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Crítica: ‘Patrick Melrose’, retrato de una adicción

Benedict Cumberbatch es Patrick Melrose. (Fuente: Sky España)

Esta crítica se ha escrito tras ver la temporada completa de ‘Patrick Melrose’ y no contiene spoilers.

Suena un teléfono. El timbre es rítmico y oneroso. Patrick Melrose descuelga el auricular con un gesto cansado, igual de oneroso que el timbre. Responde con un “hola” apagado y lúgubre. La más esperada y, a la par, temida noticia asoma: “su padre ha muerto”. Patrick masculla esas palabras incontroladamente, como si asumirlas le supusiera un esfuerzo sublime y luchara por expulsarlas. En apariencia, el dolor le embarga, le conduce inestable, le tambalea cuando se incorpora. Pero no es el dolor el causante, sino una jeringuilla en su brazo. Su cerebro trastabilla y él se deja caer lentamente en la noticia y en el piso: es la heroína que fluye rotunda por sus venas.

Bienvenidos al caótico, anárquico, delirante e irónico mundo de Patrick Melrose (Benedict Cumberbatch). Esta serie de cinco capítulos es la adaptación de otras tantas novelas de Edward St. Aubyn, donde las tres primeras suponen un repaso autobiográfico con pocas licencias para la ficción: “Da lo mismo”, “Malas noticias” y “Falsas esperanzas”. Las dos restantes: “Leche materna” y “Al fin”, suponen la ficción alrededor de su madre. Desde la Francia mediterránea de los años sesenta hasta el Londres de los dos mil, pasando por el Nueva York ochentero, Patrick Melrose supone el viaje emocional, sensible y, en ocasiones, algo onírico de un niño bien inglés drogadicto y alcohólico que usa la mordacidad y un narcisismo insultante para combatir una infancia trágica y malvada y un presente vacuo. Patrick Melrose lleva a cuestas un memento de adiciones, y de todas ellas la peor es su adición al pasado, allí donde la inocencia no es negociable.

Londres, años ochenta. Patrick Melrose es un veinteañero inglés de clase alta que recibe la noticia de la muerte de su padre mientras se está chutando heroína. Tras un shock inicial, a medio camino entre la incredulidad, temor y gozo, decide viajar a Nueva York, donde le esperan las cenizas de su progenitor, para recogerlas y traerlas de vuelta a Inglaterra. El viaje supone todo un caos físico y mental, optando para superarlo el consumo de todo aquello que pueda conseguir. El temor a su padre se hace patente cuando por fin recoge la vasija con las cenizas. Comienza el viaje.

(Fuente: Sky)

Cada novela corresponde a cada uno de los cinco capítulos de la serie. Si el primero supone la noticia de la muerte y el viaje a Nueva York, la segunda nos retrotrae a su infancia en la Francia mediterránea, a mediados de los sesenta, cuando descubrimos que el jovencísimo Patrick es víctima de los abusos de su padre David (Hugo Weaving), y el abandono emocional y desidia maternal de su progenitora, Eleanor (Jennifer Jason Leigh). Un entorno idílico, aristocrático y elegante donde en cada recoveco de la señorial casa se esconde un laberinto de mezquindad inhumana y en la que la luz del Mediterráneo no logra penetrar la oscuridad que cierne David sobre su hijo Patrick.

El tercero presenta un Patrick desintoxicado, más cerebral (dentro de lo posible, claro), acompañado de uno de los secundarios recurrentes, su amigo Johnny (Prasanna Puwanarajah). Años noventa y la acción se centra en dos escenarios, básicamente. Una reunión de ayuda para ex adictos, y una fiesta pomposa y muy aristocrática en mitad de la campiña inglesa. Dos marcos para dos roles muy diferenciados: si en el primero, Patrick resuelve, incluso holgadamente, sus devaneos con el alcohol y drogas, extrayendo una parte más humana y tierna, en el segundo la tentación le golpea constantemente cuando vuelve a un entorno marcado por la hipocresía y la crueldad, gobernado por amigos y no tan amigos, y cuya única tabla de salvación es su amigo Johnny.

Capítulo cuarto: Es el año 2002 y Patrick está sobrio, ha reconducido su vida y ejerce como abogado. Casado con Mary (Anna Madeley), tiene tres hijos y decide visitar a su madre moribunda en la casa francesa mediterránea que tantos y tantos malos recuerdos le trae. Allí descubre que su madre ha decidido donar esa mansión a una “fundación” de corte espiritual. Abrumado por ser desheredado, recae en el alcohol, le es infiel a Mary con su antigua novia Julia (Jessica Reine) y decide viajar a Connecticut para visitar a su tía Nancy. La espiral de alcoholismo y frenesí desemboca en un ultimátum de Mary: o sobrio o nada.

(Fuente: Sky)

El quinto capítulo narra los últimos tiempos de la vida de Eleanor. Ingresada en un centro geriátrico de Londres, le confiesa a Patrick, que continúa sin desintoxicarse, que la mate, que practique la eutanasia. Ante la imposibilidad de hacerlo en Inglaterra, emigran a Suiza para llevarlo a cabo allí, pero Eleanor, en las postrimerías de su vida, cambia de opinión. Una catarsis conjunta desvela lo que ambos vivieron en su carnes gracias a su padre y marido. El funeral de Eleanor, tan pintoresco como grotesco, induce a Patrick a honrar la memoria de su madre por un lado, y a desterrar la suya propia por otro.

Patrick Melrose es una historia complicada, como lo suelen ser todas las abusos. Es dura y descarnada, porque en el fondo no es más que una crítica concentrada a las miserias que son ocultadas cuando quien las ejerce pertenece a una clase social que, sin ambages, pretende permanecer impune. También es una crítica a la evasión que el alcohol y las drogas proporcionan, no a modo de moralina, si no desde una perspectiva madura y sin proyectar nada más que una visión objetiva. Pero también muestra la visión de una personalidad errática que quiere, y muchas veces no puede, no caer en lo mismo, no aludir a la genética para abandonarse y rehuir sus responsabilidades como padre y esposo.

(Fuente: Sky)

Cumberbatch está sublime. Sin peros. El personaje de Patrick es complejo, con multitud de aristas, con escenas desenfrenadas y relatos pausados, enarbolando una variedad de registros complicada. Cumberbatch es Patrick Melrose. No se enfundó el personaje, sino que el personaje ya nació con su impronta antes de que el mismo Cumberbatch lo conociese. La elección de los secundarios es acertada: Weaving, Jason Leigh, Madeley, Varma Puwanarajah, Malt –el actor que interpreta al joven Patrick-. Su inmersión en la narración es puntual, pero potente, jalonando la historia de influencias que siempre tienen una consecuencia directa en la vida de Patrick.

Por último, dos cosas. Una, el guión a cargo de David Nicholls y el propio Edward St. Aubyn. Henchido de situaciones increíbles, pero verosímiles. Diálogos brillantes, crueles, punzantes, desabridos. Y dos, la dirección del alemán, Edward Berger (The Terror, o la deliciosa, pero desapercibida Deutschland 83). Especialmente brillante me ha resultado el montaje y es que la suerte de espiral de violencia psicológica, alternando con los paréntesis de realidad, con los remansos de escasa tranquilidad y con las alegrías casi oníricas de los desenfrenos, resulta, a priori, no caer en una narración confusa y que abrume o aburra al espectador. Nada más lejos de la realidad. La historia atrapa y seduce desde el principio hasta los créditos finales.

‘Patrick Melrose’ ya está disponible completa en Sky España.

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