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Crítica: ‘Ozark’ continúa con una trama ágil y que engancha

Laura Linney y Jason Bateman, en la segunda temporada de ‘Ozark’. (Fuente: Jessica Miglio/Netflix)

El año pasado, Netflix nos trajo el estreno de Ozark, el thriller de tonos azules que sorprendió gratamente. Creado por Bill Dubuque y Mark Williams, este drama cuenta la historia de una familia que se ve obligada a mudarse a los Ozark para blanquear el dinero del segundo mayor cartel mexicano. Su primera temporada acabó con un final bastante abierto y hoy mismo, Netflix nos trae la segunda temporada.

Con 10 capítulos de una hora de duración cada uno, el pasado año pudimos ver los primeros meses de la familia Byrde, en donde pasan de tener una cómoda vida en Chicago, a mudarse a una región recóndita y llena de costa para limpiar varios millones de dólares en la temporada de verano. Lejos de lograr la paz al conseguir llegar a la meta marcada por el cártel mexicano, acabar con el blanqueo de la primera tanda de millones significó sólo el inicio de sus pesadillas de verdad, encontrándose con otros 50 millones y envueltos en un crimen doble.

Pero la historia sigue con esta segunda temporada que aleja, en cierto modo, el foco sobre Marty para mostrarnos una serie más coral, más compleja y, sobre todo, en la que el futuro de los Byrde ya no dependerá únicamente del cabeza de familia.

La evolución de la familia durante la primera temporada fue evidente. Charlotte, una chica acomodada que vive en un entorno confortable, se da cuenta de que ya no pertenece a ese lugar, de que vivir en los Ozark durante todo el año la convierte automáticamente en parte de la población que sirve por y para el entretenimiento del turista. Por otro lado, ella y su hermano Jonah ya no volverán a ser niños sin preocupaciones jamás.

Lo quisieran o no sus padres, ambos han dejado de ser simples espectadores para convertirse en unos cómplices más. Ya no sólo conocen la situación de la familia, sino que participan activamente en lo que sucede. La escena en la que tuvieron que enfrentarse con parte del cartel mexicano el pasado año condicionará a Jonah en esta segunda temporada y marcará un antes y un después.

Los hijos de los Byrde nunca volverán a ser los de antes. (Fuente: Jessica Miglio/Netflix)

Pese a que parece que Wendy y Marty empiezan a ver la luz tras la enorme crisis matrimonial, con la que arrancamos la primera temporada, y que toda la situación de estrés les ha servido para darse cuenta de que algo de amor queda, las cosas no han mejorado demasiado. Quizás entre ellos se haya suavizado, pudiendo ver una mayor complicidad y, sobre todo, cómo trabajan conjuntamente en lugar de limitar su relación a la rabia contenida, pero el circo de siete pistas en el que viven no hace más que crecer. Resulta muy interesante el cambio de escenario, en el que Wendy demuestra ser más cruda que su esposo. Encara los problemas de forma frontal y clara, lo que la hace muy buena en política y una negociadora más dura de lo que será nunca Marty.

La asociación con el matrimonio Snell, lejos de facilitar su vida, se la complica. Sí, les da la posibilidad de un plan ambicioso, pudiendo pensar en aprovechar el curso del río para la construcción de un casino flotante, pero no es una familia con la que asociarse sea sencillo. La diferente forma de funcionar entre el matrimonio Snell, el Byrde, el propio cartel y un nuevo personaje de esta segunda temporada hará inevitable la permanente tensión. Si durante la primera temporada vimos capítulos llenos de agonía donde en cada momento parecía que todo iba a desmadejarse, en esta no sólo se mantiene sino que incluso se agranda la sensación.

Otro de los puntos fuertes es Ruth. Ella es uno de los personajes que más crece. Se ve encerrada en un entorno lleno de rencor hacia todo y todos, donde prácticamente robar es mejor que trabajar. Quizás su transformación no vaya a canonizarla, pero desear aprender un oficio, establecer una vida ordenada y responsabilizarse de sus primos es un paso hacia adelante.

Convertida en adulta en el mismo momento en que toma la decisión de matar a sus tíos y tutorizar a dos adolescente, la nueva Ruth debe lidiar con la relación con su padre, impositivo y acostumbrado a que su palabra sea ley, para defender aquello que ha conseguido y que hace que le valga la pena trabajar por conservar su vida.

Ozark se caracteriza por ser una serie con mucho contenido. Apenas tiene escenas vacías y no teme llenar de novedades cada uno de sus episodios de casi una hora de duración. Esto hace que nos hubieran ya contado muchas cosas de la temporada de verano. Realmente, la historia, tal y como comenzó a narrarse, se agotó. Es por ello que el cambio que podemos ver en esta nueva temporada, en donde la acción ya no sucede únicamente en la población sino que aumenta a escala estatal, incluyendo relaciones políticas y nuevos personajes, resulta tan interesante.

Lejos de estancarse en una trama consolidada, hace un salto de escala cambiando las lógicas que habíamos visto hasta el momento de todos los personajes. Wendy ya no es la esposa de alguien, los Snell nunca más serán los que puedan tomar las decisiones sobre su entorno más cercano, incluso el cartel deja de disfrutar de esa libertad absoluta de decisión y a tener que entrar en las normas del status quo.

Ruth va a jugar un importante papel en la segunda temporada. (Fuente: Jessica Miglio/Netflix)

Las reglas del juego son más complejas que únicamente los ritmos de un pequeño pueblo en el momento en que tus aspiraciones son mayores. Si quieres limpiar unos pocos millones, te basta con una escala pequeña, pero a la que tus pretensiones son mucho mayores, también lo son los agentes implicados y las complicaciones que acarrea cada uno.

Resulta interesante ver cómo la serie ha conseguido mantener un aire local y de historias personales pese a dar este gran salto. La evolución que vemos en esta segunda temporada resulta imprescindible si se pretende no redundar sobre lo visto. Sin embargo, la naturalidad con la que todo crece ocurre de una forma muy poco forzada.

La introducción de nuevos personajes, tanto en el entorno social de Missouri, como en el propio cartel, supone otro ingrediente que hace crecer a la historia, dándonos más matices y una mirada más rica. En general, la mayoría de los cambios adoptados juega a su favor, haciendo de esta segunda temporada una buena continuación a lo que ya se había presenciado.

Ozark continúa siendo aquello que demostró el pasado pasado año: interesante, llena de contenido, compleja y con una trama que te atrapa y de la que no logras soltarte.

La segunda temporada de ‘Ozark’ se encuentra ya disponible en Netflix.

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