Amy Bellafonte y Brad Wolgast. (Fuente: FOX)
Esta crítica se ha escrito tras haber visto el primer capítulo de ‘The Passage’. No contiene spoilers.
El piloto de The Passage, que FOX estrenó anoche en España, es adictivo, rápido y con mucha sustancia. Tras descubrir en Perú un ser con tintes mágicos, el Gobierno de los Estados Unidos pone en marcha el Proyecto Noé, una organización médica gubernamental que estudia la posible inmunización de toda la población ante la llegaba de una gripe aviar china y mortal. Hasta aquí todo estaría en orden, si no fuera porque la forma de alcanzar la sanación es mediante la transformación de la población en seres como el hallado en Sudamérica, y que no era otro que un vampiro.
Tras varios años de estudio han llegado a la conclusión de que, en el proceso de transformación, el ser humano experimenta una mejora temporal que lo hace invencible ante cualquier enfermedad que se haya probado. El mayor inconveniente es, claro, que esta fase es temporal y tras ella viene un futuro inmortal como ser de la noche. Los resultados arrojan una pista, cuanto más joven es el individuo sobre el que se experimenta, mayor es la fase de mejora y menores los efectos vampirescos. Según esa lógica, la solución pasa por empezar a experimentar con niños. El argumento no podría ser más oscuro.
Y ahí es donde entra en juego Brad Wolfast, un agente encargado de traer a las personas sobre las que se experimenta. Hasta el momento habían sido condenados a muerte, lo que hacía que el trato les diera a los reos infinitos días por delante. Más allá de los conflictos, Brad lograba entenderlo como un acuerdo al que llegaban libremente los presos con el Estado. La limpieza de conciencia se pierde cuando su misión es llevarse a Amy Bellafonte, una menor que acaba de perder a su madre por sobredosis, y entregarla al Proyecto Noé.
Su complicado pasado empezará a entrar en juego y a hacer que se encariñe con la niña, hecho que los lleva a emprender una huida para intentar lograr la libertad de ambos.
Shauna Babcock en una imagen del primer episodio. (Fuente: FOX)
Reconozcámoslo, el argumento tiene un buen grado de locura, pero puede funcionar. Su piloto pasa sin un minuto muerto y presentando a suficientes actores secundarios, en situaciones lo suficientemente agónicas, como para que pueda dar una serie que te atrape completamente. Es cierto, tienes que claudicar con cosas un tanto sui generis, como ver a un señor durmiendo boca abajo colgado de un palo porque, bueno, es un vampiro encerrado en una celda. Pero aceptando ese tipo de premisas, el ritmo es ágil.
Por un lado, tenemos las escenas que ocurren en el laboratorio que, si bien son más tranquilas, acumulan un buen número de asesinos por plano y de científicos dispuestos a todo como para resultar interesantes. Por el otro, la relación entre Amy y su captor/rescatador es creíble desde el principio.
Ella es fuerte, guerrera, muy maltratada por la vida y ha perdido lo poco que tenía. La desesperación y la necesidad de una figura paterna hace que se cree un vínculo de dependencia movido por el instinto de supervivencia. Y él es que simplemente convence. No pasa de ser un tipo duro que se lleva a un dulce cervatillo a un experimento terrorífico para condenados. Sigue teniendo la misma dureza y el mismo salvajismo, sólo que ahora ha decidido que Amy Bellafonte es de los suyos y merece alguien que la proteja.
Pero, además, está la forma en que plantea el trato con los vampiros. Los últimos años nos habíamos acostumbrados a series que, con independencia de cuándo estuvieran ambientadas, tenían cierto aire decimonónico; no dejábamos de ver una relación entre ellos algo romantizada. En este caso, eso no ocurre. El entorno es completamente moderno y aséptico, el color que predomina es el blanco hospitalario y los seres se encuentran no sólo encerrados en celdas, sino también infectados con intensidades distintas. Todos son diferentes unos de otros y las posibilidades de que ataquen son dos: o huyendo o mediante algún tipo de poder oculto. Cualquiera de las dos perspectivas es novedosa y abre una gran posibilidad de entuertos y escenas de terror.
La coralidad es otro de sus puntos fuertes. Solamente en un episodio hemos visto suficientes personajes y arcos posibles como para que por delante tengamos una serie larga y con jugo. Y no se han depositado todos los huevos en la misma cesta. Nos interesa el dúo entre Amy y Brad porque es el más evidente. Pero tras ellos encontramos una serie de vampiros infectados con su historia personal y sus propias patologías, múltiples técnicos de laboratorio de los que ya nos cuentan que están relacionados con el primer caso de estudio y, no lo olvidemos, el temor de una pandemia.
Entre todo esto que hemos comentado, hay que recordar que lo que motiva la aceleración del estudio es que en China ya está muriendo la población y que, como no se encuentre una solución, llegará a Estados Unidos en el plazo de un año. El peligro es real y está a la vuelta de la esquina.
Bien desarrollado, se presenta ante nosotros un título con potencial y que puede hacer las delicias de aquellos a los que les gusten el terror y los seres mitológicos. El primer episodio es prometedor y lleno de contenido; ahora toca ver cómo continúa y si logra mantener el buen ritmo.
‘The Passage’, una nueva mirada a un futuro apocalíptico
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