Michael Burnham y su investigación de a qué se dedicaba Spock mientras ella estaba en el calabozo por insubordinación. (Fuente: CBS)
Si quedaba alguna duda tras el arranque de la segunda temporada, estos dos episodios terminan de confirmar que Star Trek: Discovery abraza el legado trekkie en la manera de contar sus aventuras y en el tipo de misiones a las que se enfrentan sus personajes. Nuevo Edén, por ejemplo, con sus colonos humanos cuya presencia en ese planeta es inexplicable, podría haber sido contada en cualquiera de las series anteriores de la saga. La diferencia está en el modo en el que se cuenta, en el que se nota la existencia de las películas de J.J. Abrams.
No es sólo la espectacularidad visual, sino que los viajes personales de los protagonistas prácticamente impulsan las misiones. En la visita a Nuevo Edén es el debate entre religión y ciencia, entre fe y lógica, que sostienen Burnham y Pike, mientras en Punto de luz tenemos la culpabilidad de la primera por haber alejado emocionalmente a Spock cuando eran niños. La explicación de por qué lo hace es perfectamente racional, pero ella no lo siente así.
Sus dificultades para reconciliar su cabeza y su corazón han sido el objeto de la mayor exploración de su personaje. Que Burnham es una oficial científico y una piloto fuera de toda duda no se discute; es su lado más personal lo que interesa, sobre todo cuando está conectado al enigma de qué está haciendo Spock con su vida.
Pike se afianza como un gran añadido para la serie. (Fuente: CBS)
El tercer episodio empieza a hacer confluir todos los flecos de ese misterio: el joven vulcaniano también vio en su momento al Ángel Rojo y, quizás, que sus visiones regresaran le llevó a cometer esos crímenes de los que le acusan en el psiquiátrico de la Flota Estelar. Esta trama comparte metraje con las propias alucinaciones de Tilly con ese ente alienígena que viajaba por la red micelial, y que resultaría muy extraño que no estuviera conectado con las señales rojas.
Puede parecer una trama menor, pero cualquier cosa que desarrolle más a personajes como la alférez es lo que la da su valor a Star Trek: Discovery. Mucho más que los problemas de L’Rell y Tyler para evitar una rebelión interna entre los klingon, que sirven para presentar el spin-off de Philippa Georghiou a lo Ethan Hunt en la Sección 31. Los métodos de esta Georghiou (que no olvidemos que es la antigua Emperatriz Terrana) son expeditivos y en absoluto sentimentales, y auguran una futura serie que puede ser realmente entretenida.
Se nota que esa subtrama funciona como backdoor pilot porque acaba lastrando al resto del capítulo, que tiene que hacer malabarismos para seguir avanzando la investigación de Burnham y su madre sobre el paradero de Spock y, al mismo tiempo, resolver el asunto del parásito extraterrestre de Tilly. Sale más o menos airoso porque Mary Wiseman es una de las grandes armas secretas de la serie, y porque cualquier interacción entre ella y Sonequa Martin-Green, por corta que sea, es siempre de lo más entretenido.
Ayudar a L’Rell a retener el poder es la primera misión de Philippa Georghiou. (Fuente: CBS)
Mientras ese Punto de luz está repleto de cosas, el segundo capítulo, Nuevo Edén, es más relajado y se centra no tanto en la acción como en un clásico de Star Trek, la discusión sobre si las normas que rigen a la Federación de Planetas deben aplicarse a rajatabla o no. Pike va afianzándose como un buen añadido para la segunda temporada y la dinámica que está formando con Burnham recuerda ligeramente a la que tenían Kirk y el propio Spock con sus discusiones sobre lo que dicta la lógica y lo que debería hacerse, que no siempre van de la mano.
Cuando Michael y su hermanastro se reencuentren, va a ser interesante comprobar hasta dónde ha evolucionado la capacidad de ella de aceptar sus emociones y a qué Spock nos encontramos. Al fin y al cabo, él fue integrando mejor sus lados humanos y vulcaniano conforme pasaba más tiempo al lado de Kirk.
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