(Fuente. Netflix)
Esta crítica se ha escrito después de ver la segunda temporada de ‘Sex Education’. Contiene spoilers.
Sex Education ha demostrado con su segunda temporada que todo el reconocimiento que recibió en su año de estreno no fue fruto de la casualidad. La serie de Laurie Nunn regresó un poco más madura, añadió más diversidad y relegó a un segundo plano su premisa en la primera entrega, las aventuras del consultorio clandestino de Otis, para dar espacio al desarrollo de otras tramas y personajes.
Aunque uno de sus puntos flacos continúa siendo la importancia que le da a la trama romántica de Maeve y Otis, que es quizá la relación más forzada y, sobre todo, la menos interesante de toda la serie (y que repite como cliffhanger de la temporada), lo compensa con las conversaciones que abre alrededor de temas como las agresiones sexuales y sus consecuencias emocionales, la bisexualidad, la asexualidad, el vaginismo, la perimenopausia, las duchas anales o la pastilla del día después. Sex Education realmente hace honor a su título.
Pero en el universo de Moordale no todo gira alrededor del sexo (aunque es justo agradecer que lo retrate siempre de forma positiva, con naturalidad, sin estilizarlo y con cero morbo o fascinación), también se pone el foco en la importancia de la empatía y la comunicación en todas las relaciones afectivas, y se exploran las relaciones familiares, para mostrar cómo diferentes dinámicas pueden afectar el desarrollo emocional de los más jóvenes, a través de la tramas de Jackson, Maeve, Eric, Adam y Otis.
Dónde más ha destacado la serie en esta segunda temporada ha sido en la evolución de los arcos de Eric y Aimee. Con el primero han trabajado la afirmación de su identidad y el desarrollo de su autoestima, y dio un paso muy importante al aprender (gracias a Rahim y también a su conversación con Otis), que merece y es posible tener relaciones sanas. Un proceso de autoaceptación en el que también se ha embarcado Adam.
(Fuente: Netflix)
Con Aimee se mostraron las secuelas psicológicas y emocionales que dejan agresiones sexuales a las que se les suele restar la importancia que realmente tienen. Como en la trama del aborto de la primera temporada, con la visita a la comisaría volvió a mostrarse lo necesario que es encontrar del otro lado a un profesional con herramientas y empatía; y, finalmente, el séptimo episodio nos dejó la preciosa escena del autobús y la definición perfecta de lo que es la sororidad.
Mi única queja es, como mencionaba al principio, el énfasis que ponen en la relación de Otis y Maeve, porque es muy convencional y al mismo tiempo la menos orgánica de toda la serie. Y porque Otis sufre lo que yo llamo “el síndrome Dawson”, porque como en Dawson Crece, tiene mucho peso como protagonista, pero es el personaje menos interesante de todos (lo mismo que le pasaba a Ted en Cómo conocí a vuestra madre). En esa (no) pareja, Maeve es mucho más compleja y lo que necesita es un amigo o amiga de verdad, alguien en quien pueda confiar. Por ahora, parece que Isaac no está en condiciones de serlo, sin embargo aplaudo que no hayan jugado la carta de la compasión con el personaje que está en silla de ruedas.
No es justo acabar esta crítica con una nota negativa, así que no lo haré, porque, además de todo lo que hemos destacado, esta temporada también nos ha dejado la nueva relación entre Lily y Ola, cómo elige celebrar Maeve su cumpleaños, la salida nocturna de Jean y Maureen, la amistad entre Jackson y Viv, la charla de Jackson con una de sus madres, el abrazo de Adam y Ola… Sex Education está llena de pequeños momentos de humanidad que la hacen muy especial.
‘Sex Education’ está disponible en Netflix.