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Crítica: ‘The Last Kingdom’, el nacimiento de una nación

Uhtred, protagonista de ‘The last kingdom’ (Cortesía de Netflix)

Hola, me llamo Uhtred de Bebbanburg, tú mataste a mi padre, prepárate a morir. O casi. Todos conocemos a qué película pertenece esta frase con el bueno de Íñigo de Montoya como protagonista, y para la serie que nos atañe, y por definición, no hay mejor introducción que ésta para presentar The Last Kingdom.

Situémonos: Britania posrromana, o también conocida como la Inglaterra Anglosajona, año 872. Las islas de la actual Gran Bretaña albergaban un conglomerado de reinos, naciones y etnias constantemente en conflicto. Época convulsa y atribulada, lo mejor que te podía pasar si te perdías cuando ibas a por agua al río es que acabaras remando en un drakar, que te excomulgaran porque sí o que aparecieses en Escandinavia trabajando como porquero el resto de tus días. Eso, si eras hombre; si eras mujer, ni lo contamos.

The Last Kingdom nos traslada a esa época. De la mano de Uhtred de Bebbanburg, la serie narra la costosa formación de lo que hoy conocemos como Inglaterra (con alguna pequeña excepción), usando a este personaje como vehículo conductor, y ficticio, de las vicisitudes que acaecieron en el proceso. Tardíorromanos, sajones, britanos, vikingos, escotos, galeses, normandos; Northumbria, Wessex, Mercia, East y West Anglia; reyes, reyezuelos, aspirantes a, esclavos, religiosos, sin patrias, mercenarios, campesinos… Todo un mundo tan bello como desconocido que BBC Two nos ofrece sin el maquillaje de una épica que no existió en realidad. Como se dice por estos lares: ¡Al turrón!

Pero vayamos por partes.

La serie se gestó gracias a la serie de siete libros de Bernard Cornwell, Sajones, vikingos y normandos, donde narra a modo de novela la formación de Inglaterra; de hecho, la primera temporada de The Last Kingdom corresponde al primero de ellos. Este ex periodista de la BBC ya se hizo famoso tiempo atrás con otra larga serie de novelas, tituladas Las aventuras del fusilero Richard Sharpe y que fueron adaptadas a una serie, por ITV, donde su protagonista fue Sean Bean. Y, sorpresa, sobrevive en todos los capítulos.

En el caso de The Last Kingdom (parece ser, por lo que he leído al respecto, que la serie es muy fiel a las novela), usando a un personaje y ciudad inventados (Uhtred de Bebbanburg) Stephen Butchard y el propio Bernard Cornwell, los guionistas, explican los hechos y personajes históricos que participaron en la creación del último reino. Y eso, créanme, se agradece.

Cuando me planteé ver la primera temporada, reconozco que era algo reticente. Soy exigente cuando se trata de una serie o película histórica (sirva como anécdota que en La Momia, recién estrenada cuando lean estas líneas, me aparece un egipcio resucitado lanzando un dardo con una cerbatana… ¡Vamos, vamos!) porque, a pesar de que la ficción es la ficción y las licencias son las licencias, se me antoja muy difícil digerir los anacronismos, los OOPARTS o a cualquier viajero del tiempo que venga del pasado y que sepa usar un smartphone a la primera de cambio.

Pero en esta serie, y ya sabemos cómo son los ingleses para la historia, y más aún para su propia historia, no. Desde los atuendos hasta las armas, pasando por las embarcaciones, las casas, los castillos o fortificaciones, los gentilicios y los topónimos, los usos y costumbres, o las relaciones entre las clases sociales, el cuidado es extremo, dentro de las posibilidades de la producción –no es una serie muy cara- y el esmero con el que se implementa cada puesta en escena es digna de mención.

La serie comienza con un Uhtred de Bebbanburg niño (más tarde, también conocido como Uhtred Ragnason o Uhtredson, interpretado por Alexander Dreymon), de cuna noble, nacido en el reino sajón de Northumbria, y que sufre dos episodios que marcan su vida y una gran parte de la trama: su padre es asesinado para arrebatarle la ciudad de Bebbamburg y es secuestrado por los daneses en una razzia.

Criado por éstos, cuando llega a la juventud es acusado de asesinar a su padrastro danés, teniendo que huir de su hogar adoptivo. Este detonante marca el devenir de su historia: un superviviente perseguido por sajones y daneses en un mundo en el que ambas facciones dominan la isla. No deja de ser, enmarcada en una sucesión continua de guerras, tratados y traiciones, la historia de una venganza.

‘The Last Kingdom’ narra el nacimiento de Inglaterra como nación a través de un personaje ficticio, Uhtred

Nuestro protagonista vivirá en el reinado de Alfredo el Grande, el último rey de Wessex, y en los asentamientos daneses en las costas britanas, un continuo cambio de roles: desde la lealtad a su rey sajón, como su lealtad a sus costumbres danesas, intercambiando metas y objetivos en función de las circunstancias políticas. Siendo fiel siempre, eso sí, a su primigenia motivación. En los primeros diez capítulos de la primera temporada (y en la segunda, también), Uhtred será una pieza fundamental en la unificación de la isla bajo una misma bandera.

The Last Kingdom cuenta con un elenco amplísimo; no en vano juega constantemente con muchos escenarios alejados entre sí y con saltos temporales amplios, lo que dificulta en alguna ocasión seguir la trama. Me gustaría destacar, sobre todo, a Ian Hart (impagable el papel de monje), Harry McEntire (el desheredado impenitente), David Dawson (un convincente Alfredo el Grande), Simon Junz (el Lord más leal), Rutger Hauer (casi irreconocible como sabio vikingo), Eliza Butterworth (la sumisa reina) o Eva Birthistle (la primera, creo yo, monja guerrera), entre otros.

Las comparaciones son inevitables, u odiosas según el dicho, y The Last Kingdom, serie histórica al uso y con ciertas licencias, guarda ciertas similitudes con Vikingos, aunque hay diferencias sustanciales, sobre todo en la producción y en la ambientación histórica (Vikingos se desarrolla unos cien años antes que The Last Kingdom). Tampoco se le puede comparar con Juego de Tronos, fundamentalmente porque en la serie que nos atañe no hay magia que valga y los escenarios son auténticos, dejando la ficción para el desarrollo del protagonista y lo que le rodea.

Por último, y a modo de guinda, no deja de ser curioso que sea una suerte de mestizo (nacido sajón y educado danés) el que sea el artífice de la formación de uno de los estados más antiguos de Europa. No sé si casual o no, o premeditado o no, pero el mensaje está ahí.

¿Por qué hay que verla?: Representa un hecho histórico inusual en la tele o el cine.

Puntos fuertes: Esmerada ambientación, veracidad en los hechos y un buen elenco.

Claves de su éxito: Es inglesa y habla de su historia…

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