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Crítica: ‘Para toda la humanidad’ busca un rumbo en su juego con la historia

Joel Kinnaman, en ‘Para toda la humanidad’. (Fuente: Apple TV)

Esta crítica se ha escrito tras ver los tres primeros capítulos de ‘Para toda la humanidad’ y no contiene spoilers.

La carrera espacial y, más en concreto, la carrera por llegar el primero a la Luna fue uno de los aspectos cruciales de la Guerra Fría en los 50 y los 60. La obsesión por controlar todos los movimientos del contrario, el temor a que el otro lanzara un ataque letal y definitivo y el juego de Risk que EE.UU. y la URSS desplegaron por todo el planeta tenía que acabar llegando al espacio, primero con el lanzamiento del primer satélite artificial, el Sputnik, y luego con los esfuerzos por poner a un hombre en órbita terrestre.

Los diferentes pasos y las figuras clave en los programas espaciales estadounidense y soviético se han contado ya en libros y documentales variados y no vamos a repasarlos aquí porque no es el sitio apropiado. Lo único que debemos saber es que la URSS tomó la delantera inicialmente al colocar a Yuri Gagarin en el espacio en 1961, en llevar a la primera mujer a la órbita en 1963 (Valentina Tereshkova) y al hacer que Alexei Leonov fuera el primer hombre en dar un paseo espacial fuera de su nave en 1965.

Excepto en el caso de Tereshkova, la NASA repitió aquellos logros sólo unas semanas más tarde (hasta los 80 no habría mujeres astronautas), y si la URSS no continuó manteniendo la delantera en la carrera lunar fue por una sucesión de problemas técnicos y políticos dentro del programa y por la explosión en la rampa de lanzamiento del N-1, el lanzador que debía llevar a los cosmonautas a nuestro satélite. Meses después, el 20 de julio de 1969, Neil Armstrong se convertía en el primer hombre en pisar la superficie lunar.

Pero, ¿y si el N-1 hubiera funcionado sin problemas? ¿Habría podido la URSS reafirmar su liderazgo ganando la carrera por la Luna? Eso es lo que se pregunta Para toda la humanidad, la serie de Apple TV+ que aplica a la exploración del espacio el principio ucrónico de The man in the High Castle. Es cierto que ambas superpotencias no están en guerra abierta, pero las implicaciones militares que siempre tuvo la carrera espacial se hacen mucho más obvias.

Uno de los principales responsables de la serie es Ronald D. Moore, que tiene un pedigrí más que acreditado en ficciones espaciales con su trabajo en la franquicia de Star Trek y Battlestar Galactica, y tanto él como sus colaboradores parecen querer explorar a fondo esos flecos del programa tripulado de la NASA que se descartaron, por una razón o por otra. Si el Apolo XI hubiera llegado tarde, tal vez el presidente Nixon habría querido dar más cancha al ejército en las misiones, quizás hubiera adelantado la entrada de mujeres en el cuerpo de astronautas, a lo mejor habría habido cambios importantes en la directiva de la agencia.

En ese aspecto, Para toda la humanidad se divierte encontrando los ¿y si? reales de los que tirar en sus capítulos, sobre todo en lo concerniente al papel de las mujeres, pero le falta algo crucial: unos personajes que dejen huella. El principal al que seguimos, el astronauta Ed Baldwin, es como una página en blanco. Lo único que sabemos seguro de él es que está obsesionado con volver al espacio y, esta vez sí, alunizar, pero nada más. Él y su esposa son nuestra entrada en la serie y tienen poco interés.

Hay asuntos con potencial por debajo de los flamantes títulos de crédito (dignos, desde luego, del limpio diseño de los aparatos de Apple) y de los juegos con la historia, desde el desagradecido rol de las mujeres de las astronautas a las tensiones entre la política, lo militar y lo científico dentro de la NASA, así que la serie puede aprender y evolucionar en los episodios que quedan. Desde luego, el tercero, Las mujeres de Nixon, aporta otra energía y otra chispa a la ficción que puede venirle muy bien.

(Fuente: Apple TV)

Los malabarismos de Deke Slayton para poder dirigir el programa tripulado sin poner en peligro a sus astronautas, los sueños de la esposa de uno de ellos de recuperar su afición por pilotar aviones, la integración de la cada vez nayor paranoia de Nixon en la historia… En Para toda la humanidad existen los ladrillos para que no sea sólo una relectura de lo que podría haber sido, relectura de la que tampoco tenemos muy claro su propósito (¿Una advertencia? ¿De qué?), pero esos personajes tienen que conseguir conectar con el espectador. Y todavía están en ello.

Notas al margen

  • La serie mezcla a personajes reales, como Nixon, Deke Slayton o Wernher Von Braun, con otros que son versiones de sus contrapartidas reales: Gordo Stevens es un trasunto del astronauta Gordo Cooper, y Molly Cobb, de la aviadora Jerri Cobb.
  • Si queréis documentaros más sobre todo este tema, hay material de sobra fácilmente accesible, como la miniserie De la Tierra a la Luna (en HBO España), el documental Apollo 11 (se estrena el 21 de noviembre en Movistar+) y otro documental más, Mercury 13, en Netflix. El canal ABC emitió en Estados Unidos una serie un poco más complicada de encontrar, The Astronaut Wives Club, y hay un libro, Lunáticos, de Andrew Smith Serrano, que cuenta cómo afectó a los astronautas del Apolo regresar de la Luna a sus vidas normales. Y desde el punto de vista ruso está la película Salyut-7.

‘Para toda la humanidad’ está disponible todos los viernes en Apple TV+.

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