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Crítica: ‘The Good Fight’ regresa lista para jugar en su temporada 4

Diane Lockhart vuelve con muchas ganas de trabajar. (Fuente: Movistar+)

Esta crítica se ha escrito tras ver los dos primeros episodios de la cuarta temporada. No contiene spoilers.

El mundo al que vuelve Diane Lockhart al principio de la temporada 4 de The Good Fight es diferente del que dejó al final de la tercera, cuando sus ex compañeras del grupo de resistencia anti-Trump enviaron a su casa a agentes de operaciones especiales. Reddick, Boseman & Lockhart ha sido comprado por otra firma más grande, multinacional, y aunque Diane pensaba el año pasado que había conseguido entender cómo funcionaba el mundo ahora, todavía quedan sorpresas desagradables.

La principal, y la que centra el arranque de la temporada, es la manera en la que los muy ricos han decidido que sus privilegios de clase son ley. El segundo episodio abunda más directamente en esa idea, que forma parte del ADN de la serie desde el principio. Se ha extendido la sensación de que el dinero te sitúa por encima de los ciudadanos comunes: no tienes que cumplir la ley (ninguna), no estás obligado a obedecer ningún mandato judicial y puedes hacer literalmente lo que te dé la gana. Si te piden cuentas, las ignoras. ¿Quién se va a atrever a tocarte?

La estafa de los Rindell ya encajaba en esa manera de pensar, que se ha popularizado mucho más entre los multimillonarios. Al fin y al cabo, hasta el presidente de Estados Unidos se considera superior a la Constitución de ese país. The Good Fight se habrá propuesto hablar menos de Trump, pero su sombra se deja notar por todas partes.

También queda muy claro el protagonismo central de Christine Baranski. Sí, Adrian, Liz, Marissa y, sobre todo, Lucca, son importantes y tienen sus propias tramas, pero es Diane el motor de la serie. La tercera temporada lo dejó claro y la cuarta lo confirma. El primer capítulo, que abrocha el final de la entrega anterior con el inicio de la presente, es una exploración de ese mundo ideal que la Lockhart soñaba, y cómo no es todo lo ideal que le habría gustado.

John Larroquete se une a la serie como uno de los nuevos dueños del bufete. (Fuente: Movistar+)

Además de la ausencia de Rose Leslie, cuyo personaje ya se despidió la temporada pasada, estos dos episodios iniciales presentan a algunas de las incorporaciones, como John Larroquete como uno de los nuevos propietarios de Reddick, Boseman & Lockhart, y se dejan ver viejos conocidos cuya presencia ya era sabida, tipo Louis Canning y un David Lee que resulta siempre deliciosamente manipulador.

La nueva situación del bufete va a ser una bomba de relojería porque, si no, esto no sería The Good Fight, en la que sus mayores villanos suelen ser gente educada y que afirma que quiere ayudarte. Las tensiones en la firma no se han solucionado con la integración en esa nueva empresa matriz, pero por ahora se encuentran al fondo. Cuando pasan a primer plano es el momento en el que Robert y Michelle King dan, habitualmente, lo mejor de sí mismos.

El pequeño paréntesis del primer episodio (en el que los King parecen aplicar alguna que otra cosa que han aprendido de Evil) está más conectado al resto de la temporada de lo que podríamos suponer, sobre todo en un detalle muy concreto. El inicio de la entrega avanza esa exploración de los privilegios que da la sensación que va a centrar el resto de capítulos, y también queda claro que The Good Fight se va a meter de frente en ella. Una serie en cuyos títulos de crédito explotan cosas no va a ir con guantes de seda.

La cuarta temporada de ‘The Good Fight’ se estrena hoy en Movistar+.

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