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Crítica: Qué quiso contarnos Matthew Weiner con ‘The Romanoffs’

Hugh Skinner es Simon en el octavo episodio de la serie. (Fuente: Amazon)

Con The One That Holds Everything ha llegado a su fin The Romanoffs, la antología de Matthew Weiner para Amazon Prime Video. Un episodio que recorre, a través de varias décadas y lugares, la vida de su personaje central para contarnos su crisis de identidad en una historia marcada por la tragedia, con escándalos, desarraigo, herencia, venganza y asesinatos.

Weiner reservó para el cierre su historia más ambiciosa en términos narrativos, la única que no está narrada linealmente, y que usa el concepto de las matrioshkas como recurso para armar una historia contada dentro de otras hasta llegar a la gran revelación final. Como recurso no es el más original, pero en este caso funciona y, aunque este final será tan decepcionante como el resto de episodios para aquellos sectores de crítica y público a quienes la serie no llegó a convencerlos en ningún momento, yo sólo puedo afrontar esta crítica desde la experiencia personal. En la mía, esta historia de autoconocimiento y venganza dejó buen sabor de boca.

Adèle Anderson y JJ Feild (1×08). (Fuente: Amazon)

Al igual que Candance, los Romanov de esta antología (con la excepción de Eric en el cuarto episodio, a quien no podemos valorar porque no llegamos a conocerlo) son sumamente imperfectos y muy oscuros moralmente. En su episodio, los personajes de Amanda Peet y John Slattery se encuentran en una escena en una librería, el de Slattery coge de la estantería Save the Cat, un famoso libro de escritura de guiones. La regla a la que hace referencia el título del libro tiene que ver con la necesidad de presentar al protagonista como bueno ante los ojos del espectador: “Cuando conocemos al protagonista, éste debe hacer algo para convencernos de que se un héroe y así queramos que consiga lo que quiere. Esto es: salvar al gato”. Weiner parece haber decidido hacer justo lo contrario con la mayoría de sus personajes (y bien por él).

The Romanoffs, como todas las otras antologías, es irregular. No todos los episodios funcionan por igual ni están al mismo nivel y cada espectador tendrá su grupo de favoritos. Los míos son House of Special Purpose (1×03), Expectations (1×04), End of The Line (1×07) y The One That Holds Everything. Si tuviera que elegir un quinto, sería The Violet Hour (1×01). En último lugar, y tratando de borrarlo de mi mente, está Bright and High Circle (1×05), porque aún no puedo entender que Weiner haya elegido hablar en la ficción de un tema que no ha sabido ni querido enfrentar en su vida real. Y que lo haya hecho de esta forma.

No quiero enfrentarme a esta crítica con cinismo. Preferencias personales aparte, hay una cosa que ha intrigado durante estas semanas a los seguidores de la serie y a quienes hemos intentado escribir sobre ella: identificar qué es lo que Weiner quería contar con su antología. Como asumimos que el legado Romanov no puede funcionar únicamente como excusa temática que justifique el formato antológico, ni como un catálogo de huevos de pascua, decidimos que debe haber algo en el espíritu Romanov que haga que esas historias vitales necesiten ser contadas desde esa perspectiva. Eso es lo que intentaremos explorar en este artículo.

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Una historia común de violencia

Más allá de identificar las referencias históricas a la familia Romanov hemos estado buscando un tema central, un subtexto que recorra todas las historias y las conecte intertextualmente. En términos generales, podríamos decir que los Romanov de estas ocho historias tienen un pasado de violencia compartido y que por tanto se consideran supervivientes. Viven obsesionados con su historia, con un legado que estuvo ligado a un estatus social que los hace aludir a lo que una vez fueron y tuvieron para explicar por qué sufren hoy, por qué creen merecer algo más.

Pero esta idea, como las otras que exploraremos en este artículo, no se aplica a todas las historias. Nos funciona para Anushka (1×01), Michael (1×02), Jacqueline (1×03), Katherine (1×05), Victoria (1×06), Anka (1×07) y Candance (1×08). No nos sirve sin embargo para hablar de Eric (1×04), que además no es el protagonista de su historia.

Kathryn Hahn y Jay R. Fergusson (1×07). (Fuente: Amazon)

El fin de los Romanov

La historia de Eric está más relacionada con el fin de la línea Romanov, porque (lo sepa o no) no es el padre biológico de su hija embarazada. A través de este tema sí podemos conectar su episodio con otros. Con el primero, por la obsesión de Anushka con que su sobrino tenga descendencia. Con el sexto, porque el hijo de Victoria probablemente no llegue a la edad adulta, y con el séptimo, porque Anka no puede tener hijos biológicos. De forma tangencial también toca al segundo, al tercero y al octavo; aunque no sepamos qué fue de la vida de Michael, sabemos que Jacqueline y Candance no tuvieron descendencia.

La muerte siempre acecha

La idea de la mortalidad también recorre varios episodios. Anushka vive con el fantasma de la muerte de todos los Romanov de su familia. Michael se siente atraído por Michele y su fascinación por los detalles morbosos del juicio. La primera vez que habla con ella, Michael le dice que su familia fue asesinada (habla de los Romanov) para llamar su atención, y parece que casi con ese objetivo al final del episodio tira a su esposa Shelly por un barranco; en este episodio es ella la superviviente. Menos suerte ante los ataques sorpresivos tienen Olivia en el tercer episodio y Jack en el octavo.

Juan Pablo Castañeda y Radha Mitchell (1×06). (Fuente: Amazon)

La maldición de la sangre

El episodio de México explora, entre otras cosas, la idea de la maldición de la sangre Romanov. Es un episodio que presenta unas imágenes grandilocuentes que se ven mermadas por una historia irregular e insustancial, pero cuyo (forzado) mensaje central habla de que la historia de violencia es compartida a nivel mundial y que para la humanidad progrese y se mantenga viva necesitamos abrazar otras culturas (1×01, 1×04, 1×6, 1×07).

Paul Reiser, Christina Hendricks e Isabelle Hupert (1×03). (Fuente: Amazon)

La línea entre realidad y ficción

Hay una idea con la que The Romanoffs parece jugar en todos sus episodios: la línea entre realidad y ficción. El ejemplo más claro es el del episodio de Christina Hendricks, pero si ampliamos el concepto al de las fantasías, también podemos encajar aquí el tono de cuento de hadas de Anushka y Hajar, las fantasías sexuales de Michael, la realidad imaginada del personaje de Amanda Peet, la idea que cada personaje del quinto episodio tiene del personaje de Andrew Rannells, el plano final del episodio de México, la fantasía rota de la idea de familia de Anka y Joe en el séptimo (“Vinimos a Rusia como marido y mujer, pero gracias a usted, ahora tenemos la oportunidad de regresar a casa como una familia”.), y el cuento contado dentro del cuento contado y con giro final del último episodio.

‘The Romanoffs’: el episodio de Isabelle Huppert y Christina Hendricks
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En el fondo, todos, sin importar donde estemos podemos encontrar puntos en común con las inquietudes y angustias existenciales sobre las que navega The Romanoffs. Y quizá fuese eso lo de lo que quisiese hablar Weiner: de situaciones de privilegio, del deseo de dejar huella, de esa sensación de que tenemos derecho a ciertas cosas, del peligro de una violencia que puede llegar de cualquier parte y en cualquier momento…

Atar nuestro discurso sobre la serie a una sola tesis parece una tarea difícil y conseguirlo seguramente no sea importante. Pero hay algo en lo que sí podemos estar de acuerdo casi sin discusión: todos los episodios tienen finales inesperados. Todos llegan como una revolución, y quizá sea una buena reflexión pensar que necesitamos ponerlas en marcha cuanto antes para despertar a nuestra sociedad de su acomodado letargo.

‘The Romanoffs’ está disponible en Amazon Prime Video.

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