(Fuente: Adrienn Szabo/Netflix)
Esta crítica se ha escrito tras ver la temporada completa 4 de ‘The Last Kingdom’ completa y no contiene spoilers.
La tercera temporada de The Last Kingdom cerraba un ciclo. Sin atenerse en exceso a la cronología que se plasma en las novelas de la saga de Bernard Cromwell, Las Crónicas Sajonas, la adaptación de estas tres temporadas inducían a pensar en un parón y vuelta a empezar, como así ha sido. Si los mentideros hablan de dos libros por temporada, y teniendo en cuenta que el duodécimo se publicó el pasado octubre, no es peregrino suponer que tenemos Uhtred de Bebbanburg para rato. La cuarta, estrenada en Netflix el pasado 26 de abril, da un salto temporal necesario; no en vano, los personajes jóvenes que toman relevancia, tanto ahora como en un futuro, necesitaban crecer y convertirse en adolescentes porque su presencia juega un papel decisivo en ese controvertido conglomerado de intereses y reinos que conforma la Inglaterra medieval de los siglos IX y X.
Una vez desembarazada esa constante (y para mí inexplicable) comparación con Juego de Tronos, The Last Kingdom se reinventa con el mismo juego. El paso del tiempo entre temporada y temporada no cambia las reglas con las que ha triunfado la serie (ya saben, si algo funciona…). Así, Uhtred de Bebbanburg (Alexander Dreymon) sigue siendo el epicentro de la trama principal y de las secundarias: vasallaje, felonías, guerras, amores y, sobre todo, venganza. Porque al final, dentro de esa maraña de intereses políticos y militares, The Last Kingdom es la historia de un hombre que desea vengarse y recuperar lo que le arrebataron de niño: su hogar.
La muerte del Rey Alfredo de Wessex, cuya relación con Uhtred era uno de los ejes centrales, unido a la seguridad de sus dos hijos escondidos en lugares diferentes, la paz (de aquella manera) y los daneses emigrando a Irlanda convencen a Uhtred para regresar a su Northumbria natal y recuperar su hogar y posición. Su país está siendo asolado por los escoceses y considera éste el momento apropiado para tomarlo. En Wessex, el sucesor de Alfredo, su hijo Eduardo, reina con la sombra alargada de su padre en todo lo que decide. La perenne obsesión de unificar todos los reinos en uno solo, así como la defensa de sus territorios ante las sempiternas amenazas danesas, le suponen constantemente inseguridades e indecisiones que le comparan, para su pesar, con su progenitor.
(Fuente: Adrienn Szabo/Netflix)
La hermana de Eduardo, Lady Aethelflaed, casada con el señor de Mercia, Aethelred, mantiene una relación amorosa, y oculta, con Uhtred. El despotismo de Aethelred, sumado a sus ansias de conquista, le induce a confiar en Eardwulf, un noble venido a menos que verá en su nueva posición una oportunidad de oro. Una traición urdida por éste, convence a Aethelred para emprender una nueva campaña militar, desguarneciendo Mercia. Y es cuando los daneses entran en acción. Cnut y Brida (maravilloso este personaje) atacan Mercia. Lady Aethelflaed necesita a Urthed para salvar su reino.
The Last Kingdom siempre ha funcionado por la multitud de antagonistas que han surgido a lo largo de las cuatro temporadas. Sea con nombres propios (Uhtred-Alfredo, vasallo [que no se considera tal] y rey [que sí lo considera de esa manera]), o bien entre pueblos y naciones: daneses, mercianos (del reino de Mercia), galeses (que comienzan a tomar relevancia en la historia), escoceses, etc. Esa herramienta repetitiva conlleva que dé la sensación de que no se salga del mismo círculo, de la misma línea narrativa, aunque los personajes varíen, así como los contendientes. Sin embargo, esa reiteración no lastra el resultado final. Además, la llegada de una “nueva generación” despista, en el mejor sentido de la palabra, esa sensación para sumirte en las nuevas aventuras de Uhtred y su grupo de forajidos/pícaros por toda la campiña inglesa.
Las incorporaciones son muy importantes, porque nos están preparando para un segundo ciclo. Tenemos a los hijos de Uhtred, Uhhtred el joven (Finn Elliot) y Stiorra (Ruby Hartley), cuyos caminos divergen por completo; Eadtih (Stefane Martini), hermana del traidor Eardwulf, cuyo concurso será decisivo en la suerte de los herederos al trono de Mercia y Wessex; el propio joven Eduardo (Timothy Innes) que encuentra a su opositor danés en el, también debutante, Sigtryggr (Eysteinn Sigurðarson, personaje que marcará el destino de una parte de Inglaterra y de Uhtred).
Dentro de las interpretaciones, me interesan tres por encima del resto: Brida, cuyo cambio radical impresiona y asusta; Lady Aelswith (Eliza Butterworth), en su tránsito de reina todopoderosa a viuda y reina madre, y Lady Aethelflaed (Millie Brady) como reina despechada que se debate entre sus intereses y el amor y el futuro de su reino. Las tres, en diferentes conceptos, están a un nivel elevado.
Como en temporadas ocasiones, se ha rodado íntegramente en Hungría y la dirección ha corrido a cargo de Edward Bazalgette, Andy Hay, Sarah O’Gorman, y David Moore. Esta cuarta temporada marca un nuevo comienzo, y como tal, a pesar de que los diez capítulos desprenden acción en forma de batallas con bastante recurrencia (son muy reseñables las coreografías de los combates, donde el realismo impera por encima del folclore), hay ciertas partes que adolecen de ritmo, algo lógico porque no estamos sino ante una presentación en forma de temporada.
‘The Last Kingdom’ está disponible en Netflix.