Hayley Atwell en ‘Regreso a Howards End’. (Fuente: BBC One)
Esta crítica se ha escrito tras ver la temporada completa de ‘Regreso a Howards End’. No contiene spoilers.
No soy un gran amante de los remakes, lo confieso. Eso no significa que haya ejemplos loables y cuyo resultado me ha sorprendido gratamente. Cuando mi querido Francis Arrabal me propuso hacer la crítica de Regreso a Howards End, algo así como una alarma de mi geografía cinéfila sonó con estridencia y recelo a partes iguales. Uno ya tiene una edad, y tuve la oportunidad de adentrarme en el mundo de James Ivory gracias a este deliciosa película y otra aún más fascinante, Lo que queda del día, en el cine. Sí, esas salas grandes, con decoración suntuosa, butacas de fieltro y más de un metro entre fila y fila, donde recorríamos con devoción, desde las páginas del periódico hasta que se apagaban las luces, esa especie de liturgia inefable que te sumergía virgen en una historia de la que conocías de antemano poco o nada. En este caso concreto, con quizás el director americano más inglés de todos, el drama de época presentaba un cuarteto actoral de aúpa: Emma Thompson, Anthony Hopkins, Vanessa Redgrave y Helena Bonham Carter. Con todo esto, regresar a Howards End me resultaba tarea complicada por temor al desenlace del lance. Y es que como dice el viejo dicho: “las manías son gratis y yo tengo las que quiero”.
La nueva adaptación de la novela La Mansión de E.M. Forster, un novelista cuya obra denuncia sin tapujos los conflictos sociales y las diferencias de clases, cuenta en la parrilla de salida con varios puntos a favor. En primer lugar, la produce BBC y Starz, con lo que la ambientación y el diseño de producción va a ser, cuando menos, exquisito. Por otra parte, la adaptación al guión corre a cargo de Kenneth Lonergan, autor entre otras de las películas Una terapia peligrosa (1999), Gangs of New York (2002) o Manchester frente al mar (2016), por la que obtuvo un Óscar. En tercer lugar, un elenco clásico de la tele inglesa: Matthew Macfadyen, Alex Lawthewr, Philippa Coulthard, o Hayley Atwell y Julia Ormond. Por último, pero no menos importante, la dirección corre a cargo de Hettie McDonald (Fortitude, Doctor Who, The Tunnel). Con tales mimbres, pensé, quizás el cesto merezca la pena.
(Fuente: BBC One)
Situémonos: En los albores del Siglo XX, y entre la campiña inglesa y Londres, tres familias de diferentes clases sociales cruzan sus caminos: los adinerados Wilcox, los educados y amables Schlegels — de origen alemán — y los humildes Basts. Los Schlegel y los Wilcox se conocen desde hace tiempo, ya que ambas familias coincidieron en unas vacaciones en Alemania y trabaron desde entonces una estrecha relación. Los Wilcox invitan a su casa de campo de Howards End a una de las hermanas Schlegel, Helen; allí conoce a Paul, el pequeño de los Wilcox, y se enamoran. Pero ella se arrepiente enseguida y escribe a su hermana Margaret contándole su decisión. Margaret mantiene una profunda amistad con Ruth Wilcox, madre de Paul, y esposa de Henry, enferma desde tiempo atrás cuya devoción por su amistad le hace pensar en designarla heredera. Poco después, durante un concierto, Leonard Bast coincide con los hermanos Schlegel, y un hecho fortuito con un paraguas olvidado, permite a los hermanos conocer a la novia de Leonard, Jacky. Es entonces cuando los Wilcox deciden mudarse a Londres, a una casa muy cercana a la de los Schlegel y los Bast.
(Fuente: BBC One)
Regreso a Howards End sigue la premisa fundamental de la obra de E.M. Forster: plasmar la hipocresía de la sociedad inglesa sin ambages, vehiculando las diferencias de clase a través de tres familias. Los Wilcox representan a la élite burguesa cuya fortuna proviene del colonialismo, muy conservadores, amantes de las apariencias, mientras que los Schlegel coligan el liberalismo creciente en la sociedad inglesa, más formados y con inquietudes, dejando para la clase media-baja a los Bast que desde su condición ambicionan en mayor o menor medida a los dos primeros. En un recurrente cruce de caminos, se mezclarán el amor no correspondido, las carencias económicas, un enlace de conveniencia, infidelidades, disputas hereditarias… todo enmarcado en una sucesión de diálogos casi perfectos, moderados, formales y claramente marcados por la clase social de cada uno.
La miniserie consta de cuatro episodios con una duración de unos 240 minutos, 100 minutos más que la cinta original. Además de ésta, hay otras diferencias con la película de Ivory, pero lejos de ser una rémora, resulta un aliciente. Y es que desde que vi el primer capítulo, concebí la miniserie como un producto diferente, sin mirar de reojo la película, y estableciendo un universo distinto (a pesar de tener las mismas premisas), porque de lo contrario perdería toda objetividad. Regreso a Howards End nos traslada con acierto no sólo a una época concreta, donde los matices están presentes en cada escena con un mimo casi enfermizo, sino a una historia universal narrada con acierto y elegancia. Y todo, además, aderezado con la música de Nico Muhly (The Reader, The Ilusionist, The Hours). Hay remakes loables cuyo resultado me ha sorprendido gratamente. Éste es sin duda uno de ellos.
‘Regreso a Howards End’ está disponible en Filmin.
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