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Crítica: ‘The Good Place’ ha tenido una temporada 3 irregular pero convincente

Chidi y Eleanor en la temporada 3 de ‘The Good Place’. (Fuente: Netflix)

A estas alturas es difícil que una comedia como The Good Place gane nuevos adeptos, o al menos gente que se sume sin comenzar desde el principio. Ha rizado tanto el rizo que es de esos títulos que avanza con una base de seguidores consolidada que le da cierto margen, pero que es algo endogámica. Esta ha sido, posiblemente, una de las ventajas con las que ha contado este año. Pese a que los episodios han sido irregulares y ha llegado a perder la chispa que hacen de ella la genialidad que es, lo cierto es que el tramo final ha compensado cualquier carencia anterior.

Y si algo ha logrado convencer es el cierre de esta temporada 3. Emotivo, cariñoso y duro, ha sido el colofón final a un año que nos ha hablado de la complejidad de la vida. Además, ha sido el año de consolidar al grupo unido ya no solo por los cuatro integrantes originales y Janet, sino con un Michael dispuesto a sacrificar lo que haga falta gracias a su aprendizaje del comportamiento humano.

Uno de los puntos fuertes ha sido esa reflexión acerca de la complejidad de implicaciones en un mundo globalizado. Con un ejemplo muy sencillo (el consumo de un tomate) nos queda claro cómo el desarrollo de la humanidad ha logrado que el acto más simple acarree un sinfín de parámetros que se escapan de nuestro control. Uno puede intentar ser bueno, pero es incapaz de adivinar si realmente lo está siendo.

La complejidad del cumplimiento con el desarrollo sostenible

Un tomate plantado por mi abuelo era consumido en casa. Fin del ciclo de vida. Pero la definición de sostenibilidad se basa en el cumplimiento de tres patas que deben funcionar coordinadamente: lo energético, lo económico y lo social. Dicho de otra forma, si ese tomate es de kilómetro cero (trasladado desde menos de 100 kilómetros) y cultivado según ciertos parámetros que lo regulan como ecológico, pero el agricultor está mal pagado no es un elemento sostenible. Para que algo logre los criterios de sostenibilidad debe cumplir esas tres condiciones.

En un entorno en el que controlar todos sus parámetros es razonablemente asequible, saber las connotaciones que tiene nuestro consumo es sencillo, pero en un mundo en donde las manzanas vienen de Chipre, los espárragos de Perú, los bolsos de Tailandia y los coches de China es simplemente imposible ser bueno. En el primer mundo, uno puede intentarlo y consumir de manera razonablemente responsable, pero es incapaz de asegurar que su vida es completamente sostenible.

Es decir, la discusión acerca del cumplimiento del desarrollo sostenible se hace más compleja cuanto más complejo se hace nuestro mundo.

La jueza, Michael y Janet en una imagen de la segunda temporada. (Fuente: Netflix)

¿No quieres las consecuencias? Investiga

Literalmente esta es la solución que da la jueza en la temporada 3 de The Good Place ante la queja sobre la dificultad del vivir. La solución es aparentemente sencilla. ¿Quieres ser bueno? Pregunta, lee, consulta. En definitiva, vive de forma activa y consciente de tu impacto sobre el entorno. Suena sencillo, pero Jason tiene la respuesta preparada: La vida es tan compleja que no hay oportunidad de investigar todo lo que nos rodea.

Reconozco que se me queda algo cojo el discurso. Compro perfectamente la premisa, pero echo en falta un paso más que explique por qué aún así no debemos rendirnos. La jueza no se cree semejante afirmación y por eso viaja a la tierra para conocer de primera mano la situación. La vuelta no puede ser más desoladora; vaya a donde vaya, las consecuencias de su vida tienen connotaciones negativas.

Y es cierto, pero añoro un contrapunto algo optimista. No todo está perdido y existen multitud de recursos que hacen que no dé igual lo que hacemos. ¿Es cierto que estamos abocados a un mundo infeliz, desigual y en el que el crecimiento infinito sea una utopía? Sí. Pero eso no hace que sea irrelevante el rastro que dejamos a nuestro paso. No podemos ser buenos, pero podemos ser algo mejores. Es una lástima que una serie que logra desde una visión cómica explicar conceptos tan complejos no haya dado un paso más allá en su discurso.

Pero entonces, ¿por qué mejoran nuestros protagonistas?

Eleanor, Chidi, Tahani y Jason mejoran. Lo hemos visto todos durante estos tres años. Su comportamiento es más responsable, más afable, más ligado a su entorno. Si todo es tan pesimista ¿por qué ellos avanzan al morir? Porque el barrio elimina las variables que hacen de la vida un lugar tan complejo. No se tiene que trabajar, las zapatillas no se gastan, los recursos aparecen inagotablemente. Todo es más fácil, lo que permite dejar de prestar atención a las cosas urgentes y pensar en las importantes. Es decir, en buena parte no somos buenos porque no tenemos oportunidad de ello.

Pero no está todo dicho. The Good Place tiene por delante al menos una cuarta temporada en la que este discurso puede seguir elaborándose. No es una tarea fácil, y cuanto más tiempo pasa más complicado es explicar la numerosa cantidad que conceptos que desarrolla. Este es sin duda uno de sus mejores puntos. Lejos de conformarse con ser una comedia graciosa, loca y retorcida, pretende enseñar mucho más.

Su intención pedagógica habla de conceptos terriblemente complejos como es la vida, y lo hace sin acomplejarse de verbalizar la teoría. Por eso Chidi es tan importante. Nos recuerda que lo que nos explican ya está inventado. Todo está inventado por gente que ha dedicado su vida a intentar dar respuestas a las grandes preguntas de la humanidad. Tienen nombre y apellidos y han vertebrado multitud de corrientes filosóficas que uno estudia en clase de joven y que a menudo olvida conforme pasa el tiempo.

Eleanor, Chidi y el amor

¿A favor o en contra de esta improbable pareja? (Fuente: Netflix)

Pero, entre lección y lección, The Good Place no olvida hacer crecer a sus protagonistas. Ya hemos hablado de Michael, de cómo su contacto con los seres humanos le hace aprender de ellos y empatizar con algo más que el atractivo de torturarlos. Michael está aprendiendo a ser humano. Pero no sólo él.

A primera vista no hay dos caracteres más opuestos que los de Eleanor y Chidi. Y ambos siguen siendo fieles a su origen. Eleanor hace las cosas mejor, pero no olvida quién fue, su primer pensamiento sigue siendo obrar de manera egoísta y es el aprendizaje el que le ha mostrado que se puede funcionar de otra forma sin ser una perdedora. Y entre tanto se han cruzado. En ese punto medio que hace que un santurrón y una cretina se encuentren han topado con la forma de enamorarse durante la tercera temporada. Y no sólo una vez. Lo que hace que empezara a ser aburrido.

Reconozcámoslo, la felicidad de un personaje nos reconforta, pero sólo durante un lapso de tiempo más bien corto. Pasado ese periodo queremos que haya conflicto, que nuestros amados protagonistas sufran y nos diviertan. Y no podrían haberlo hecho de una manera mejor.

Hacer que ambos volvieran a perder la memoria se hubiera convertido en aburrido. Habríamos sufrido porque ambos forman una pareja preciosa, pero ellos simplemente se estarían perdiendo algo que no conocen. De esta forma, con el recurso escogido, Eleanor sufre como Geno. Y con ella nosotros.

El partido final

Cuando ya pensábamos que lo habíamos visto todo, que el bien lograría triunfar sobre el mal y que el sistema de contabilidad defectuosa se desenmascararía llega sobre nosotros algo incontestable: si la hipótesis es cierta debería poder repetirse el experimento logrando iguales resultados. Y aunque tengan razón resulta aburrido. Por eso la nueva prueba a la que someten a nuestros protagonistas es la vuelta de tuerca final.

Eleanor jugando a ser arquitecta. Michael con crisis existenciales. Janet amando a Jason a pesar de todo lo sucedido y, bueno, de no ser humana. Chidi amnésico y conviviendo con su ex-pareja. Y todo teniendo que avanzar de manera natural y sin interferir en el experimento.

The Good Place ha demostrado ser genial. Repetidamente. Y por eso sus seguidores toleramos que la temporada 3 haya sido irregular. Porque, al final, nos compensa. Un poquito como la vida. Y nos enseña. Como debería hacerlo también la vida. Ahora nos toca un tiempo de pausa. De pensar en ella. De volver a verla si queremos. Y de defender nuestro amor por ella a capa y espada. Como Michael con los humanos, pero sin magia y con menos oportunidades por delante.

La tres temporadas de ‘The Good Place’ están disponibles en Netflix.

Mike Schur, el optimista de la comedia
El creador de ‘The good place’ es el nuevo rey del género televisivofueradeseries.com

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