentido se puede perdonar en propuestas como Riverdale, donde no es eso lo que se persigue sino el impacto, el enganche con la historia o incluso el preciosismo estético. No estamos en ese caso con la serie de Netflix.
Outer Banks es una propuesta veraniega floja y algo aburrida. En un momento en que cada mes sale alguna seriea juvenil resultona, es una decepción encontrarse con algo así.
‘Outer Banks’ está disponible en Netflix.
