Buscar
Buscar

Crítica: ‘Patria’ 1×01 y 1×02: Tantas primaveras extinguidas

Rojo sangre para un símbolo clave en los dos episodios (Fuente: HBO España)

En un paisaje gris, borrascoso, deprimente, el último plano del primer episodio enfoca un geranio. Ahí no yace el rojo de la sangre, sino el de la esperanza. Tres flores. Es una metáfora visual que entronca cromáticamente con los títulos de apertura: ese paraguas (icono de la barbarie: aquel José Luis López de Lacalle acribillado cuando desayunaba pan y periódicos) que la lluvia va purificando, blanqueando. Y parece que suena Neruda: “y tantas primaveras extinguidas / que despiertan en cada primavera”. La maceta y los créditos constituyen dos ejemplos visuales de la ardua tarea a la que se enfrenta Patria, la adaptación de la célebre novela de Aramburu: cómo dar cuenta del terror — años de plomo, tiros en la nuca, coches bomba, ideas que viajaron con escolta, cartas de extorsión, odio cotidiano — alumbrando la complejidad, pero sin caer en una grosera equidistancia.

El cartel promocional de hace unas semanas era un despropósito en su correlación. ¡Hasta el propio Aramburu salió al paso para afearlo! Los dos primeros episodios de esta ambiciosa apuesta de HBO España enmiendan la plana al cartel. Su postura moral es nítida por el momento, aunque habrá que seguir la pista a cómo crece ese geranio en sus ramificaciones simbólicas. Es una de las pegas que ya tuvo la muy estimable La línea invisible: su proyección del futuro olvidaba que el terrorismo ha servido de mucho, de muchísimo. Porque en la cancha política vasca el constitucionalismo ha jugado siempre con nueve, el árbitro en contra y las porterías más pequeñas. Ahí es donde palabras como esperanza, reconciliación o nuevo amanecer (el previsible sol tras el implacable sirimiri de los créditos) han de ser manipuladas con extremo cuidado, so pena de que les exploten a los creadores con el temporizador Elkarri activado, ese de que “todos somos parte de esta historia”, el mal se repartió salomónicamente y no puede haber ni vencedores ni vencidos.

Son cuestiones que, dado el espejo real donde se mira la ficción que es Patria, importan al aventurar un juicio crítico. Y mucho. Patria es una historia de víctimas y verdugos. Una concreta. Quienes se quejen de que no aparecen reflejados en ella el grupo más asesinado, el que más sangre y vísceras ha puesto en esta ignominia (las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad), solo se les puede sugerir lo mismo que cuando, en otras ficciones, alguien se queja de falta de diversidad racial o sexual: propón tú otra serie con ellos como protagonistas.

Es lo grandioso de la ficción: hay millones de historias por contar. Patria es la de dos familias en la Guipúzcoa más totalitaria. Una tierra opresiva, como el ambiente que tan bien rememora el director Félix Viscarret en estos dos primeros episodios. La arquitectura desarrollista de feo pueblo industrial, el tono apagado de la fotografía, los interiores mustios y los rostros lánguidos. El contraste visual con esos flashbacks donde aún se escuchaban algunas risas y se vivía con más luz del Cantábrico. Por ahí la serie funciona de vicio cartografiando la pena, ese dolor antiguo para el que no parece existir consuelo. Esos peces de la amargura.

Cuando aún había risas, confidencias y luz entre Bittori y Miren. (Fuente: HBO España)

Donde sin embargo encallan los dos primeros episodios de Patria es en la caracterización de algunos personajes. Esto es un relato serial y conviene no apresurar los juicios, puesto que al relato le falta cementar muchos porqués. Pero, de momento, algo chirría especialmente en el dibujo de Miren, la matriarca interpretada por Ane Gabarain. El mal también necesita complejidad dramática para resultar verosímil. Vivo en Pamplona y sé bien cómo funciona la dinámica del odio, de la xenofobia, del ladrido al maketo, de la deshumanización de los uniformados. Y en este aspecto Patria no ha dado con la tecla en su debut.

La novela, precisamente por disponer de más espacio reflexivo, no caía en el maniqueísmo de la imagen audiovisual. A pesar de sus retazos amistosos antes del atentado, a pesar de que una madre siempre querrá a su hijo por encima de todo (carne de sus entrañas, Rosemary), al personaje de Miren le falta humanidad. Es como el cura, que acaba deviniendo caricatura en su intento por emular al obispo Setién. Es un personaje previsible -cliché- desde el primer “oremos”. La representación del odio reclama una sutilidad que no existe en Patria aún. Porque quien odia no piensa que esté odiando, obviamente, sino todo lo contrario: cree que es una víctima, una buena persona que está siendo injustamente tratada.

Esos resquicios son los que se echan de menos en Miren cuando se obsesiona con Bittori por haber venido a remover todo; se ven en la ideación y la escritura, pero no funcionan en la ejecución. Quizá el paralelismo entre dos familias que cuentan con tantos entrecruzamientos necesita más tiempo para asentar esos matices de complejidad moral y contradicción psicológica entre victimismo y odio.

El resto de personajes sí que están mejor conseguidos, desde la brava Arantxa (una estupenda Loreto Mauleón, en un papel muy sabroso para cualquier actriz), el sobrepasado Xabier (sugerente Iñigo Aranbarri) o el débil Joxian (Mikel Laskurain). Más chocante es el personaje de Nerea (Susana Abaitua): su conflicto interno entre aceptación, culpa y superación se presenta apasionante, pero la reacción a la muerte de su padre es, simplemente, siniestra. Pasar del shock del pis a la huida del funeral pasando por un zumbar-para-olvidar mientras el cuerpo del aita está en la morgue, ay, reclama trabajo posterior para justificar semejante parafilia y ansiedad social.

Nerea llama al número del olvido imposible (Fuente: HBO España)

Las piezas están ya sobre el tablero y una de las series españolas más esperadas ha desembarcado con un éxito rotundo. A mí, a diferencia de muchos otros críticos, no me llega tan honda la actuación de Elena Irureta. Quizá no sea tanto por ella como por lo expositivo de muchos diálogos y situaciones, que se antojan faltos de frescura, de naturalidad. La trasposición del papel a la pantalla es difícil y aún nos quedan otros seis episodios para diseccionar si Patria será la gran serie que puede llegar a ser.

Further reading

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando, está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies. Pulse el enlace para más información. ACEPTAR

Aviso de cookies