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Crítica: ‘Riders’ es una propuesta entretenida, pero erra en la representación joven

(Fuente: RTVE)

Esta crítica se escrito tras ver los dos primeros episodios y no contiene spoilers.

Con una sincronización azarosa digna de estudio han coincidido, en la misma semana, la regulación legal por la cual las start-ups tecnológicas como Glovo o Deliveroo deben obligatoriamente contratar a sus repartidores y el estreno de Riders, la nueva serie de Playz que pone foco sobre los trabajadores de las apps de reparto. Y lo hace ofreciendo una ficción polimórfica que adopta, según el momento, distintas formas: comedia, pseudo-videoclip y, sobre todo, que se apropia de las claves del thriller para llevar adelante la trama.

Riders se centra en Axel, un joven que sueña con ser programador de videojuegos, pero tiene que trabajar como repartidor para pagar las deudas de juego de su hermano. Durante el desempeño de su nuevo rol acaba envuelto en una trama de narcotráfico de la que le será difícil desembarazarse. Y todo ello empaquetado (y perdónenme la frívola coincidencia) en píldoras de 25 minutos que se consumen en un abrir y cerrar de ojos. Riders se constituye como un producto entretenido, pero que adolece del mismo mal que la comida rápida con la que trasiegan los repartidores a domicilio: entra muy bien, pero alimenta muy poco.

Es imposible dejar de ver, desde una perspectiva más joven, que los creadores de esta serie sacan unos cuantos lustros a los representados, llenando el relato de clichés y transitando una heterogénea, incoherente y caótica de panoplia de estados emocionales según avanza su trama. Como si se intentase dar, a base de cañonazos, con la clave del público más codiciado y a la vez más adúltero del panorama audiovisual, Riders decide asimilarse a los mismos: es inconstante, llamativa y excesiva en su expresión estética (todo ello cogido desde una perspectiva descriptiva y no crítica). Y de esta forma no solo renuncia a un contenido edificante dramáticamente, sino a gran parte del trasfondo ético-político del que ha echado mano como reclamo mercadotécnico.

Es por ello que, desde luego, Rider es entretenida y a cada cambio de escena te presenta una nueva secuencia en la que no sabes lo que te depara. Que vaya a conseguir conectar con su público ideal, eso ya es otra cosa. Más cuando, probablemente debido a la falta de tiempo, ha decidido relegar a los personajes secundarios a roles en ocasiones vergonzantemente estereotipados. El más hiriente, el de Catalina Sopelana como una vegana y todo-activista flemática y apática que seguramente tenía sentido en algún happy-place de la clase media más tradicional como Monk, pero que desde luego ya se queda viejo y aquí va a impedir que muchos jóvenes se sientan apelados (y sobre todo, representados).

Con todo, Riders es la obra idónea para si estás buscando algo liviano para antes de dormir: con poco poso político, vistoso estéticamente y con un trasfondo de thriller al que se puede enganchar cualquier tipo de espectador. Y aunque su escenificación del sentir joven sea eventualmente errático, probablemente su mayor contribución haya sido la de exponer al gran público español a Ismael Abadal, un joven actor con una prometedora carrera que exuda profesionalidad actoral por todos lados.

‘Riders’ se emite los miércoles en Playz.

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