Esta crítica se ha escrito tras ver cuatro episodios de ‘Pasión rival’ y no contiene spoilers.
Pasión rival podría ser el título de una de esas telenovelas turcas tan de moda ahora. Nada que ver. Llamada en su danés original Enten/Eller, esta serie que en España estrena hoy Sundance TV es algo más que la historia de pasión carnal entre dos jóvenes opuestos en el espectro ideológico. Hay de eso, bastante, pero ofrece mucho más donde rascar a lo largo de ocho capítulos de media hora.
Malthe Koch, Christian Vangsgaard y Martin Winther, sus creadores, se adentran de lleno en el mundo de las rivalidades políticas poniendo el foco en dos aspirantes. La serie arranca con ella despertándose en el apartamento de él. Una escena incómoda para ambos. Les ha ido bien, han conectado físicamente (lo emocional se lo guardan para después en los guiones) y están en ese momento en el que no saben si dejarlo ahí o intercambiar números de teléfono. Optan por lo segundo. Aunque tampoco habría hecho falta ya que poco después descubren que son ‘enemigos’ en una escena igualmente vergonzosa para ambos. Aunque esta vez con ropa y al aire libre.
Maja (Emilie Kruse) es una joven promesa del partido socialista, vegana, con una gran manejo de la oratoria y convencida de aquello que defiende. William (Nikolaj Dencker Schmidt) forma parte del partido liberal, escribe los discursos al jefe, se le da bien debatir, viste bien, tiene aspiraciones y se mofa de las propuestas de sus contrincantes políticos. Está claro que no tienen nada en común, salvo la noche que han pasado juntos y que se niegan a reconocer ante conocidos y amigos. Lo que plantea la serie, ambientada en Copenhague con alguna escapada fuera de la ciudad como la del cuarto episodio a Jutlandia, es la historia de dos personas que tropiezan la una con la otra y se entienden contra todo pronóstico. El problema es cómo hacer encajar dos visiones del mundo, la vida y la política tan distintas y que eso no haga que se resienta una relación que apenas comienza.
Emilie Kruse y Nikolaj Dencker Schmidt (quien aparecía mucho menos aseado como Dof en Maldita) dibujan unos personajes que, pese a su apariencia de fortaleza, cargan con una pesada mochila a sus espaldas. A él se le atisba antes. Las pistas y evidencias están ahí. A ella cuesta algo más. Mientras desprenden una seguridad arrolladora hacia fuera, por dentro tienen mucho en lo que trabajar. La cuestión es si en esas condiciones se puede iniciar una relación y si esa persona puede ser la adecuada para aligerar la carga y compartirla.
Uno de los grandes aciertos de Pasión rival reside en la forma en la que aborda la historia y lo que quiere contar ahondando poco a poco en ello y en la construcción de los personajes. La noche en la que surgió la chispa se va desgranando a modo de píldoras de recuerdo. A lo largo de esos cuatro capítulos vistos se ofrecen destellos y fragmentos de cómo fue, por qué les marcó y por qué les cuesta tanto dejarlo estar. Y esa forma de plantearlo hace que el hecho en sí gane en importancia y significado convirtiéndose en algo a lo que aferrarse para dos personas casi siempre rodeadas de gente y, sin embargo, muy solas.
La sensación que puede dejar Pasión rival, al menos en su primera mitad, es que Maja y William son algo así como la versión danesa de Marianne y Connell (protagonistas de la aplaudida Normal People). La gran diferencia (más allá del contexto) es que la suya es una relación mucho menos tóxica que la que tenían aquellos dos jóvenes irlandeses. Y, con suerte para ellos y para la satisfacción de los espectadores, esperemos que gocen de un final mejor.
‘Pasión rival’ se emite los jueves en Sundance TV.